Cultura

“El patriarcado y el punitivismo son dos violencias que sufrimos”

Gabriela Gusis, docente en la UBA, en la UNLP y en la Universidad Nacional de Avellaneda, reflexiona sobre los lazos indisolubles entre el patriarcado y el punitivismo y propone desarticularlos, para pensar la criminología y los feminismos (en plural) ,desde una perspectiva crítica, transversal –interseccional- y de-colonial.

Con ese objetivo se presentó la obra colectiva -que coordina junto a Laura Farb- sobre “Poder patriarcal y poder punitivo. Diálogos desde el margen latinoamericano”, con preliminares de los profesores Raúl Eugenio Zaffaroni y Alejandro W. Slokar.

La obra, compiló tanto artículos de criminólogxs pionerxs en América Latina y de jóvenes penalistas

La obra, compiló tanto artículos de criminólogxs pionerxs en América Latina y de jóvenes penalistas, como conversaciones que, según las coordinadoras, “constituyen conocimientos críticos sobre los poderes punitivo, patriarcal y colonial”, que tradicionalmente la academia ha dejado de lado o ha descalificado, pero que son imprescindibles en el campo del derecho penal y la criminología.

Con aportes de distintas perspectivas desde y a partir de los movimientos sociales, a los que denominan “criminólogues ocultes” o no académicos, incluyen en una obra de más de 400 páginas, una mirada epistemológica decolonial y situada, aunque sin desmerecer lo que denominan “otras trincheras”. Parafraseando a la feminista y criminóloga crítica latinoamericana, Carmen Antony García –recientemente fallecida-, a quien además dedican el trabajo.

¿Por qué escribir en lenguaje inclusivo esta obra?

Creemos que, tal como nos proponen los feminismos, una de las formas de quebrar la construcción hegemónica de conocimientos apoyada en los valores sociales heternormativos, debe ser puesta en duda y resistida también a través del lenguaje.

Así, la diversidad de registros y la incorporación de la “e”, la “x”, etc. nos permite enriquecer las lecturas y comenzar a naturalizar en el habla y en la escritura, incluso académica, la diversidad sexo-genérica.

¿Qué aporta de original el libro?

No se si el libro es original, pero seguro aporta a la resistencia de ambos poderes –el patriarcal y el punitivo- desde la crítica criminológica latinoamericana, al poner en primer plano a los sujetxs políticxs, los movimientos sociales, de derechos humanos y de los feminismos.

Pienso que la visibilización de los cuerpos discriminados por el sistema penal y el patriarcado permite ejercer una contrapulsión a esas violencias, y que situarlas en América Latina también permite dialogar sobre las distintas capas de violencias: coloniales, tardo-coloniales, machistas y patriarcales, epistémicas, culturales y también jurídicas.

Creo que una de las virtudes de esta obra colectiva es que la academia no pretende convertirse en una suerte de exegeta de los movimientos sociales y los cuerpos discriminados, sino que les reconoce voz y un lugar propio.

Esto es fundamental ya que los sectores académicos tienen un sesgo en cuanto a algunas problemáticas y quienes las viven en carne propia pueden aportar un conocimiento fundamental. Es decir, la construcción del conocimiento no debe ser vista como una interpretación de diferentes problemáticas por parte de la academia, sino como una conjunción horizontal de determinados discursos que provienen de actores sumamente disímiles.

¿Cuál es el lugar que le dan a los movimientos feministas y LGTBIQ+ en la criminología?

Unos de los ejes que guía al libro es pensar en las capas de violencias simultaneas, interseccionales, blocales –dirá Zaffaroni- que se dan con el patriarcado y el sistema penal. Desde esa afirmación hemos abordado distintas violencias hacia las mujeres e identidades feminizadas en las que se observan una cantidad de dolores que se superponen y atraviesan.

Es a partir de allí que nos preguntamos justamente cuál es el lugar de los movimientos feministas (en plural) y colectivos LGTBIQ+, frente a esas crueldades que cruzan no sólo las esferas estatales sino también las culturales, sociales y hasta las epistémicas. Desde esa mirada, o a partir de ella, creemos que los movimientos tienen mucho para aportar no sólo a la transformación social sino también a la criminología crítica y cautelar, en el sentido de preservación de los derechos humanos y la evitación de las  muertes que, en el caso de las capas de violencias intrincadas aparecen casi como anunciadas.

El femicidio de Los Toldos la desaparición de Tehuel.

