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El fútbol siempre fue feminista

Por Lucía Ríos

La selección nacional femenina jugó el martes el primer amistoso de cuatro en EE.UU y ganó 3 a 1 contra Utah Valley. No fue televisado, sólo se podía ver en el canal de Youtube del equipo norteamericano y por supuesto, el relato era en inglés. ¿Qué se está moviendo en Argentina a raíz del anuncio de la AFA de la profesionalización del fútbol femenino? ¿Mueve? ¿Deja plata? ¿Qué trae de novedoso?

Ph: Guadalupe Dixon.

En Valentín Alsina el Riachuelo abraza una cancha de fútbol. Parece una península en pleno conurbano. A la izquierda la villa 21-24 se eleva varios metros y a la derecha, se ve el estadio del club Victoriano Arenas: el Saturnino Moure.

En esa cancha pasó algo importantísimo para el fútbol femenino. El 4 de abril de 1998, una mujer arbitró un partido oficial por primera vez: la tucumana Florencia Romano. Ese día, el Victoriano le ganó 6-0 a Muñiz.

En ese campo de juego, un día de sol pero de 2019, tres mujeres fundamentales para contar la historia, se juntaron y demostraron que si no hay equipo, no se puede ganar nada. Maca Sánchez, Moni Santino y Ayelén Pujol trazan las aristas del deporte que mueve al mundo y que las pibas juegan muy bien. 

Contra viento y marea

“Jugar al fútbol de chica, era lo mejor que me podía pasar”. Mónica Santino es la directora técnica de “La Nuestra – fútbol feminista”, que se desarrolla hace más de 10 años en la Villa 31 con las pibas del barrio. En los 90 usó la 5 en All Boys, el único club que dejaba entrenar a las mujeres en la cancha de primera pero que les daba un sólo juego de camisetas para todo el año. 

Un hashtag fue el que impulsó, en los últimos meses, la campaña #FutbolFemeninoProfesional, pero en esa época junto a tres compañeras, Moni armó un fanzine para visibilizar lo mismo. Lo imprimían gracias a la gestión de una de ellas, que trabajaba en Crónica. La publicación se llamaba La Nuestra, nombre que hoy lleva la misma esencia en cada piba de la villa que se calza la camiseta.

Moni habla del presente y se toca las puntas de los dedos como explicando una táctica. Se la ve contenta: “Hoy las pibas se memorizan nombres de jugadoras tanto de los clubes como de la selección, recitan equipos de mujeres, se preocupan por el torneo de AFA… Todo eso es muy reciente y es gracias a que el deporte finalmente entró en agenda feminista”

“El fútbol es mi identidad, me da alivio, felicidad, necesito del fútbol para ser yo”. Macarena Sánchez es jugadora y está en el ojo de todxs porque fue su reclamo de profesionalización del fútbol femenino, el que se masificó y fue puntapié para lo que vendría después en el anuncio de la AFA. 

La ex jugadora de UAI sabe que es un paso “importante” pero con voz pausada y firme también dice: “El fútbol femenino me enseñó a no conformarme nunca. Falta muchísimo, por ejemplo el fútbol infantil: las nenas tienen que poder pensar a los 10 años que tienen la posibilidad real de ser jugadoras. Ahora tenemos que pelear para que cumplan lo que anunciaron y después para seguir sumando derechos”.

Tiene los ojos cansados, pero cuando las pibas del Club Victoriano Arenas se vienen a sacar fotos y filmarla, ella pone todo. Cuerpo, sonrisa y abrazos. “Luchamos por las chicas que vienen atrás nuestro, para que se sientan identificadas con una lucha, un colectivo y que se sientan defendidas y protegidas atrás de un movimiento”.

Nada más que la pasión

“No somos una amenaza y no venimos a disputar nada si no a defender lo que es nuestro y a compartirlo”. Ayelén Pujol es periodista deportiva y juega en Norita Fútbol Club. Vivió y vive desde adentro cómo son las redacciones de las secciones deportivas, las cuales tienen muy pocas mujeres y a veces ninguna: “Cualquiera que también mire los programas de televisión se da cuenta que todavía está la valoración estética para nosotras, cosa que con los varones no pasa”

Cuando jugó Argentina contra Panamá, en cancha de Arsenal, por la clasificación del mundial de Francia 2019, había casi 12 mil personas en el estadio, desde Las Pioneras, aquel equipo que viajó al mundial de México en el 71, hasta cientos de niñas que conocían a las jugadoras. Ese día, en el estadio Julio Humberto Grondona, se rompieron esquemas asociados a la violencia, al miedo que sienten las mujeres al llegar a una cancha, a lo que es una previa, a las canciones. Todo fue distinto.

“El fútbol es el último bastión de resistencia machista”, advierte Pujol y reflexiona: “Está bueno que pensemos qué fútbol estamos construyendo las mujeres, que claramente ya es distinto, con otras lógicas, otros códigos, otras canciones”.

Bajo el sol del Victoriano Arenas, Moni Santino cuenta preocupada que el mercado de fútbol “llevó a los varones a ser una picadora de carne y los jugadores se olvidan de lo que es ese amor por la pelota. El fútbol fue siempre feminista, sólo que nos lo ocultaron. Pero el juego te demuestra que de tan colectivo que es, el poder se reparte y somos necesarias todas. Nuestro aporte tiene que ver con eso: refrescar la idea del juego, lo que pasaba hace más de 100 años cuando el juego se inventó. Queremos volver a traer esas raíces y nos tienen que abrir la cancha, dejarnos participar y escucharnos, porque creo que les vamos a hacer mucho bien”. 

Entonces, ¿qué traen las pibas?

Para Maca Sánchez, cuya presencia en una cancha es un pedido del público constantemente, las mujeres “aportamos una forma de juego diferente en cuanto a todo. Es una identidad nueva y tenemos que aprovechar la lucha y el contexto del momento. Si bien es el mismo juego, nosotras no estamos contaminadas por todo lo que tiene el fútbol masculino. Queremos forjar una construcción antipatriarcal del deporte”.

Ayelén Pujol tiene su postura al respecto: “Las jugadoras aportan otras historias, otros recorridos, otra forma de jugar. El fútbol femenino, por sus diferencias con el de los varones, es distinto, es menos físico, es más técnico, donde es posible ver la individualidad y el talento de un montón de jugadoras que estaban sin ser miradas. Hay jugadas que ya no ocurren en el fútbol masculino, por el ritmo de la actualidad del mismo”.

Con la remera de La Nuestra como escudo, Moni Santino entiende que jugar “es un derecho humano”, por eso las mujeres “tenemos que estar presentes”. Y las pibas de la villa más aún. Se nota desde lejos que le gusta hablar del barrio y cuando lo hace se le encienden los ojos: “La cancha del barrio es territorio sagrado. No se cambia por nada. Es una línea de cal que nada la traspasa, y siempre fue de los varones. Entonces cuando una mujer se hace visible en el espacio público más importante de la villa, no puede haber otra forma de leerlo que no sea en clave política y revolucionaria. Cuando una piba está fuerte ahí diciendo ‘Yo entreno, tengo derechos, córranse’, y eso se traslada a otras situaciones, es enorme, porque te parás desde un derecho, desde un colectivo y pueden cambiar muchísimas cosas”.

(Entrevistas extraídas de un video de “Matria”, productora de contenidos con perspectiva de género).