Cultura

Una cita con el museo

Con protocolos de higiene y sistema de turnos, los museos reabrieron sus puertas. Nuevas vivencias y públicos en la fase de distanciamiento social. 

Malba, Buenos Aires, diciembre de 2020.

Europa ya pasó por la reapertura de sus “tanques” artísticos. Durante el verano, El Prado y el Reina Sofía en Madrid recibieron a miles de visitantes. Por supuesto, muchos menos que en la época pre – pandemia pero con algunas situaciones novedosas que tienen que ver con los llamados protocolos de higiene y cuidados que inevitablemente, todos tenemos que seguir para no enfermarnos de coronavirus.

Pero en cuarentena, las obras siguieron allí, en las salas, de los grandes espacios museísticos a la espera del público. En su gran mayoría eran locales y un porcentaje pequeño de turistas que se animaron a viajar; también se destacó el ingreso de nuevos visitantes.

En Argentina se aproxima el verano y de a poco estos espacios comienzan a reabrir en casi todo el país, con algunas diferencias.

Jimena Ferreiro, es curadora e investigadora en Arte. Antes de comenzar la pandemia, le ofrecieron la coordinación de las actividades que se realizan en todos los museos nacionales. Los tiempos pandémicos suponen para Jimena un gran desafío para la escena del arte en todo el país. 

AS: Los museos atravesaron dictaduras, golpes, crisis económicas, malas gestiones, buenas gestiones y sin embargo, continúan… los vemos con sus grandes edificios otros pequeños, ahora, ¿cómo sobreviven a una pandemia?

JF: Históricamente, los museos han sido bastante autistas, en tanto como aparatos culturales. Tuvieron una vida más de latencia. Con excepción de aquellas instituciones que forjaron un espacio más nítido, de mayor peso, en el campo artístico, como el Bellas Artes o el Palais de Glace. En general, tuvieron una vida más administrativa. Con un Estado que se fue retirando o por los vaivenes políticos o por las sucesivas crisis. Y se fueron perdiendo de la agenda. Se fueron retirando los recursos y eso provocó falta de mantenimiento, reducción de sus equipos de trabajo y des profesionalización. En la órbita del Estado nacional, se fue creando la necesidad de volver a reforzar esas gestiones, de entender que tenían que ser lideradas por perfiles profesionales. Hay todo un campo de especialización, y eso tenía que sí o sí alimentar a los museos, primero porque es una responsabilidad del Estado y porque además para bien o para mal hay una asignación de dinero y eso tiene que tener una dimensión real que sirva para algo, aunque parezca brutal.

AS: Retomando la idea de para qué sirve un museo, una pregunta básica: ¿Cuál es el rol social de un museo?

JF: A nivel global desde mediados de los años 80 pero fuertemente en los 90, los grandes museos cambiaron su perfil pero sobre todo cambiaron su esquema de gerenciamiento como con una dimensión más pública – privada; de una oferta cultural muy agresiva; y una necesidad de recaudación también muy agresiva. Entonces ahí, aparecen más fuerte las marcas, los sponsoreos, los tickets, los enlatados, los “blockbusters” como los llamamos. Mucho estruendo para ser convocantes. Y así nace el museo de masas, que rompe récords. En Argentina ese discurso de los museos más “tanques”, aparece en los 90. La discusión sobre una política de museos con una dimensión territorial, entender su misión y su visión, quedó como medio deforme. Tenemos como un esquema asimétrico. La pregunta del rol social no está del todo saldada. Para mí esas preguntas grandes siguen siendo cabecera porque confío en la capacidad de transformación del arte y la cultura; pensando en la micropolítica, y en la posibilidad de ensayar nuevas subjetividades.

AS: En un encuentro de representantes de museos de todo el mundo que se realizó en Montreal en 2019, se habló sobre los beneficios que brinda el arte. Pensando en el deterioro físico, emocional y psicológico que ha provocado la pandemia en muchas personas ¿No crees que el arte puede convertirse en una herramienta que ayude a mejorar nuestra calidad de vida? ¿Qué puede ofrecer un museo en este contexto?

