Cláudio do Couto:“El espíritu brasileño está aquí, vivo”
Cláudio do Couto no sólo se especializa en temas ambientales. Con una sensibilidad muy particular, aborda desde la literatura, la complejidad de la crisis que hoy atraviesa Brasil. En este reportaje analizamos la actualidad brasileña desde una mirada cultural, política y ambientalista.
“Parte del pueblo brasileño ya no sobrevive, parte no sobrevivirá, parte tendrá una caída importante en la calidad de vida, y una parte cada vez más pequeña, concentrará más y más recursos”.
“Las cifras presentadas por el gobierno actual son cuestionadas por el propio mercado financiero, (ver: https://www.ft.com/content/bc552d72-15cf-11ea-9ee4-11f260415385)”. Jair Bolsonaro lleva tan sólo un año en el poder, y el impacto de sus medidas se prolongarán seguramente por mucho tiempo. “Parte del pueblo brasileño ya no sobrevive, parte no sobrevivirá, parte tendrá una caída importante en la calidad de vida, y una parte cada vez más pequeña, concentrará más y más recursos”, advierte Cláudio. “El fraude y las distorsiones se han convertido en justificaciones oficiales para las ‘reformas’ que inevitablemente deprimen la economía. Pero, dado que el discurso oficial es aceptado por una gran parte de la población, incluidos los más afectados, la percepción de la magnitud del daño es pequeña y totalmente fragmentada”.
El 1% más rico concentra el 28.3% de los ingresos totales del país.
Brasil es más desigual, y esta situación genera todo tipo de violencias. Hoy, el país registra índices de indigencia récord. La extrema pobreza alcanzó en 2018 –última medición oficial- su mayor nivel desde 2012, con el 6,5 % de la población, equivalente a 13,5 millones de personas, quienes tienen ingresos menores a 1,9 dólares diarios. Brasil es el segundo país del mundo con la mayor concentración de ingresos. El 1% más rico concentra el 28.3% de los ingresos totales del país. Los datos dejan a Brasil solo detrás de Qatar, según un informe de Desarrollo Humano (ONU). “El hecho es que la población callejera ha aumentado de manera progresiva, como vemos en cualquier desplazamiento a través de las áreas centrales de las grandes ciudades; la policía mata en las afueras, con creciente impunidad y con el apoyo de parte de la población; la hostilidad de las fuerzas oficiales hacia los movimientos sociales es alarmante; y las poblaciones indígenas están claramente en riesgo de exterminio”.
“Primero, es necesario definir qué es este neoliberalismo. Nunca hubo un gobierno esencialmente antagónico al neoliberalismo”.
Uno de los males que azotó a Brasil, como a otros países de América del Sur en las últimas décadas, fue el neoliberalismo. Cláudio sugiere que en el caso de Brasil habría que pensar primero qué es el neoliberalismo y cómo funcionó dentro del país, incluso durante el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). “Primero, es necesario definir qué es este neoliberalismo. Nunca hubo un gobierno esencialmente antagónico al neoliberalismo. Lo que sucedió fue un breve equilibrio entre las fuerzas opositoras, donde un Ejecutivo de centro-izquierda negoció con un Legislativo de derecha, centro-derecha y extrema derecha, y con un Poder Judicial de derecha y extrema derecha, algunas concesiones, siempre preservando los intereses del sector financiero”. Pese a esta convivencia con un sistema que ya había sentado las bases en Brasil, durante los gobiernos del PT, las clases más postergadas pudieron escalar socialmente. “El acceso de las clases más pobres a la universidad pública, el incentivo para el desarrollo de una ciencia brasileña relevante, la explosión del sector cultural (que genera más ingresos y empleos que la industria automotriz y que varios otros sectores económicos), el aumento en el ingreso promedio y la reducción del desempleo a niveles sin precedentes, creó, al mismo tiempo, oportunidades y resistencia. Fue el único período en el que todos los sectores de la sociedad brasileña ganaron poder adquisitivo y, en consecuencia, acceso a información y bienes culturales. Por otro lado, también fue la primera vez que las clases C y D aumentaron su poder adquisitivo proporcionalmente más que las clases A y B. En un país con una cultura esclava, donde la clase B siempre ha tenido el privilegio de la educación y los mejores trabajos, y siempre pagó mal a una clase subordinada que no tenía opciones. Esto generó fuertes tensiones internas, que en un momento explotaron. También comenzó a molestar el fortalecimiento de la posición de Brasil en ciertos ejes económicos internacionales, ya que el país comenzó a competir en mercados más privilegiados, buscó la alineación Sur / Sur, fortaleció los lazos con los BRICS y reclamó la soberanía sobre sus recursos naturales, especialmente el petróleo. Como en todos los tiempos anteriores, cuando este escenario amenazaba con evolucionar, hubo un golpe de estado (esta vez con el disfraz institucional y democrático del “juicio político”), provocado por fuerzas externas con el fuerte apoyo de las clases dominantes brasileñas. Y, como en todos los tiempos anteriores, estas clases dominantes (que incluyen el oligopolio mediático) evocaron el argumento anacrónico y casi surrealista de combatir el ‘comunismo’, y movilizaron a grandes sectores de la población, con el apoyo adicional de los ‘evangélicos’”.
