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Otra vez el infierno

El asesinato del militar más influyente de Irán, Qassem Soleimani, ordenado por el presidente de EE.UU. Donald Trump pone la región del golfo al borde de una guerra.

Las relaciones entre Washington y Teherán, atravesadas por el conflicto nuclear y los históricos intereses geopolíticos, empeoraron en los últimos meses pero nadie imaginó este desenlace.

Soleimani era el comandante de la fuerza élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán. Este grupo de élite constituye una de las ramificaciones de la seguridad iraní para misiones en el extranjero. Soleimani era el encargado de negociar y reforzar aliados de Teherán, en el Líbano, Irak y Siria.

Con este escenario, se pone también en juego el futuro de Washington en Irak. El ataque con drones que mató al militar iraní se ejecutó en Bagdad (capital iraquí) y además entre las víctimas se encuentra el líder paramilitar de Irak, Abu Mehdi Al Muhandis del grupo Kataib Hezbollah, a quien EE.UU. culpó del asesinato del contratista civil estadounidense. El jefe del gobierno de transición iraquí, Adel Abdul Mahdi, condenó los crímenes y calificó al bombardeo de “violación de las condiciones de presencia de las tropas estadounidenses en Irak”.

Trump justificó la operación afirmando que Irán obtuvo en los últimos tiempos cada vez más control sobre Irak. El comunicado el Pentágono que confirma los crímenes, indica que el ataque tenía fines disuasivos y que Soleimani estaba desarrollando activamente planes para atacar a diplomáticos y miembros del servicio estadounidense en Irak y en toda la región.

Luego de los crímenes, el presidente iraní, Hasan Rohani prometió “venganza”. Con esta acción, Trump espera intimidar a su rival y demostrar a sus aliados como Israel y Arabia Saudita que el poder de Washington nunca dejó de ser grande en la región.