Salud y Educación

Los feminismos y las formas ocultas de las violencias

Por Verónica Scardamaglia, lic. en Psicología especializada en Educación (MN 20000).

Los feminismos posibilitan “des-cubrir” las violencias naturalizadas, al desvalorizarse, afearse, descuidarse, exponerse, victimizarse.

Nuevamente los feminismos han habilitado la posibilidad de que cada vez más vidas puedan comenzar a “des-cubrir” las violencias naturalizadas en las que viven. Y así puedan empezar a abrir esa falsa intimidad de lo familiar que las deja encalladas a una serie histórica de sometimientos cotidianos que se encarnan en detalles mínimos, que hacen al desvalorizarse, afearse, descuidarse, exponerse, victimizarse.

La complejidad y la delicadeza de estas situaciones nos enfrenta con desafíos difíciles de sostener para lograr ir destrabando las diferentes ataduras que dejan objetivada y sin potencia de resistencia y lucha a tantas vidas.

¿Cómo se logra producir y acompañar intervenciones que efectivamente intervengan , generando la apertura de los círculos viciosos de las violencias?

Algo se destapó y muchas denuncias y manifestaciones de estas ataduras violentas ahora pueden enunciarse. Pero ¿cómo lograr el pasaje de enunciar a denunciar, de enunciación posible a denuncia efectiva? ¿Cómo se logra producir y acompañar intervenciones que efectivamente intervengan, generando la apertura de los círculos viciosos de las violencias? Ayuda, pero sólo escuchar no resulta suficiente.

Nos encontramos, quienes estamos dispuestxs a acompañar e intervenir en la ruptura y erradicación de estas formas, con una serie de riesgos que enmascaran y lentifican la destrucción de estas violencias. En muchos intentos de ayuda anida “el bicho” de aquello contra lo que luchamos y queremos destruir. Ayudar no implica salvar ni revictimizar. No quiere decir dejarse vomitar con detalles minuciosos de lo aberrante y armar los viejos juegos de diván o confesionario. Ayudar no significa enseñar qué hacer, qué decir, qué dejar de hacer, qué dejar de decir. No puede transformarse en obligar. Obligar a hablar, obligar a denunciar. Obligar a separarse, a abandonar formas de vida que hacen mierda para vivir como “yo creo que hay que vivir”.

Uno de los tantos desafíos que se ofrece a quienes andamos en esto, es derrocar al YO y sus formas imperativas y “revictimizantes”, sus modos terroristas y heroicos. Recuperar la suavidad, la ternura, el buen trato y luchar con otros modos para lograr, desde ahí, acciones contundentes.

Ayudar implica un proceso de alojar el dolor, acunarlo con palabras y silencios, con el registro de lo insoportable (qué soporto escuchar y ver, y qué no) y la certeza que, casi siempre, en el fondo están la muerte y sus fantasmas.

Aquí nuestro desafío: insistir en ensayar abordajes, mientras nos seguimos preguntando dónde y cómo parir estrategias de vida y cuidado, ahí donde anidaban y mandaban las violencias.

Implica tejer redes que (nos) sostengan y no ahoguen. Redes que habiliten relevos entre compañías y soledades. Implica conocer legislaciones y espacios comunitarios e institucionales para poder caminar un camino que, muchas veces, se construye bajo esos pies que están por pisar.

Acompañar y ayudar implica manejar redes y recursos, complicidades y cercanías, para hacer venir la invención de posibilidades que antes no existían, que nacen de esa situación, de esa precipitación de intensidades y espaciamientos que traen ideas.

Ayuda, pero sólo escuchar no resulta suficiente. Ayuda, pero sólo hablar no resulta suficiente. Aquí nuestro desafío: insistir en ensayar abordajes, mientras nos seguimos preguntando dónde y cómo parir estrategias de vida y cuidado, ahí donde anidaban y mandaban las violencias.

Por Guadalupe Vidal , alumna de EEM N°2 DE 13, Ernesto “Che” Guevara.