Internacionales

Sahara Occidental, baúles del retorno

Por Héctor Bujari Santorum

El tiempo adquiere otro ritmo cuando se vive bajo temperaturas de 50 grados, rodeado de
arena y envuelto en un silencio absoluto, mientras la amenaza constante de los carceleros
se cierne sobre uno. Así es, esencialmente, el Sáhara Occidental.


A primera vista, todo parece más sencillo, a pesar de la enorme complejidad: un pueblo en
el exilio, bajo ocupación; un pueblo que lucha contra su opresor, Marruecos. Una potencia
administradora, España, que dejó de lado su responsabilidad de guiar el proceso de
descolonización. Un referéndum prometido que nunca llegó, encerrado bajo llave en los
baúles del retorno.

Los refugiados del pueblo saharaui,


Podría parecer que hablar de “baúles del retorno” es una metáfora, una ilusión pasajera.
Pero no es así. En 1991, se daba por hecho que una solución pacífica vendría a través de un
referéndum. La gente incluso fabricó baúles de dimensiones específicas, preparados para el
regreso tan ansiado. Hoy, esos baúles yacen guardados o abandonados en medio de la
“hamada” -paisaje de desierto pedregoso-, como vestigios de un sueño no cumplido: el sueño de que las familias, separadas por un muro de 2.000 kilómetros, podrían reunirse algún día. El sueño de un pueblo
atrapado en una celda con su carcelero, mientras sus seres queridos observan desde la
periferia. Cada vez que un saharaui intenta visitar a su familia, es escudriñado con miradas
ansiosas; muchos ni siquiera llegan a bajar del avión. Son enviados de regreso en otra nave, sin haber podido tocar la tierra que apenas vislumbran desde las ventanas.

Así es el desierto de “la hamada”.

Al final, las historias pueden contarse de muchas maneras. Pero creo que es honesto añadir
un toque de realidad. Les digo lo siguiente: donde hay un pueblo que no se rinde, pueden
estar la comunidad internacional, los perros del imperialismo o el carcelero, pero el pueblo
siempre encontrará el camino hacia su liberación.
No sé cómo saldremos de esto, pero tengo la fe de que lo haremos. A menudo me
preguntan por qué. El paso previo a la acción política es sentir, es estar vivo, ver una
situación claramente injusta frente a tus ojos y actuar. No hay una explicación más
sencilla.
Recuerdo una conversación hace años con un compañero que me contaba una experiencia:
él había tenido que exiliarse de su país amenazado de muerte. Sus palabras resuenan en mi
conciencia desde entonces. La pregunta que formulaba era si estaba dispuesto a llegar a la
muerte por la defensa de lo que creía adecuado. A lo que yo conteste que sí. Que las últimas
consecuencias son la sucesión lógica de una acción hasta las últimas consecuencias.
Que la muerte era un paso tan sencillo como la vida.
Hay quien interpreta esto como una celebración de la muerte, yo creo que es todo lo
contrario. Es una celebración de la vida. La resistencia es un acto que reafirma la dignidad humana.

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