Personas Mayores

La Revolución de las viejas en Chapadmalal

Segundo encuentro nacional. Debatieron, bailaron y lloraron de la risa. Se dicen feministas, nacionales y populares.

“El enemigo no son los años, ni los varones, son los mandatos”, me dice Norma Castillo sentada en la arena de esa playa surfista, que está cada día más linda y de moda en Chapadmalal. Norma Castillo y Ramona Arévalo se casaron legalmente en nuestro país tres meses antes de que se aprobara la Ley de Matrimonio Igualitario. Se convirtieron en el primer matrimonio homosexual legal de la Argentina, América Latina y El Caribe el 9 de abril de 2010. Cachita falleció el 26 de octubre de 2018. Su frase todavía me resuena como una postal sonora y podría acaso servir como una metáfora perfecta de lo que fue el 2do. Encuentro Nacional de la Revolución de las Viejas.  

Casi seiscientas mujeres viejas que van desde los 50 y pico hasta los 90 y pico se encontraron durante tres días para debatir, reflexionar, aprender, bailar, reír y llorar de alegría y de risa, de emoción. 

Ya pasó un tiempo desde que Gabriela Cerruti, hoy portavoz del gobierno y referente de La Revolución de las Viejas, se miró al espejo y vio lo que muchos y muchas no vemos o no nos atrevemos a ver: el paso inexorable del tiempo, sus marcas y huellas. Lo que vino después se hizo viral por todo el país, como aquellas imágenes. Luego vino el momento de la organización con un trazado federal, las marchas y los encuentros. 

Las viejas se encontraron y alojaron en los míticos hoteles de la Unidad Turística de Chapadmalal, donde muchas y muchos argentinas/os tuvieron y tienen la posibilidad de acceder al turismo social.

Las viejas de la revolución se dicen feministas, nacionales y populares. “Las madres de las pibas del pañuelo verde”, me dice Ana. Creo que son mucho más que esto. Estas viejas orgullosas de sus canas son vanguardia. Son parte de un colectivo que hace despabilar a las y los dormidos de siempre. Además, integran un movimiento mundial que no para de crecer como la expectativa en años de vida, la baja de la tasa de natalidad y el fenómeno que cada día se hace más evidente: el de la feminización del envejecimiento.

“Mamá Cultiva” les explicó las bondades del cannabis medicinal y también del uso recreativo. El taller duró lo mismo que las preguntas. Muchas se mostraron interesadas en cómo armar su propia huerta.

Las viejas se encontraron y alojaron en los míticos hoteles de la Unidad Turística de Chapadmalal, donde muchas y muchos argentinas/os tuvieron y tienen la posibilidad de acceder al turismo social. En ese mismo lugar donde hay un teatro, un bowling y un museo de Evita muchas personas conocieron por primera vez el mar. Un profesor de historia podría graficarlos como una de las síntesis de la doctrina peronista. 

En esos tres días pasó de todo: las viejas revolucionarias tuvieron distintos talleres. “Mamá Cultiva” les explicó las bondades del cannabis medicinal y también del uso recreativo. El taller duró lo mismo que las preguntas. Muchas se mostraron interesadas en cómo armar su propia huerta. Beatriz, que después me contó que tenía 71 años, le preguntó a una de las pibas que dio la charla: “cómo era tener sexo después de fumar marihuana”. La respuesta vino de una de sus compañeras: “mágico”. 

El PAMI, representado por Mónica Roqué, Secretaria de Derechos Humanos, Gerontología Comunitaria, Género y Políticas de Cuidado, tuvo su momento para contar sobre el cambio de política de libertad de elección de especialistas y sobre el Centro de Protección Integral para Mujeres y Diversidades, el primer ente regional en abordar las situaciones de violencias por motivos de género con un enfoque gerontológico. También estuvo presente con una charla el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades. 

“mira, este año conocí a alguien y tengo el mejor sexo como nunca tuve en la vida, sobre todo por las mañanas”.

Uno de los momentos estrella del encuentro fue el taller de sexo y erotismo. En distintas rondas las viejas se apasionaron y hablaron, sobre todo de los prejuicios y el deseo, de que no hay edad para el sexo y el erotismo. Mabel, que tiene el pelo pintado de violeta, me dijo ni bien terminó el taller: “pensar que todavía hay gente que piensa o cree que las viejas no podemos tener sexo”. Le pregunto por su propia experiencia: “mira, este año conocí a alguien y tengo el mejor sexo como nunca tuve en la vida, sobre todo por las mañanas”. Mabel fue una de las tantas entusiastas mujeres que se acercó al puesto montado en los pasillos del hotel que vendía juguetes sexuales. 

La viejas revolucionarias están también ocupadas en cómo quieren vivir sus próximos años. En el encuentro se discutió sobre viviendas comunitarias y colaborativas para personas mayores: una experiencia y tendencia que ya llegó a nuestro país y que promete cambiar el paradigma habitacional entre las/os más grandes.  En esos tres días, muchas mujeres me contaron que están en proyectos con otras compañeras para construir una vivienda compartida y colaborativa. “Queremos que nuestra vivienda sea autosustentable, el estado nos tiene que acompañar”; me dijo Mónica que llegó desde de San Luis. 

“es inconcebible que una mujer no pueda entrar al CONICET porque tenga 40 o 50 años, a lo mejor es una genia pero a nadie le importa eso”.

El rol del estado es otro de los temas que se discutió y cuestionó. Las viejas quieren que se sancione una ley anti edadismo que condene la discriminación hacia las personas mayores, pero que además se traduzca en acciones concretas como por ejemplo atacar la discriminación que se sufre en el mercado laboral, incluso en el empleo público. Gabriela Cerruti dijo que: “es inconcebible que una mujer no pueda entrar al CONICET porque tenga 40 o 50 años, a lo mejor es una genia pero a nadie le importa eso”.

La noche fue también revolucionaria: la primera, una especie de peña con karaoke y pogo incluido. La de cierre, con la actuación de Los Amados en el mítico teatro del hotel quedará simplemente en el recuerdo de toda,os la,os que estuvimos ahí. 

El último día las viejas armaron la marcha de los pañuelos plateados. Las casi seiscientas que llegaron a Chapadmalal bajaron del Hotel hacia la playa encabezadas por un grupo de tambores que vino desde Mar del Plata para la ocasión. Al grito de “Vieja escucha, sumate a la lucha”, al llegar a la orilla desataron un carnaval y metieron las patas en el mar. Como si fuera un ritual pagano, un bautismo de purificación y un juramento más allá de los tiempos. Una promesa de revolución permanente, infinita. 

Política con mayúsculas. Que así sea.