En los barrios

Turismo en altura: Ese abrazo de cumbre (segunda parte.)

Por Maximiliano Martinto, estudiante de la carreta de Guía de Trekking, Instituto ISAUI, Villa Carlos Paz, Córdoba.

Luego decidimos salir a las 3.20 am rumbo al Plata. Esta vez lo intentamos con Félix solamente, ya que Manu había bajado a los refugios el día anterior y el trayecto de ir y volver lo había dejado agotado. Llegamos al Col y el viento era aceptable. Decidimos continuar. Pasamos por el lugar donde nos habíamos quedado en nuestro primer intento. Ese punto ya lo considerábamos un logro, había que ver solamente si la montaña nos permitiría llegar a la cima. Eso ya lo considerábamos un premio. El camino se hacía interminable. La roca suelta dificultaba el avance y la cumbre no aparecía al alcance de la vista. Aparecían las famosas “falsas cumbres”, que parecían ser la cima, pero no lo eran. Cuando ésta ya se encontraba visible, nos pesaban los pasos, la respiración era profunda y estábamos agotados, pero cada paso nos acercaba más a la meta y eso nos daba más fuerzas. Al llegar la emoción fue indescriptible: ese abrazo de cumbre, haber superado los propios límites mentales y físicos, el contemplar el paisaje circundante rodeados de glaciares y cerros nevados. Hay que estar ahí para experimentar esas sensaciones. Fue tanta la alegría que con la radio que usamos en caso de emergencia para contactar a la base, la sacamos de esa frecuencia, enganchamos “La Barra” en la fm y  bailamos un cuartetazo a 6000 metros de altura.

Sólo puedo decirte que lo intentes, que reemplaces los muros de cemento que te rodean en la ciudad, por montañas.

Volvimos al campamento con muchísimo entusiasmo. Nos recibieron unos compañeros montañistas; Rolo y Gastón nos felicitaron cebándonos unos mates. Luego de tanto esfuerzo, habíamos logrado el objetivo tan anhelado.
Al otro día, Félix inició su retorno. Manu logró hacer cumbre con Seba, otro montañista que conocimos en el campamento. Yo encaminé hacia el cerro Vallecitos (5470 msnm) en solitario, y ese mismo día bajé para desarmar el campamento con Manu, quien me esperaba para iniciar el descenso hacia Vallecitos.
Quien practica montañismo sabe que es una experiencia sumamente satisfactoria, que enaltece el espíritu y afina los sentidos, ya que cada instante todo se vive intensamente. El compañerismo, los amaneceres que hacen vibrar el alma, y por qué no también el esfuerzo y el agotamiento, que nos llevan a superar nuestras barreras mentales. La conexión total con la naturaleza que nos hace remontar a viejas épocas en las cuales nuestros ancestros “domaban” las montañas, en épocas de cazadores y recolectores. Sólo puedo decirte que lo intentes, que reemplaces los muros de cemento que te rodean en la ciudad por montañas, que sientas lo mismo que nosotros, los montañistas.