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Panorama Político: De la Economía a la Política

Y fue la Política nomás, así, con mayúscula, que a partir de la situación de la Economía pudo doblegar electoralmente a todo el bloque de poder económico, financiero, judicial, mediático y partidario de la derecha. Para eso sirve la Política: es la única herramienta que tiene la voluntad popular de expresar sus intereses, ya sea con una movilización o una elección. Quienes dicen “a mí la Política no me interesa”, no dimensionan el poder popular ni toman conciencia que la Política se interesa por ellas/os, condicionando fuertemente sus vidas diariamente. Con casi el 50% de los votos para la fórmula del Frente de Todos (teniendo en cuenta que en octubre sólo se cuentan los votos válidos), ayer el Gobierno, los mercados, el FMI, el Poder Judicial y el de los Medios de Comunicación (también con mayúsculas), sintieron cómo ellos mismos pueden tener sus condicionantes: la Política. Cristina Fernández de Kirchner supo interpretar este escenario, correrse a un costado (la vicepresidencia) para convocar a quienes se habían alejado del campo popular y ampliar la base de sustentación. Ella sabía que eventualmente podía llegar a ganar, pero que le iba a resultar imposible gobernar, y jugó en consecuencia: “Es necesario un contrato social de todos los argentinos y argentinas”.  Los gobernadores se alinearon y el oficialismo nunca supo acomodarse a ese nuevo escenario.

En las PASO 2015, el FPV había conseguido 36.69%, y UNA de Sergio Massa 19.52%, sumados 56.21%. Ahora el Frente de Todos alcanzó el 47.65%; casi idénticos.

En la primera vuelta del 2015, a Cambiemos lo había votado el 34% (y el 28.75% en las PASO), ahora consiguió 33.12%; sólo lo votó su núcleo duro ideológico, que es más que el porcentual para el que gobernó. El saber popular, nuevamente, sintetizó en el “gobiernan para los ricos” lo que el “mejor equipo de los últimos 50 años” hizo, y votó en consecuencia. Como había publicado Agenda Sur en la semana previa (“A un PASO del Antimacrismo”), “el 64.6% de los votantes evalúa como “muy mala, mala o regular mala” la gestión del presidente Mauricio Macri, y sólo el 35% como “muy buena, buena, buena o regular buena”. La valoración negativa de la gestión es superior al 60%, y la imagen de Mauricio Macri tiene un saldo negativo de más del 25%.” Esos datos corresponden al Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), la encuestadora que más cerca estuvo de los resultados (9 puntos) y que, casualmente, el diario Clarín fue el único estudio que no publicó: sus datos deban 2.75% promedio a favor de Alberto Fernández. Claro, para eso tuvo en cuenta la “operación” que llegó desde el Brasil de Jair Bolsonaro que lo daba ganador a Macri y dejó afuera a la Celag, que había hecho un estudio presencial completísimo, que iba mucho más allá de una encuesta para el resultado de la votación. Allí se decía que “el Antimacrismo es, hoy, la principal identidad política de la sociedad argentina, con el 33% de su electorado”.

En la primera vuelta del 2015, a Cambiemos lo había votado el 34% (y el 28.75% en las PASO), ahora consiguió 33.12%; sólo lo votó su núcleo duro ideológico.

El bloque de poder del Gobierno desconoció o minimizó la importancia de la unidad del campo popular: el Peronismo, el sindicalismo, los gobiernos provinciales. En las PASO 2015, el FPV había conseguido 36.69%, y UNA de Sergio Massa 19.52%, sumados 56.21%. Ahora el Frente de Todos alcanzó el 47.65%. La matemática no alcanza para analizar la política, pero tampoco pueden obviarse los datos comparativos; son casi idénticos.

Nada que implique pensar en la gente se puede esperar de Macri. Lo que debiera hacer, que es plantear una salida ordenada, coordinada con la oposición y anticipada, no lo va hacer.

Tampoco el bloque de poder dimensionó en su justa medida los resultados que se dieron durante el año en las provincias. El oficialismo perdió en 13 distritos, incluida la Pampa Húmeda completa, resignó ciudades capitales (Córdoba, Paraná, Santa Fe y Santa Rosa). En varios distritos salió tercero cómodo. En síntesis, contabilizando sólo las elecciones provinciales generales (no las PASO respectivas), solamente había ganado en Jujuy y había perdido las restantes: nueve ganadas por el PJ (Córdoba, Santa Fe, Tucumán, Entre Ríos, San Juan, San Luis, La Pampa, Formosa, Tierra del Fuego) y cuatro por partidos provinciales, Misiones, Chubut, Neuquén y Río Negro.  Sus relatores mediáticos decían que “sólo eran elecciones provinciales”, sin analizar qué se podía leer entrelíneas, más allá de lo que se elegía en cada distrito. Hoy ven que Juntos por el Cambio perdió en casi todo el país, excepto Córdoba (donde Alberto Fernández achicó la diferencia y la compensó con Santa Fe, donde ganó por 10 puntos) y CABA (donde Macri ganó “solamente” por 11.5% puntos; considerando que es donde nació Cambiemos y la ciudad que gestiona desde hace 12 años, no está mal para los Fernández, quienes superaron su techo histórico llegando al 33%). Éste es el único distrito en el cual gobierna y ganó; luego perdió en Mendoza, Corrientes, Jujuy y, sobre todo, en Buenos Aires. Aquí, donde vota el 37% del padrón, Fernández superó el 50% de los votos, sacándole más de 20 puntos a Macri, lo que representan más de dos millones de votos (Cambiemos había ganado el ballotage en 2015 en todo el país por sólo 700 mil votos). Y un dato cualitativo: inmolaron a María Eugenia Vidal al no permitirle desdoblar la elección. Otro error triunfalista de los analistas oficialistas: todas los “partidos provinciales” que iban con “boleta cortaa” (sin candidato a presidente) beneficiarían a Macri; a saber, perdió en Santiago del Estero (por 62 puntos), Río Negro (por 32 puntos de diferencia), Misiones (por 30), Chubut (por 28 puntos) Neuquén (17), y Entre Ríos (por 10). Otra vez, sólo ganó en Córdoba (por 18 puntos).

Parece insólito, pero hay que aclararlo porque algunos “analistas” aún lo dicen: no es posible que Macri dé vuelta esta elección. Nada que implique pensar en la gente se puede esperar de él. Lo que debiera hacer, que es plantear una salida ordenada, coordinada con la oposición y anticipada, no lo va hacer. Cuatro meses es muchísimo y diciembre queda lejísimo. Pero eso no significa que el establishment se resigne fácilmente a entregar el poder político, porque representan a la embajada de EE.UU. y al poder financiero. Ya juegan su primera carta, el golpe de mercado. Y harán todo lo que esté a su alcance, bajar candidaturas y hasta plantear un “gobierno de salvación nacional”, cualquier estrategia que conduzca a no ceder el poder a su legal y legítimo dueño, el pueblo. Para Alberto Fernández la elección está ganada, pero todavía no asumió.