La artista mexicana que borró la frontera México-EE.UU: “Mi gasolina es lo social”
Entrevista a la artista mexicana Ana Teresa Fernández. Un hombre que corría por la playa, eufórico, se acercó a Ana Teresa y le dijo: “Pensé que la estaban quitando”.
Ana Teresa Fernández nació en Tampico, Tamaulipas. Un lugar que ella describe como de realismo mágico. “Cuando leo los libros de Gabriel García Márquez, o de cualquier escritor o escritora del realismo mágico, parece que están hablando de Tampico: es una selva, estás completamente rodeado de agua. En el medio de la ciudad hay una laguna con cocodrilos, se llama “Laguna del carpintero”. También hay árboles de mango que invaden las calles. Cuando estacionas el coche, tienes que tener cuidado de no hacerlo debajo de un árbol de mangos”.
A los 11 años, Ana Teresa migró con su familia a San Diego, California. Su padre, médico, había conseguido trabajo en un hospital local. En los ’90s, el sistema de salud de California requería profesionales que supieran hablar español debido al rápido incremento de la población hispana en ese Estado fronterizo con México.
Ana Teresa tuvo su primera clase de arte durante la preparatoria. “No pasé el curso de cerámica, porque en vez de hacer tazas, esculpía caballos. En la universidad, una profesora me dijo que tenía muchísimo talento. Un representante del Instituto de Arte de San Francisco vio mi trabajo y me ofreció una beca”.
En 2011, conoció el Parque de la Amistad ubicado justo a lo largo del muro que separa a México de los EE.UU., en la región de San Diego – Tijuana. “La primera vez que vi la cerca (muro) fue súper impactante. No te imaginas físicamente la expansión que abarca. Es tan absurdo que hasta se mete en el océano”.
Ana Teresa compró varios galones de pintura azul. Buscaba un tono que fuera lo más parecido posible a lo que es la neblina azul mezclada con la bruma que existe al lado del mar.
El parque era el punto de encuentro y contacto entre familiares y amigos que vivían de un lado y otro de la frontera. “Era muy conmovedor ver eso. Hasta que -el ex presidente de EE.UU. (Barack)- Obama restringió ese contacto y lo limitó sólo a las yemas de los dedos, a través de la cerca. Entonces dije, “tengo que hacer algo con la cerca. La tengo que borrar, la tengo que desaparecer””.
Ana Teresa compró varios galones de pintura azul. Buscaba un tono que fuera lo más parecido posible a lo que es la neblina azul mezclada con la bruma que existe al lado del mar. Pese a una pequeña interferencia de un policía que le pidió que no siguiera pintando, logró su objetivo: “Borrar” la frontera del lado mexicano.
Un hombre que corría por la playa, eufórico, se acercó a Ana Teresa y le dijo: “Pensé que la estaban quitando”. La valla pintada generaba la ilusión óptica de que un tramo de la frontera con EE.UU. estaba abierto.
“Mi gasolina es lo social”. Las obras de Ana Teresa siguieron vinculadas al tema racial y a la discriminación hacia las minorías en EE.UU. En 2020 trabajó en un proyecto para censar a los migrantes. Diseñó unos chalecos fluorescentes con la frase “we are not invisible” -“no somos invisibles”- y “we are visible”, -“somos visibles”-, refiriéndose a los trabajadores y trabajadoras migrantes en EE.UU. “Fuimos al mercado de Napa (California) e inscribimos a la gente con unas tabletas de IPad. A cambio les entregábamos un chaleco. Se nos volaron los chalecos. El objetivo era que la gente fuera contada y que se sintieran importantes de haber sido contada”.
Para Ana Teresa la pandemia visibilizó el trabajo de los llamados “esenciales”. “Antes eran los invisibles: el que recoge tu basura, el que limpia las calles, y hoy en día son los súper héroes”. También rescata el componente creativo de las personas que hizo posible la supervivencia durante el aislamiento. “Creo que esa manera de ser elástico, de tener el poder de movilizarte dentro de cualquier situación que tengas, demuestra lo importante que es la creatividad.”
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