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Panorama Político:Argentina en estado crítico, responsables e irresponsables

Macri tiene un único y mediocre objetivo: llegar al final de su mandato el 10 de diciembre.

“Si me vuelvo loco, les puedo hacer mucho daño a todos”, predijo hace un tiempo el presidente Mauricio Macri. Es lo que hace desde que perdió las PASO el 11 de agosto. No sabe ni le interesa ser segundo en nada, y ahora que sabe que inexorablemente se irá, lo hará no sólo destruyendo el espacio político que formó, sino dejando al país y las/os argentinas/os en una situación de máxima fragilidad, sólo supeditada a su único y mediocre objetivo: llegar al final de su mandato el 10 de diciembre.

El gobierno de Macri fue exitoso en algunos de sus objetivos y fracasó en otros.

Los formadores de opinión liberales, sean periodistas o economistas, reconocen a cuentagotas las consecuencias de una nueva experiencia neoliberal en el país. “El mejor equipo de los últimos 50 años”, los Ceos exitosos que “no venían de la política”, deja a la Argentina endeudada y condicionada por el FMI, con índices de pobreza cercanos al 40%, con altos sectores sociales en la indigencia, dos millones 700 mil argentinas/os que dejaron de ser clase media, con desocupación y subocupación de dos dígitos y los entramados industrial y social quebrados. Pero en general son categorizados como “consecuencias no deseadas” del modelo. El gobierno de Macri fue exitoso en algunos de sus objetivos: logró bajar el salario real de las/los trabajadores –el salario mínimo, vital y móvil quedará en sólo u$s 259 (al precio del dólar de hoy)-, jubiladas/os con el Programa Universal para el Adulto Mayor (PUAM) en u$s 148 y el salario docente en u$s 311. Y también quebró “exitosamente” el aparato productivo condicionándolo al financiero. A eso vino. Pero fracasó en su intento de conformar una nueva estructura social profundamente agrietada, como la chilena, sin clase media y dirigida por una clase dirigente de Ceos “supuestamente apolitizados”, cuando en realidad son profundamente ideologizados: neoliberales en lo económico y políticamente conservadores. No es nada nuevo en la historia social argentina, nuestra oligarquía siempre fue eso, pero se planteaba como tal y pretendía resolver ese empate histórico entre los dos proyectos económicos-culturales, ése y el popular.  

El Presidente debiera renunciar, para que se convoque a una Asamblea Legislativa, única manera fáctica hoy de adelantar las elecciones y la entrega del poder.

Producto del disciplinamiento ideológico de estos últimos cuatro años, inclusive desde la oposición se manejan con extrema cautela, y lo bien que hacen: cada día tienen que sacar chapa de “responsables”, y evitar “pisar el palito” de la trampa “abrazo de oso” en la que quiere hacerlo caer el oficialismo: lo quiere manchar de M. Tanto Alberto como Cristina Fernández, cada uno en su rol, manejan la situación con admirable equilibrio. El Peronismo siempre fue el movimiento político que trajo orden social y fue responsable en sus gestiones. Hay excepciones, claro. La más cruel, la de María Isabel Martínez de Perón. La de Carlos Menem, quien fue Justicialista, quizás haya constituido el único experimento neoliberal que haya logrado mantener el equilibrio social durante su mandato; le explotó a quien lo sucedió, el radical Fernando De la Rúa. Y por último Eduardo Duhalde, que luego de ordenar el caos recibido, vio que perdía esa capacidad de liderar y se corrió; lamentablemente dejando dos militantes muertos. Pero en general, el Peronismo de Juan Perón, Carlos Kirchner y Cristina Fernández entregaron un país ordenado, tanto en lo social como en las variables económicas micro y macro. Sin embargo, tienen que “dar señales” de ser responsables, todo el tiempo. Sólo así se explica que ni el PJ ni la CGT puedan hacer un paro en esta situación social de hambre, ni siquiera encabezar el pedido para que se declare la emergencia alimentaria y en salud. Ese reclamo lo encabeza la Iglesia – antes del Papa Francisco hubiese sido impensado ese posicionamiento- y los Movimientos Sociales, un sector que hace unos años políticamente no existía como tal. Producto de ese “consenso social liberal y conservador” logrado desde el 2016, que ahora hace agua por todos lados, sólo así se explica que no haya un clamor nacional de todos los sectores sociales para que el Presidente renuncie y se convoque a una Asamblea Legislativa, única manera fáctica hoy de adelantar las elecciones y la entrega del poder (que ya no tiene). No se puede esperar un gesto tan altruista de personas desequilibradas y egocéntricas como Mauricio Macri y varios de sus sostenes políticos, como la diputada Elisa Carrió (basta de llamarla cariñosamente Lilita), el Jefe de Gabinete Marcos Peña, el candidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto o el secretario de Cultura Pablo Avelutto. Como ejemplo va una declaración suya, para no saturar con los otros apologistas del delito social: “Ya lo vivimos en 1989 y en 2001. Ya conocimos a los pirómanos sedientos por apagar el incendio que ellos mismos generan con más nafta y más fuego. Otra vez NO.” Avelutto integró esos gobiernos.