Bolsonaro ganó las elecciones con más del 55% y con Lula (que no pudo ser candidato) preso. Muchos de los votos a favor del ultraderechista, provinieron de las clases más bajas. Aunque en el nordeste de Brasil el PT ratificó su liderazgo. “Latransformación evita que las capas más afectadas perciban sus pérdidas. Creen, en gran parte, que están libres de una amenaza que en realidad no existía, que el país está en el camino correcto y que a través de la ‘libertad económica’ obtendrán mejores posiciones en el tejido social”.
¿Cómo sobrevive un pueblo a tanta desigualdad? ¿Qué hay sobre ese “espíritu brasileño”? “Entiendo como ‘espíritu brasileño’ la potencia creativa, la tendencia a la tolerancia, la fuerza y la belleza del mestizaje y la capacidad de absorber y transformar las más variadas culturas, según lo declarado por el movimiento ‘antropofágico’ de los modernistas brasileños durante casi 100 años”.
“Desmovilizar (y ocultar) este espíritu brasileño parece ser una parte fundamental de la estrategia del Gobierno”.
Educación y Cultura fueron los sectores más afectados por la política de ajuste de Bolsonaro. No sólo fue un recorte económico, sino también una guerra ideológica que se gestó contra estudiantes, intelectuales y artistas.
“Desmovilizar (y ocultar) este espíritu brasileño parece ser una parte fundamental de la estrategia del gobierno. El ataque directo a la autonomía de las universidades, la guerra contra el sector cultural en todas sus formas (desde la retirada de fondos públicos hasta la censura de contenidos mal disfrazada), la difusión de noticias falsas y el discurso de odio en las redes sociales y grupos de personas radicalizados. El espíritu brasileño está aquí, vivo, incluso si intentan ocultarlo. Él busca su camino de regreso a la superficie, y no puede ser contenido para siempre por esta máscara de falso moralismo, que no es la cara de Brasil”.
“En relación con la política ambiental, lo que existe hoy es un desmantelamiento deliberado y planificado de todas las protecciones”.
Bolsonaro se sumó a la mirada negacionista sobre el cambio climático, alentada por el presidente de EE.UU., Donald Trump. Desde el inicio de su mandato en enero de 2019, el excapitán anunció que avanzaría sobre la Amazonía para expandir la industria y la actividad minera, sin importar la existencia de comunidades indígenas en esa región. “En relación con la política ambiental, lo que existe hoy es un desmantelamiento deliberado y planificado de todas las protecciones. El actual Ministro de Medio Ambiente (históricamente alineado con los grandes productores agrícolas y con la minería) es condenado penalmente por irregularidades administrativas, después de haber intentado defraudar una zonificación ambiental para beneficiar a las empresas, cuando era Secretario de Medio Ambiente del gobierno del estado de San Pablo. La inspección ambiental es atacada en el discurso y en la práctica por el Presidente y el ministro, quienes han calificado repetidamente la represión de los delitos ambientales como una ‘buena industria’. Bolsonaro acaba de firmar un decreto que permite la explotación económica de las reservas indígenas, que él define como un ‘obstáculo para el desarrollo’. El gobierno actual tiene en mente un modelo de desarrollo que no funcionó en la década de 1970, y aún no ha entendido que el mundo está en el siglo 21”.
“Necesitamos crear un nuevo modelo de producción, consumo y distribución, y nuestra civilización aún no tiene el coraje de hacerlo”.
El daño climático global es irreversible. El 2019 fue el segundo año más cálido registrado después de 2016 (debido a un evento de El Niño muy fuerte), según la Organización Meteorológica Mundial. La noticia más preocupante es que la tendencia continuará, debido a los niveles récord de gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera, poniendo en peligro la vida en el planeta.
“En el camino actual de las emisiones de dióxido de carbono, nos dirigimos hacia un aumento de la temperatura de 3 a 5 grados centígrados para finales de siglo”, aseguró la entidad sobre estudios climatológicos.
“No veo una solución inminente para este punto muerto, hasta que las grandes fuerzas económicas entiendan cómo ganarán ante los eventuales cambios. Y este nuevo escenario solo será posible cuando la magnitud de los desastres haga que sea más rentable combatir el daño climático y ambiental que causarlo. Necesitamos crear un nuevo modelo de producción, consumo y distribución, y nuestra civilización aún no tiene el coraje de hacerlo”.
Cláudio do Couto es ingeniero especialista en estudios ambientales y desarrollo de nuevas tecnologías en materiales. Su pasión por la literatura y la música encuentra una válvula de escape en las crónicas sobre ciencia y comportamiento.