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El “anticorreísmo”, la primera fuerza electoral de Ecuador

En el balotaje presidencial de Ecuador quedó nuevamente en evidencia que la principal fuerza política es el “anticorreísmo”, esto es, los detractores del expresidente Rafael Correa. Más allá de quiénes sean los candidatos, en las últimas elecciones siempre ganaron los mismos, los de derecha: los que se oponen a la Revolución Ciudadana (RC), el partido de Correa. Esta vez fue el actual presidente, Daniel Noboa, quien obtuvo el 55,63 %. de los votos, frente al 44,37 %. de Luisa González, la candidata del izquierdista RC.

Desde el auge del correísmo, con Rafael Correa como presidente entre enero de 2007 y mayo de 2017, el bloque de izquierda se convirtió en la fuerza política dominante en Ecuador. Como consecuencia imprevista, también estructuró el espacio derechista anticorreísta. De hecho, en elecciones recientes, un candidato del bando de Correa ha ganado la primera vuelta, pero siempre perdió la segunda. En las elecciones anteriores, la propia Luisa González experimentó esto contra Andrés Arauz. Ahora volvió a suceder.

“El Correísmo” cuestiona el resultado y reclama inconsistencias en 1.800 actas de escrutinio. Eso llevó a que esté demorada la proclamación definitiva de resultados del balotaje del 13 de abril, pero políticamente está claro que Noboa fue reelecto.

Luisa González ya había adelantado: “No confiamos en el Consejo Nacional Electoral. Tenemos una presidenta del CNE —Diana Atamaint— que no ha demostrado liderazgo ni ha garantizado reglas claras. Es esencialmente la jefa de campaña de Daniel Noboa”. En una “democracia restringida” y militarizada como la de Ecuador, no sorprende que el proceso electoral haya estado plagado de arbitrariedades, irregulares y condicionamientos. De acuerdo a las observaciones de RC, de 343 actas no coinciden las firmas, de 171 falta la firma del secretario de la junta receptora; de 780 falta firma de presidente y secretario; de 435 hay inconsistencias numéricas.

Según el índice elaborado por la influyente revista The Economist para el período 2006-2024, Ecuador es catalogado como “régimen híbrido”. En una escala de 1 a 10, su puntuación más baja fue el año anterior —2024—, cuando obtuvo 5.24. Es decir, bajo el gobierno de Daniel Noboa, en el marco de un «conflicto armado interno» y una ola de violencia criminal sin parangón, Ecuador obtuvo la peor calificación. Ese régimen militarizado fue utilizado por el Gobierno para que la población percibiera que su principal demanda era escuchada: la lucha contra la inseguridad. Ecuador tiene la tasa de homicidios más alta de la región: 47 por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado.

Consultado por Convertaction Magazine, Luis Córdova-Alarcón, Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca, “cuatro de cada 10 ecuatorianos que votan, consideran que un gobierno militar, si es efectivo en la lucha contra la inseguridad, no importa que sea civil o militar. Ellos tienen a aceptar la intervención de EEUU. Conforme sube la violencia, se modifica la psiquis social de los ecuatorianos. Así fue la campaña de miedo de Noboa y porqué logró tal éxito electoral”. Ello se expresó en una tendencia a la “espectaculización” en el uso del poder militar, para vender una idea de un Gobierno efectivo frente a la crisis de seguridad”. 

Imagen El Universo de Ecuador.

Este bolotaje arrojó resultados absolutamente inesperados, y no solamente por lo que todas las encuestas previas vaticinaban: el triunfo de Luisa González. No sólo ganó Noboa, sino que lo hizo por 11 puntos de ventaja. Para Córdova-Alarcón, “hubo una mala evaluación de los resultados del virtual empate de la primera vuelta (44,31% de Noboa frente al 43,97%, de González). “Se asumió la ponderación de la primera vuelta como voto duro de cada una de las dos candidaturas; no reflejaban el flujo de votos blandos de apoyo a Luisa y que muchos migraron hacia Noboa”. Sin embargo, Córdova-Alarcón aclara: “Hay un triunfo de Noboa, pero la gente pierde de vista que Ecuador no es una democracia plena, es un régimen híbrido, en el mejor de los casos, aunque no haya empezado con Noboa. Hay una degradación de las instituciones electorales, y hay un agravamiento de ese proceso, y un nuevo ciclo de “autocratización democrática”, como denominan en la política comparada”.

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“Ahora hemos entrado a un nuevo ciclo con un nuevo caudillo, Noboa, que seguramente va a durar una década, o más”, concluye Córdova-Alarcón.

Para el consultor económico ecuatoriano Roberto Ruiz Blum, “el nuevo período de gobierno de Daniel Noboa ha optado por profundizar el mismo modelo económico neoliberal que ha llevado al país al estancamiento. Lejos de iniciar un giro hacia una economía más equitativa y productiva, su administración reafirma una política basada en el ajuste fiscal, el endeudamiento externo y una débil intervención del Estado, especialmente en lo que respecta a la inversión pública”.