JF: Con excepción del Museo de Arte Decorativo no tenemos museos (dentro de la órbita de museos nacionales), que hayan sido masivamente visitados. En vez de ser un defecto en este momento, creo que es una potencia. Porque hay una dimensión de lo masivo en un museo que tardará mucho en llegar. Y hay que ver cómo va a suceder. La posibilidad de un abordaje cualitativo para mí es central. Si vos me preguntás cómo te gustaría que sea… Y para mí tendría que haber un mediador por cada visitante. Que esa experiencia sea dialógica, de cercanía, de intimidad. Nunca son sólo las paredes, ni nunca sólo son los edificios de los museos, aunque hay algunos increíbles, sino que es todo aquello que el museo o la institución pueda hacer por vos para generar rutina, confianza, para contarte que es mucho más que lo visible.

AS: Se estima por ejemplo que el Museo del Prado pierda a fines de esta año 19 millones de euros a raíz de la pandemia. Estamos hablando de un gigante mundial. A escala más pequeña ¿cómo está la situación financiera de los museos en Argentina?

JF: Por ejemplo, el museo de Bellas Artes. El Estado pone el 90 por ciento de su presupuesto. Los salarios están garantizados porque es empleo público.

AS: ¿O sea que no hay riesgo de despidos o cierres como en otros museos del mundo?

JF: El modelo de museo argentino es principalmente público. Por lo cual, el cierre durante la pandemia no afectó su funcionamiento y por sobre todo, su plantel de trabajadores porque eso está garantizado por el Estado. El Prado (España), el Louvre (Francia), tenían ese modelo. Ese era el modelo del sistema de museos francés y español que es nuestro modelo, nuestro referente. Pero esos tanques comenzaron entre los ’80 y los ’90 a pensar en un gerenciamiento mixto. Por ejemplo, el Pompidou tiene un CEO y forma parte del sistema de museos nacionales pero es un monstruo, una empresa cultural. Era brutal el aporte que tenía que hacer el Estado y también era una potencia enorme de recursos: derechos de reproducción, merchandising, más los tickets. En nuestros museos el tema de tickets es un problemón. Es un tema recontra discutido. Y cada vez que el Bellas Artes quiere poner una tarifa salta todo por los aires. En la órbita de la ciudad hay un esquema que tiende a ser más mixto. 

AS: De acuerdo a un informe de la Universidad de Girona, que se hizo sobre la vuelta del público a los museos del Prado y Reina Sofía, los visitantes se mostraron contentos de regresar a los museos pese a los nuevos protocolos, y también se destaca en este relevamiento, el ingreso de nuevos públicos que antes no visitaban museos porque estaban atestados de turistas o porque tenían que hacer largas filas… ¿Se ve algo de eso en Argentina?

JF: En Argentina, estamos todavía en la fase de la corrida de proceder a las reaperturas. Hay algo que tiene que ver con la gestión dura: seguro, limpieza, personal, cuidados pero siempre en las reuniones de trabajo intentamos colar esta dimensión más cualitativa. Que nos devuelve para mí, una enorme oportunidad. Y se dio lo que suponíamos: personas que no habían visitado el museo. En tiempos de cuarentena hubo circulación de contenidos de manera virtual que puso a los museos en escena. Y hay algo en esto de mucho interés y sin tanto histrionismo. Me parece que es ocasión para meternos ahí. Y la idea del cuidado más la confianza, me parece que es un buen sistema que puede como blindar a los museos como un espacio de ocio, educación, bueno … hoy la palabra es experiencia. La palabra experiencia incluye más cuerpo en términos conceptuales, sobre todo se empleó para correr al museo de la idea de la contemplación. Un museo no es solo vista, involucra otros sentidos; que también incluyen el cafecito y el “bookstore”.

AS: La próxima semana vuelvo a visitar un museo después de 8 meses. Saqué turno, en realidad me gusta más decir: “voy a tener una cita con el museo”.

JF: Está bueno lo que decís, sobre la cita con el museo. Nosotros notamos que ya hay una atmósfera de apertura notable. Y hay una suerte de restablecimiento de cierta lógica de la vida. En Capital Federal nos tenemos que regir por el gobierno porteño o sea la normativa cuelga de Ciudad. Entonces, se creo un nuevo protocolo por el cual sugiere la reserva de turnos pero ya empieza a haber una situación que se puede regular de forma voluntaria. Por ejemplo, si alguien pasa por la vereda y quiere entrar al museo y hay espacio disponible, se le permite el ingreso a la persona. Es diferente para los otros museos más pequeños que tienen que salir a buscar su público, que te diría son la mayoría de nuestros museos.