Pensar en cuarentena: “La sociedad demostró que puede ser capaz de reinventarse muchas veces”
Una niña, sola, camina por el bosque y termina convirtiéndose en ese paisaje. Un hombrecito intenta esconderse en una nube de luz y sus piernas quedan colgando. Éste es el universo de Aili Chen. Hoy, en plena pandemia, la artista taiwanesa cuenta cómo se lleva con la pandemia, y se atreve además a imaginar un mundo parecido al de la película “Blade Runner”(1982).
¿Cómo irrumpió la pandemia en tu trabajo artístico?
Aili Chen: Trabajo poco, en realidad soy de los/las artistas que no producen mucho. Hubo una época de mayor producción para mí, que arrancó desde el deseo de ser madre hasta que fui madre. Luego mi vida personal cambió. La vivencia cuarentena es inmersiva y obligatoria, las tareas domésticas cotidianas y de la crianza de los hijos son de una intensidad inédita. Lo estoy tomando como experiencia de hibernación y meditación. Aunque la oscuridad de lo incierto muchas veces filtra en esa estructura de sostén diario. Inevitablemente, este proceso hace un corte en la forma de pensar, e introduce otra mirada. Casi siempre he trabajado en el universo de emociones personales; dibujo o construyo paisajes, ficciones o fantasías… son y suelen tener carácter intimista, y la soledad es un sentimiento recurrente.
¿Recordás alguna obra especial de aquella época tan importante para vos que estuvo ligada a tu deseo de ser madre?
AC: Sí, “La niña bosque”, que tiene un cuerpo de obra para mí muy completo. En mis trabajos siempre aparece un personaje, y ese personaje atraviesa todas las obras e involucra el mismo paisaje. “La niña bosque” empezó siendo un personaje de dibujos, luego hice un par de instalaciones explorando el universo de ese personaje, y también hice una animación. Esta obra ocupó varios años de mi producción. Todo este camino se culminó en “Habitación 118”. Esta instalación la terminé de hacer con una panza de 8 meses. Terminó la muestra, y nació Selva.
¿Y antes de la pandemia, estabas trabajando en algún proyecto?
AC: Sí, estaba armando una muestra con cinco artistas, en la Boca. Iba a exponer una instalación. La obra tiene que ver con la luz: un objeto de papel lumínico que irrumpe en espacios oscuros. Esta obra está inspirada un poco en el libro de Gastón Bachelard, “La poética del espacio”. También surgió algo en Proa. Aquí iba exponer la obra “Una animación sin título”. Que también es una niña que está durmiendo en su pelo, se despierta y sale de cuadro; ésta fue mi primera animación. Esto iba a pasar, pero no pudo ser por la cuarentena.
Tus obras por lo general surgen de emociones, recuerdos, anécdotas que vuelven a tu pensamiento y las convertís en obra ¿Durante la cuarentena experimentaste alguna situación similar?
AC: No, pero estaba empezando un proyecto en otro canal que tiene que ver con la música: “Las canciones que me hicieron fuerte”. Y se trataba de una serie de acuarelas. Es como una “playlist” de mi vida, y dibujaba un poco lo que cada canción me producía. En general, tiene que ver con un momento de mi vida; el momento en el que yo escuché esa canción. Las acuarelas no ilustraban esas anécdotas, sino más bien una nueva interpretación de esas sensaciones. Empecé a dibujar ese universo que tiene que ver con los recuerdos también, y encuentro que la música es un vehículo emocional muy importante. La música nos lleva a cada uno a un lugar distinto. Todo esto quedó sobre el escritorio, en mi taller.
¿Y cómo está hoy ese taller?
AC: Mi taller quedó bastante abandonado en un primer tiempo de la cuarentena. Y de a poco lo pude reordenar, y así comencé a trabajar de a poco en acuarela. Seguí trabajando con las canciones. Me costó volver. Ahora siento que después de 100 días de cuarentena, ese proyecto de playlist se volvió un poco lejano, como si fuese de otra persona.
¿El arte es un antídoto en tiempos de caos?
AC: Yo creo que sí. A nivel personal es necesario. Yo trabajo con emociones, y para mí, las emociones que no se desvanecen en el tiempo, o están dentro mío se convierten de algún modo en material para trabajar. La cuarentena me deja ese espacio intacto porque no tengo demasiado ruido a nivel “vida social”. Entonces, la exploración de esa emoción es más personal. No está tan afectada de otras miradas.
¿Cómo te imaginás el mundo pospandémico?
Y personalmente hago eco en la ilusión de un cambio radical, a partir de esta pandemia, aunque desde un punto de vista utópico, ya que en la práctica sería muy difícil un cambio radical a corto plazo. Pienso en las visiones futuristas de las películas de ciencia ficción, cada vez más parecida a la realidad, como un sueño del futuro que de a poco se va revelando su carácter “pesadillezco”. Me da escalofrío el realismo de “Blade Runner”(1982) , sus espacios urbanos achinados y mega concentrados de una futura sociedad de confort y progreso, en multicapas de clases sociales superpuestas y muy divididas, la soledad de las personas y el medioambiente destruido.
¿Será posible un cambio?
Deberíamos proyectar un futurismo distinto, buscando otro significado del progreso y confort. Incorporando el cuidado del medioambiente como valor vital y esencial, y aceptando que la transformación de una sociedad de consumo que hasta ahora se construyó, no estaría funcionando del todo bien. Hay que proyectar una visión completamente diferente del futuro, que tal vez ahora sea ciencia ficción, pero con la necesidad del cambio. La sociedad demostró que puede ser capaz de reinventarse muchas veces.
Aili Chen nació en 1971 en Tapei, Taiwán; vive y trabaja en Buenos Aires desde 1986. Es Artista Plástica, Directora de Arte y Directora de escenografía en cine.