El cambio de paradigma se inició con Lenin Moreno en 2017, que había llegado al poder con el apoyo de Correa, a quien después traicionó. Lo continuó Guillermo Lasso y profundizó Noboa en su primer mandato: “Durante casi una década, la virtual desaparición de la inversión del Gobierno Central ha dejado secuelas graves: bajo crecimiento económico, desempleo masivo y el deterioro de servicios esenciales como salud, educación e infraestructura”, describe Ruiz Blum.

Los datos del año pasado son elocuentes: en 2024, el PIB se contrajo un 2%, el consumo de los hogares disminuyó en 1,3%, el gasto público cayó 1,2% y la inversión productiva retrocedió 3,8%.  “La deuda pública se ha más que duplicado, sin generar activos tangibles ni mejoras sostenibles. Los recursos ingresaron y rápidamente salieron del país, dejando una pesada carga financiera sobre las espaldas de los ciudadanos”, completa Ruiz Blum.

Noboa ya había autorizado el despliegue del Comando Sur de EE. UU. en las estratégicas Islas Galápagos. Ecuador tiene experiencia en habilitar bases militares estadounidenses en su territorio. En 1998, Jamil Mahuad acordó el establecimiento de una base en la ciudad costera de Manta, donde permaneció hasta que Rafael Correa se negó a renovar el acuerdo y expulsó a EE. UU. de Ecuador. Ahora, bajo el mando de Noboa, EE. UU. reafirma su presencia en territorio extranjero. Naturalmente, la “gran nación del Norte” lo apoya.

Para Córdova-Alarcón, “la importancia geopolítica de las Islas Galápagos siempre ha estado en la mesa de EEUU. En la segunda guerra mundial, Galápagos ya fue objeto de una base militar. Ahora la intención es insertarla en la línea de seguridad y defensa, para que puedan ser objeto de patrullaje, de desplazamiento de tropas y aeronaves, inclusive no tripuladas, y tener así un mayor control del espacio jurisdiccional marítimo de Galápagps, que es por donde se han construido rutas fluviales de narcotráfico y de migrantes. Eso derivó en el marco de los acuerdos de EEUU-. Ecuador, en el Plan de Seguridad Integral Insultar, por el que se le permite a tropas estadounidenses, a funcionarios del Departamento de Defensa, realizar intervención directa en el espacio jurisdiccional de las Islas”. Con Noboa, la injerencia de EEUU en Ecuador, y por extensión en la región, está garantizada. 

“Desde la primera administración de Donald Trump en 2017, se observa un giro en la geoestrategia de EEUU, en la estrategia de Seguridad Nacional: por primera vez se reconoce a China y Rusia como los grandes desafíos geoestratégicos de EEUU. Antes de esa fecha no se los consideraba a ese nivel. A partir de allí, el Pentágono diseña una estrategia con China como el enemigo a vencer, a confrontar. En los últimos cinco años, varios documentos ratifican que el uso de infraestructuras críticas en la región de América Latina, en una hipótesis de conflicto con China, podrían ser utilizadas por ese país como mecanismos para confrontación bélica. Eso hizo que EEUU prenda las alarmas y trate de retomar posiciones sobre nodos críticos para sus interese geopolíticos y geoeconómicos. EEUU percibe su zona de influencia real hasta Panamá. Por eso el Canal es resulta tan estratégico. El posicionamiento en las Islas Galápagos es ideal para controlar, tener dominio marítimo sobre el Canal y el Pacífico Sur, donde China ya tiene sus intereses importantes, entre ellos el puerto de Chancay en el Perú”, continúa Córdova-Alarcón.
La ley de Asociación Ecuador-EEUU que se aprobó en el Congreso de EEUU en diciembre de 2023, es la hoja de ruta que sigue EEUU. Allí está claro el gran marco de su actuación en Ecuador. Abarca una intervención en todo el Estado. “Si Noboa si quiere ser disciplinado, va a tener que seguir esa agenda, desde las políticas agrarias con el campesinado, hasta el manejo de datos en plataformas norteamericanas”, concluye Córdova-Alarcón.
Uno de los principales objetivos que planteó Noboa en la campaña para esta nueva etapa es una reforma de la Constitución. Busca desarmar los derechos populares establecidos durante los años de Rafael Correa. Y quiere hacerlo de manera expeditiva, sin el llamado a una elección constituyente, con la próxima composición de la Asamblea Legislativa, en la que tendrá una amplia mayoría. Reformulará la designación autoridades de control, eliminando el Consejo de Participación Ciudadana para devolver esas funciones a la Asamblea. En síntesis, menos poder popular y más para las élites económicas. Córdova-Alarcón anuncia que será un Gobierno que “va a desmontar intereses colectivos. Un proyecto basado en el petróleo, extractivista, el agronegocio, que va a generar conflicto con el campo y los ambientalistas. Más grupos económicos en los intereses del Estado, más criminalidad y protestas en las calles”.  

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