“El poder patriarcal y el poder punitivo son dos violencias que sufrimos". El femicidio de Analía Maldonado
El femicidio de Analía Maldonado

Creo que sí de algo sirve pensar en términos criminológicos es para tratar de reflexionar sobre la realidad y tratar de cambiar algo socialmente. Porque la realidad nos atraviesa corpóreamente y es una realidad muy violenta en el caso de las mujeres, y tal vez aún más, en las disidencias sexuales e identidades diversas.

El femicidio de Los Toldos, el asesinato de Analía Maldonado es una expresión espantosa de la violencia machista que existe en nuestra sociedad, que está muy arraigada. Creo necesario ponerle nombre y cara a la víctima, porque –sino- parece que es una muerte más sin rostro, sin una historia de violencias detrás, sin una historia de vida, de sueños, de proyectos, que trágicamente concluyó en la más terrible de las violencias, la letal.

Es un caso de terrible crueldad, como otros tantos que se están poniendo de manifiesto en el último tiempo y que por motivo de la pandemia –y los encierros y convivencias muchas veces forzadas por una situación excepcional y límite- ha aumentado, según  las estadísticas de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. 

Justamente podemos llamarla “muerte anunciada” porque se remite al control social punitivo y patriarcal –en sus vertientes de controles sociales formales e informales- y nos pone de manifiesto, una realidad que trasciende las fronteras argentinas y que nos choca, con una multiplicidad de violencias que atraviesan a toda América Latina. Particularmente a las mujeres de la región (capas de violencias superpuestas, capas de discriminaciones sociales y culturales, que como hemos visto en distintas conversaciones durante la investigación, se cruzan interseccionalmente: vulnerables, pobres, no blancas, a las que se suman las discriminaciones de género).

Pero además, se constituyen socialmente como víctimas de segunda, en las que las agencias estatales sólo parecen prestar atención una vez se da el trágico desenlace.

Esto sólo ha cambiado un poco por las movilizaciones del movimiento de los feminismos, que desde hace unos años empezó a hacerse visible públicamente, empezando a ocupar un lugar en la escena pública.

Probablemente ello se deba a que hasta hace poco tiempo se consideraba que las violencias hacia las mujeres, niñes y ancianes quedaban relegadas a la esfera privada (puertas hacia adentro), donde el poder quedaba reservado a la estructura patriarcal. Ese hecho puso de relieve justamente como una de las banderas de los feminismos, que todo cuerpo es político y que la violencia ejercida por el control social informal también debería ocupar un lugar en la escena y la agenda pública, más que nunca.

Pero también parecen existir las muertes silenciadas –tal como las llamaba Elías Neuman-. Muertes y desapariciones que se reflejan aún con más crudeza en casos como el de Tehuel, unx jovenx trans que fue a buscar trabajo desde San Vicente a Alejandro Korn, acá en la provincia de Buenos Aires, y nunca más apareció.

“El poder patriarcal y el poder punitivo son dos violencias que sufrimos". La desaparición de Tehuel
La desaparición de Tehuel

El caso de Tehuel, tiene mucho en común con el femicidio de Analía –si pensamos en la discriminación machista, la negación de la víctima como ser humano y el grado de violencias con las que se dirigen esos odios hacia las identidades femeninas y feminizadas –o no heteronormativas.

Pero también manifiesta una gran diferencia en el reclamo y acceso a la justicia, y en la visibilización mediática, pública. En eso, los casos no son completamente idénticos. La visibilización del femicidio de Analía no es menos dolorosa que la desaparición de Tehuel, pero la muerte de ella parece más expuesta en la agenda pública y mediática que la ausencia de Tehuel.

Parece que el silencio se apropiara de la desaparición, no por miedo, sino por una especie de negación colectiva que anula su ser.

Una vez más, por los prejuicios y estereotipos blocales, acumulados, hacen de su desaparición un reclamo cubierto por un velo de silencio profundo que parece despojarle de toda humanidad, incluso para acceder a la justicia. Parece que el silencio se apropiara de la desaparición, no por miedo, sino por una especie de negación colectiva que anula su ser, su cuerpo, su identidad, algo que debería ponernos alerta pues mucho se parece a épocas donde la masacre era sistemática, como en momentos de la dictadura cívico-militar.

Es fundamental, el reclamo de aparición con vida de Tehuel y el llamado a una justicia que se sensibilice con los problemas y las violencias, a la vez que busque respuestas y soluciones reales a los conflictos más violentos de la sociedad, eso sólo podrá lograrse con una verdadera reforma feminista de la justicia.

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