La fragmentación política, expresión de la desintegración nacional
Algo de lo que Argentina podía jactarse en democracia, es de su alta participación política y de la transparencia de su sistema electoral. Un signo de fragmentación política es la cantidad de sistemas electorales diferentes implementados: boleta de papel tradicional, boleta única de papel, voto electrónico. A eso se le agrega el desdoblamiento de las elecciones locales –legisladores provinciales- de la nacional –diputados y senadores nacionales-. Así, hay votaciones casi todos los fines de semana y, en varias provincias se elige hasta tres veces en un año. La participación que es deseable estimular, termina desdibujándose, agotándose y genera desinterés.
Conclusión: en las cinco provincias que ya tuvieron elecciones legislativas, la participación popular fue menor al 60%: Chaco 52%; Santa Fe 55% (con más de 143.500 votos sin elegir ningún candidato: 71.146 en blanco y 72.375 nulos); Salta 59%; San Luis 60% y Jujuy 64% (22.346 y 9 nulos). Promedio 58%.
En todas ellas ganaron los oficialismos locales. Los gobernadores fueron revalidados en las urnas, lo que en una primera lectura refutaría el prejuicio instalado de que “la política no sirve porque no le soluciona los problemas a la gente, y que los políticos son todos iguales”. Los gobernadores, y más aún los intendentes, están más cerca de los vecinos y son a quienes primero se les reclama ante una carencia.
Pero en realidad lo que se observa es más profundo: hay proyectos políticos locales, provinciales, que son avalados por los electores, pero ello no implica que se constituyan como proyectos nacionales, que se presenten como una posibilidad fáctica y clara a todo el país. No es casualidad, además, que los nombres de los frentes o agrupaciones no suelan expresar una referencia nacional, sino local. La dispersión se acentúa en los comicios del próximo domingo en CABA: con nombres lavados, parecidos entres sí y sin referencia nacional, habrá 17 candidatos, de los cuales al menos 10 no llegarán al tres por ciento necesario para meter un legislador.
El gobernador Gustavo Sáenz hizo una buena elección en Salta con el Frente Salteño: ganó 20 de las 30 diputaciones y 11 de 12 senadurías locales. Pero perdió la simbólicamente más importante, la de la Capital, que ganó La Libertad Avanza. Carlos Sadir triunfó en su provincia con su Frente Jujuy Crece (37-40%). Por su parte, Leandro Zdero ganó con Chaco Puede + La Libertad Avanza (45.20%). Carlos Poggi hizo lo propio, pero con el Frente Ahora San Luis (44.88%). El primero de todos había sido Maximiliano Pullaro, con Unidos para Cambiar Santa Fe (34.60%).


Allí hay tres radicales (Zdero, Sadir y Pullaro), pero a nivel nacional pocos saben que pertenecen a la UCR. Es que no se presentan como tales ni se proyectan a todo el país. Así, los radicales tienen gobernadores pero ningún candidato fuerte a nivel presidencial. Muchísimo menos un proyecto nacional.
Todos ellos formaron parte, junto a Poggi, del extinto Juntos por el Cambio. El PRO también está a punto de extinguirse, diluirse en LLA o, en el mejor de los casos aunque parezca difícil, sostenerse como un partido vecinalista de CABA. La derecha tampoco encuentra allí un proyecto nacional.
Dos de los cinco gobernadores triunfantes son de origen Justicialista –es demasiado decirles Peronistas- (Sáenz y Poggi), pero nadie en el país lo sabe: les cabe algo similar a lo que le sucede a los radicales. No trabajan con un proyecto nacional o, lo que es peor, se acomodan a cualquier Gobierno Nacional del momento, cual típico partido provincial.
Por ahora, sólo por ahora, se refugian en Javier Milei. El Presidente podrá salir airoso de este largo cronograma electoral, como también le sucedió a Mauricio Macri en 2017, a costa de un mayor endeudamiento con el FMI para mantener “planchado” el dólar. Pero cuando su locura económica estalle, lo dejarán gritando solo. Aún con un núcleo duro muy fuerte, La Libertad Avanza tuvo que pegarse al gobierno local de Chaco para ganar una elección. Todavía en ninguna provincia pudo triunfar por sí mismo. Sólo en una ciudad capital, Salta. Entre los últimos cuatro comicios -sin contar Santa Fe- se pusieron en juego 108 escaños provinciales, de los cuales 21 serán ocupadas por dirigentes de LLA. Es decir, sólo un 19%.
Los Justicialistas Partidos
El Peronismo tiene un candidato presidencial instalado desde la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, pero a sus gobernadores dispersos.
Como si fuese poco, las presidencias del PJ Nacional -Cristina Fernández- y de la pcia. de Buenos Aires –Máximo Kirchner- tienen una visión cada vez más centralista, desconociendo absolutamente la realidad: la fuerte impronta local de los gobiernos provinciales. La realidad social y económica de Catamarca –con la minería- no es la misma que la de Córdoba –agroindustria-. La problemática de Tierra del Fuego con la presencia del Comando Sur de EEUU y otras potencias en la Antártida, es diferente a la realidad de La Rioja. La diferencia demográfica poblacional de Buenos Aires y La Pampa es abismal, para poner algunos ejemplos básicos.
El proyecto de Cristina Fernández se achica cada vez más: intervino los PJ locales de Salta y Jujuy, y los resultados allí fueron espantosos: en la primera no colocó ni un legislador, en la segunda llegó sólo al 10%, y casi pierde el tercer puesto a manos de la izquierda del FIT. En muchos distritos el Peronismo se presenta listas separadas. Centrado en la provincia de Buenos Aires, más específicamente en el conurbano, y si somos exquisitos en la Tercera Sección Electoral (incluye 19 partidos, entre ellos La Matanza), pretende manejar desde el Instituto Patria de pleno centro de CABA el PJ de todo el país. En la práctica, su conducción no es reconocida ni por gobernadores, intendentes, la CGT, ninguna de las dos CTA, dirigentes sociales, ni por la mayoría de los movimientos sociales. ¿Se puede definir así, en soledad, una estrategia nacional exitosa? Los resultados claramente dicen “no”.
El “antikirchenismo” es la principal fuerza política del país. Es indispensable la construcción de un proyecto popular y nacional más amplio y que contenga las realidades locales. De lo contrario, el único proyecto nacional que continuará vigente es el de destrucción y entrega nacional de Javier Milei. Y si el armado no puede conducido en soledad alguien que hace tiempo se cierra en su círculo íntimo cada vez más reducido – “Mínimo, no Máximo”- y excluye, inclusive, a los que siempre fueron propios; muchos menos podrá ampliarlo.
La fragmentación política expresa la desintegración social nacional. Siempre se está a tiempo de modificar la realidad, pero cuanto más nos demoremos, más dolor causará. Los condicionamientos externos avanzan.
Ver más