Panorama Político: El virus de las presiones
Por derecha y por izquierda, ambos a contramano nuevamente de la voluntad popular, desoyen y critican al presidente Alberto Fernández. Aquellos más en cantidad y, fundamentalmente, infinitamente más poderosos. Los segundos, aún en casos muy aislados y casi insignificantes en poder político. Los primeros defienden sus intereses, como siempre, está claro. Los últimos, desde algún comunicador “del palo”, más algún que otro militante de esos que “se las saben todas” y siempre tienen la medida justa para el momento indicado. Aquí se anota, incluso, algún “Kirchnerista puro”, como les gusta definirse, claro que contrariando a la propia Cristina, quien ocupa el lugar preciso que le corresponde para fortalecer la figura presidencial. Son quienes se sienten “más “Nestoristas o Cristinistas” que la propia Cristina”. Frente a ellos, Alberto Fernández sigue posicionado en el centro de la escena, con el control absoluto de la conducción de la crisis social generada por el Covid-19. Ayer adelantó la extensión de la cuarentena brindando datos concretos, de una manera transparente y didáctica, trasmitiendo tranquilidad y firmeza a la vez. Se posicionó en lo logrado hasta aquí, que es muchísimo si se observan comparativamente los datos de los países más desarrollados del mundo, o de nuestros pares, como Brasil. “Tanto esfuerzo no fue en vano”. La sociedad ha logrado, hasta aquí, “achatar la curva” de contagios, para que cuando llegue el pico de infectados, todos y todas puedan recibir la atención necesaria. Ése el gran objetivo, y hoy por hoy, está en camino de lograrse.
En una semana que comenzó muy difícil para el Gobierno por la compra de alimentos con sobreprecios en Desarrollo Social, culminó muy bien por el mensaje y los datos brindados por el Presidente. Más allá de la tragedia social que implica para cualquier sociedad una crisis sanitaria, en Argentina existe, además, el riesgo político: el Gobierno puede llegar a sostenerse pese a una inédita crisis económica, no así si llegara a desatarse una crisis sanitaria como se ha desencadenado en otros países del mundo. Para ser claro: hay muertos en las calles, fosas comunes, cremación masiva de cadáveres, familiares que no pueden reconocer ni velar a sus seres queridos. Y no sucede sólo en Ecuador sino en la primera potencia mundial. Que no se muestren en los medios masivos de comunicación no significa que no sucedan. Vale el recuerdo de los bombardeos de EE.UU. sobre Afganistán o Irak, de Israel sobre Palestina. Son “daños colaterales, efectos no deseados”, pero no se televisan a las madres llorando a sus hijos,as. Eso es político también, es una decisión política tanto el bombardeo como lo que se comunica o se deja de comunicar. Ahora sucede algo similar con la dimensión trágica de la pandemia en Nueva York o Italia, por ejemplo. Evitar esa catástrofe social y moral es lo que se planteó el Gobierno. Como aseveró el matemático Adrián Paenza, “Alberto Fernández ha salvado miles de vidas”, y con cada día de aislamiento social preventivo y obligatorio, seguramente salvará varias más: la curva de duplicación de contagios pasó de 3.3 a 10.3 días.
Quienes no hacen caso (ni lo harán)
Si bien se suele hacer hincapié en los irresponsables sociales que incumplen la cuarentena, sea un empresario que oculta en el baúl del auto a su empleada u otro que se hace una “escapadita” en yate o en su Mercedes Benz, o una chica que se oculta en un taxi para ganar fama por Instagram cuando quiere visitar a su novio, lo cierto es que la amplísima mayoría de la población cumple la cuarentena. Es funcional al poder económico criticar esas excentricidades sin cuestionar de fondo los verdaderos intereses económicos de quienes no hacen caso (ni lo harán): los bancos, las grandes empresas, la Unión Industrial Argentina, la Asociación Empresaria Argentina, la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (aquí está Alfredo Coto, por ejemplo), la Unión Argentina de Entidades de Salud (las “medicinas prepagas”), “el Campo”. Estas corporaciones son las que no habilitan los préstamos a las PyMES, las que aumentan los precios, las que no abastecen suficientemente con bienes esenciales o las que se niegan a subordinar el sistema privado de salud al público, pero envían los test que le cobran a sus afiliados para que los realice el Instituto Malbrán.
