A 20 años de la represión, “Fotografías diciembre 2001 – junio 2002”
Una mirada sensible y política sobre el 19 y 20 de diciembre: se presentó en la Biblioteca Nacional, “Fotografías diciembre 2001 – junio 2002”, un trabajo de Paloma García.
Por estos días resulta inevitable no pensar qué hacíamos el 19 y 20 de diciembre de 2001, aquellas fatídicas jornadas que marcaron el fin del gobierno de Fernando de La Rúa. El libro de Paloma García, “Fotografías diciembre 2001 – junio 2002”, reconstruye la memoria de esos días a través de un material fotográfico cargado de denuncia y sensibilidad.
La represión de 2001 dejó 38 muertos y cientos de heridos en todo el país . “Tiraban con balas de plomo”, recordó Martín Galli sobreviviente de la masacre organizada en Plaza de Mayo. Desde entonces, Martín tiene alojado un proyectil en su cabeza.
“A Gastón (Riva) le tiraron con plomo. Nadie pensó que la policía se iba a atrever a tanto. Pero la verdad es que la policía siempre se atreve a tanto. Y sobre todo si le dan una carta blanca como ese día le dio De la Rúa”, relató María Arena, viuda de Gastón.
Paloma tenía 30 años, vivía en el barrio porteño de Saavedra. Preparó la Canon AE-1 y salió a la Plaza de Mayo. “Ese día muchos comunicadores y fotógrafos sintieron que debían ir a la Plaza”, recordó el reportero Julio Menajovsky, uno de los panelistas invitados en la presentación del libro, junto a familiares, sobrevivientes y las periodistas Adriana Meyer y Cecilia Laratro.
A Paloma le dijeron: “ponete limón en los ojos. Dale, ponete, que hay gases para rato”, esto fue el 20 de diciembre. El sol rajaba la tierra. Paloma también había estado en la Plaza la noche del 19 acompañando a un grupo de vecinos indignados. Gritaban “Que se vayan todos”.
Paloma utilizó 70 rollos para todo el período comprendido en este archivo fotográfico (2001-2002). Durante 20 años revisó los negativos de más de 400 fotos de las que quedó un ensayo con 50 seleccionadas. Los familiares de víctimas de 2001 valoran el poder de registro y denuncia de estas imágenes. “Tuvimos muchísimos años de soledad”, cuenta María, “pero con la grata compañía de personas como Paloma”.
El trabajo de la fotógrafa y periodista argentina acompañó el doloroso proceso por el que tuvieron que atravesar todos los familiares y sobrevivientes de la represión. Martín asegura que, claramente, la justicia es un problema. Para María, las condenas son insuficientes. “Hubiéramos querido que De la Rúa pasara por un tribunal o Carlos Reutemann no se haya muerto impune. En Santa Fe mataron a 9 personas” cuando el ex corredor era el gobernador.
¿Por qué son importantes las fotos? Se preguntan los panelistas. “Esas imágenes fueron muy importantes para conseguir la condena social”, destaca la compañera de Riva. “Sería buenísimo que estas personas terminen escrachadas en los libros de historia. Para que las futuras generaciones conozcan quienes fueron los que mandaron a matar a manifestantes desarmados”.
La presentación cerró con otra historia de pérdidas. Se conoció que la Editorial Sur encargada de la impresión del libro de Palom perdió todo su stock el 7 de diciembre en el incendio que sucedió en el barrio del Abasto. Pero como en toda historia ligada a la solidaridad aparece Paloma y un pedido para que puedan volver a imprimir los libros. La campaña es comprar 1 libro en el link https://grupoeditorialsur.com . Hay tiempo hasta el 10 de enero.
La fotógrafa Silvia Fernández Pérez, quien iba a participar de la presentación, envió un mensaje: “Las fotos de Paloma devuelven la imagen de ella misma en los acontecimientos, en una cercanía que no deja dudas de su inmersión corporal en los hechos”. Después de Auschwitz se abrió un debate en el mundo artístico, vinculado a lo audiovisual en torno a cómo representar a los pueblos en sus luchas y padecimientos. Para el historiador del arte, Georges Didi Huberman, ésta es una cuestión indisolublemente estética y política. El trabajo de Paloma tiene ese poder iluminador de las imágenes como artefactos capaces de hacer pensar y hacer política.
“Me sigue siendo muy fuerte encontrarme con gente que me manda por las redes y me dice yo soy esa o ese pibe que está en tu foto en el Obelisco. O, por ejemplo, en el caso de una foto que es una gran panza con el signo de la paz, el único dato que yo tenía de esa foto en una de las tantas veces que colgábamos en el Cabildo alguien me dijo: se acercó la mamá de esa nena que se llama Catalina y era el único dato que yo tenía, y ahora ya pude recuperar por segunda vez quién era el sujeto fotografiado. Todas esas cosas, y que esté la sala hoy llena, son como los premios que demuestra que uno no se ha equivocado desde qué lado de la vida se para, ¿no ? Solemos decir del lado “Norita” (por Nora Cortiñas) de la vida”.
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