Así, los grandes responsables de la situación crítica y devastada en la que queda el país, estos irresponsables, lamentablemente profundizarán el daño social que llevará años reparar. Cuanto más tiempo pase, peor será. En Argentina, simplificando, un mes equivale a un año. Es insólito y trágico que este calvario se eternice en el tiempo; recordemos el caso del abuelo asesinado en el supermercado Coto, el policía de la Ciudad pateando a un ciudadano que no se podía mantener en pie y la creciente crisis alimentaria. Las medidas económicas que toman son erráticas, extemporáneas y se contradicen así mismas al día siguiente. “Si gana Macri, al otro día levantan el control de cambios”, dijo Pichetto. El mismo control de cambio que antes despectivamente llamaban “cepo”. En un país que estructuralmente sufre la falta de dólares –restricción externa-, sólo los liberales ortodoxos se oponían. Ahora clamaban por esa medida, tarde, y además la presentan como momentánea. El ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, aseguró que el Gobierno está “reorientando” su política económica para “tener la chance de ir al ballotage” en noviembre. No sólo es irresponsable, sino demagogo. ¿Alguien puede pensar seriamente que con esta concepción y en este contexto una medida –no es un plan económico- pueda dar buenos resultados? ¿Hay algo más populista que dilatar un pago o prometer una limosna por dos meses hasta las elecciones? Eso sí es populista. Un gobierno popular toma medidas sustentables, con recursos de sectores con capacidad de aporte y en el contexto de un plan económico integral. El país quedará cada vez más empobrecido y los responsables son los funcionarios de este gobierno y quienes lo sostuvieron desde las distintas esferas de poder. Si no lo recordamos, en unos años volveremos a tener un gobierno neoliberal con estos mismos protagonistas, como ya sucedió en esta oportunidad. Como dijo la futura vicepresidenta en su reaparición en La Plata: “Espero que estas recetas neoliberales que nos metieron en la cabeza no vuelvan nunca más”.

La entrega del poder: veremos cuándo y en qué condiciones.

En muchas oportunidades, aseveramos desde Agenda Sur que la alianza de políticos de derecha con los poderes fácticos financiero, judicial y mediático que gobernaba el país, por primera vez en la historia respaldado por el voto popular, se valdría de cualquier herramienta para resistirse a la entrega del poder. Quienes no comulgamos con las políticas neoliberales sabemos que estos proyectos terminan inexorablemente en crisis sociales, económicas y políticas, ya que esos proyectos se desarrollan excluyendo a crecientes sectores de la sociedad, hasta que la tensión social termina quebrando el orden mínimo de subsistencia. Quizás, esperemos, nos hayamos equivocado, y efectivamente entreguen el poder, pero veremos cuándo y en qué condiciones.