“Hay una celebración de la legitimación a la violencia y temo que cuando nos demos cuenta sea tarde”.
¿Qué sucede cuando en una sociedad los discursos de odio circulan a la orden del día y lo que es peor, qué pasa cuando se legitiman desde el poder político?
No es un fenómeno novedoso pero en los últimos años de ascenso y fortalecimiento de partidos y movimientos de ultraderecha en todo el mundo, los discursos de odio se han instalado como una alternativa “normalizada” en diversos ámbitos de la comunicación.
Micaela Cuesta trabaja con esta problemática en la UNSAM. Es socióloga y coordina una laboratorio especializado en discursos de odio.
Para Micaela efectivamente estamos atravesando una coyuntura global muy compleja y particularmente en lo que respecta a la Argentina, asegura que no somos tan especiales como creíamos. “Durante mucho tiempo Argentina se creía que estaba por fuera de las tendencias globales porque acá había habido movimientos populares muy significativos, porque existió el peronismo, porque están las Madres, porque hay un montón de reparos institucionales que nos volvían relativamente inmunes a ciertas tendencias del mundo global”. Esa idea, asegura Micaela, ha quedado absolutamente desbaratada con la irrupción de Javier Milei. Cómo llegamos hasta aquí.
Micaela nos habla de una “nueva crisis del capitalismo con niveles inéditos de desigualdad y concentración de la riqueza”. Si no tenemos esto como en el fondo de la discusión es difícil que podamos ver lo que sucede en la superficie”.
Frustración y malestar calaron muy fuerte, particularmente, en los jóvenes. Y la pandemia “dinamitó ese estado de hartazgo que muchos experimentaron en soledad”. Los jóvenes buscaron identificarse con espacios en los que la bronca y el fastidio se potenciaron mucho más. Estas comunidades virtuales, fueron los ámbitos de convocatorias mundiales a marchar, por ejemplo, contra las políticas estatales para enfrentar el Covid. Y en las consignas de estas protestas por lo general, aparecían pensamientos conspiranoicos. Los promotores desde la política, de ese discurso fueron los movimientos antisistema y de ultraderecha y hasta presidentes como Donald Trump en EEUU y Jair Bolsonaro en Brasil. Algunas de las creencias sostenidas por estos líderes y sus seguidores era que la pandemia había sido concebida para encerrar a las poblaciones por no sé qué plan siniestro en contra de la humanidad. Y esta misma línea de pensamiento coincide con la idea de negar por ejemplo el cambio climático, creencia también sostenida por los dos expresidentes y aliados. También se dijo que China estaba detrás del Covid y que el virus había salido de un laboratorio de ese país. Infinidad de conjeturas y fake news circulaban por entonces.
“Hay una teoría efectivamente operando en estas comunidades asentadas en la paranoia con la idea de que nos están persiguiendo que tiene que ver con una especie de plan macabro que operaba también durante el nazismo”.
Lilia Lemoine diputada de la Libertad Avanza, el ultraderechista Vox en España, y republicanos en EEUU – en plena campaña electoral – hablan de frenar al socialismo y al comunismo, en sus respectivos países, como si existiera tal “amenaza” como ellos mismos la llaman. En el caso de Argentina nunca gobernó ni el socialismo ni el comunismo como la diputada libertaria sostiene y siempre va más allá, se refiere a que fuimos víctimas del marxismo cultural. “Eso es calculado. Es una estrategia global. Estoy trabajando con un estudio de autores de la Escuela de Frankfurt que analizaban a los agitadores fascistas de la década del 40 en Estados Unidos. Es lo mismo. Es asombrosa la semejanza que existe entre esas estrategias discursivas que aplicaban en ese momento los agitadores para interpelar a las masas y crear comunidades y destituir derechos es casi igual con lo que vemos hoy y en los 40 como ahora la construcción de un enemigo público es elemental (por entonces era el judío). Tenés que construir a alguien como el causante del daño para generar adhesiones y aglutinamientos internos”. ¿Quién sería hoy en Argentina? ¿La casta? ¿El kirchnerismo? ¿El peronismo?
¿Puede la política funcionar sin verdad? ¿Vale cualquier fake news?
Volvemos a la preocupación planteada desde el comienzo del artículo. Qué sucede cuando en una sociedad los discursos de odio o las fake news son legitimadas desde el poder político. Micaela se pregunta si tenemos que pensar como sociedad algún límite moral. “El otro punto es el problema de la verdad. Históricamente se dice con mucho criterio que la política no es la imposición de una verdad, que la política es la reflexión, el debate y la participación ciudadana. El problema es que estamos asistiendo a una especie de desorden epistémico, político, simbólico y de crisis material que hace que se haga muy difícil analizar o diseñar estrategias para contrarrestar los efectos nocivos de lo que hoy sucede”.
Discursos de odio: consecuencias nocivas
Pocos días antes de cumplirse el 48 aniversario del golpe cívico militar en Argentina la agrupación H.I.J.O.S denunció un hecho atroz. Una de sus militantes fue abusada en su casa por dos hombres que la esperaban cuando ella regresaba de trabajar. La golpearon, le pasaron un arma por sus genitales y le dijeron que ellos sabían quien era y que no le iban a robar. Micaela señala este hecho como consecuencia nociva de la violencia que se está viviendo. “Hay algo que ya está institucionalizado que es la legitimidad en la producción del daño. Si el gobierno no tiene vínculos es aún más grave. Porque lo que se está estableciendo como afirmativo es un modo de la violencia inédita, horrible que debería alertarnos de hasta dónde llegamos y qué es lo que va a venir”.
Hasta el momento no hubo ninguna declaración de repudio por parte del presidente Javier Milei. Y el mismo día del aniversario del golpe, el gobierno publicó un video en las redes que no menciona la desaparición y torturas durante la dictadura y lo que es más polémico aún es que reivindica la teoría de los demonios con el testimonio de un exjefe de la SIDE y la hija de un militar asesinado en 1974 por el ERP en Tucumán. Concluye Micaela: “Hay una celebración de la legitimación a la violencia y temo que cuando nos demos cuenta sea tarde”.