Para no citar a los icónicos periodistas de siempre, puede escucharse a Antonio Laje en América 24 indignado porque un supuesto médico ofende a un empleado de seguridad de un barrio privado cuando no respeta la cuerentena. Totalmente de acuerdo, pero inmediatamente cita al presidente de derecha uruguayo Luis Alberto Lacalle Pou como el paradigma de la política latinoamericana porque no quiere gravar las fortunas de los grandes empresarios. Esos formadores de opinión se espantan por el robo de un “motochorro” (llamativamente en los noticieros no hay más estigmatizados “motochorros”, ¿no es cierto?), pero callan y ocultan los problemas estructurales de la Argentina: el endeudamiento externo y la fuga de capitales. En uno de sus raptos de estadista, el ex presidente Mauricio Macri había dicho que el “populismo es más peligroso que el Coronavirus”. Que estos líderes políticos y referentes de la comunicación ahora no cuestionen los males del “populismo” –despectivo de políticas nacionales y populares-, no significa que se hayan humanizado, sino simplemente que quieren que el Estado, al que siempre rapiñaron y del cual se valiaron, ahora salve a sus grandes empresas y no cuestione sus privilegios. Cuando se tocan intereses, aparece el verdadero interés de cada uno.
Los bancos no prestan dinero a las PyMEs, Dánica cierra, la empresa Penta en Quilmes echa empleados, McDonald´s, Starbucks, entre muchas otras “grandes empresas”, todos ejemplos de quienes no se “encuadran” en las políticas de Estado y desconocen la autoridad presidencial que prohibió el despido de trabajadores,as. Si un joven viola la cuarentena para hacer surf es criticable, pero esta desobediencia institucional tiene consecuencias económicas y sociales muchísimo más graves. Son las “´pujas”, las disputas por los verdaderos intereses las que están en juego. Nuevamente, los sectores populares, en términos generales, responden al “quedateencasa” o “quedateenelbarrio”, según corresponda, porque obviamente no es el mismo concepto para una familia de clase media o alta que para quienes viven hacinados y sin las condiciones básicas satisfechas. En los grandes medios, previsible y perversamente se suele igualar lo estructuralmente desigual.
El virus de las presiones también contagia; la inmunización es colectiva.
Por conducción política, y por sentido común, los gobiernos provinciales y las autoridades municipales de todos los signos partidarios siguen la línea de Alberto Fernández. En su último mensaje dejó en claro que no sólo escucha a los ejecutivos de las provincias, sino que los “contiene políticamente”, habilitándolos a que planteen “administrar” cierta distensión de la cuarentena, pero responsabilizándolos por su implementación y reservándose la última decisión. Las médicas,os infectólogas,os y sanitaristas lo avalan. Un verdadero rasgo de inteligencia y amplitud políticas, estar muy bien asesorado. Supuestamente, la cuarentena iba a ser levantada o distendida hasta hace unas horas, todos decían tener la primicia por las excepciones. Sostener la decisión de privilegiar la salud pese a las presiones económicas sectoriales, es una decisión política en sí misma y debiera ser valorada por quienes sólo ponderan las formas y el discurso del Presidente.
La etapa que se inicia será, sin dudas, la más difícil, porque vendrá el período del pico de contagios, porque el encierro agobia y porque la crisis económica aprieta. Como dijo Alberto, no ganamos “la guerra contra el enemigo invisible”, sí una batalla, pero no la más decisiva. Dependerá de todos y todas, inclusive de quienes apuestan a la desestabilización económica, aún a costa de la salud de la población. No hay dudas que los grandes poderes económicos del mundo que planteaban, por ejemplo, el desequilibrio de los regímenes jubilatorios, esta pandemia les es funcional. Para las mayorías sociales no, será cuestión de que el “quedateencasa” sea una expresión colectiva y no una más de egoísmo individualista. Ahí estarán las tensiones, las pujas. El virus de las presiones también contagia; la inmunización es colectiva.