Un pacto del que nadie habla pero del que depende la paz en gran parte del planeta
Por Rubén Pereyra
Hagamos la prueba. Caminemos por la calle y preguntémosle a cualquier persona, al azar, si conoce el Acuerdo Nuclear de 2015 que firmó Irán con las potencias nucleares (a saber: Rusia, Estados Unidos, Reino Unido, China, Francia y Alemania) y en qué consiste.
Seguramente 9 de 10 no sabrán de qué hablamos, o posiblemente ninguno lo sepa; pero si les preguntamos si son conscientes de que la Tierra posee material nuclear para volar en pedazos, la mayoría dirá que sí lo sabe, y que no son muchos los países que tienen ese poderoso arsenal atómico.
Desde hace algunas décadas se sabe que la República Islámica de Irán es uno de los países con instalaciones nucleares con potencial capacidad de producir uranio enriquecido para fabricar bombas nucleares.
El gobierno iraní, dirigido fundamentalmente por el ayatola Ali Khamenei y con una democracia que no funciona como tal, utiliza ese poder para negociar el levantamiento de las sanciones que rigen desde que Estados Unidos se retiró del pacto, en 2018.
¿Qué es el Acuerdo Nuclear firmado en 2015?
El acuerdo nuclear firmado por las potencias nucleares e Irán tiene el nombre oficial de Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC, o JCPOA, por sus siglas en inglés) y se logró con la intención de frenar la carrera nuclear de ese país de Oriente Medio, que rompería el equilibrio de poder en Oriente Medio y, sobre todo, dejaría a Israel con la misma o inferior capacidad armamentística que su archirrival en la región.
Casualmente Israel es uno de los países que más se oponen a la firma del pacto, porque no cree que, de verdad, Irán respete lo firmado, porque a la vez sus celosos informes de inteligencia indican que Irán nunca frenó su carrera armamentística.
Por ese motivo es que, a pesar de su alianza estratégica con Estados Unidos, Israel suele ir por la libre y realiza operaciones en territorio sirio y libanés, contra objetivos de Hezbollah, la poderosa guerrilla musulmana que responde a Irán. Los selectivos ataques israelíes nunca son reconocidos oficialmente, como el atentado contra el científico iraní Mohsen Fakhrizadeh, apodado el padre de la bomba nuclear iraní, realizado en noviembre del año pasado.
El acuerdo nuclear se firmó en Viena (Austria) en julio del 2015 y casi 10 años después de haber comenzado las negociaciones preliminares. El PAIC fue incorporado al derecho internacional a través de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
En ese acuerdo se estableció que se levantarían las sanciones económicas contra Irán, a cambio de que limitara su desarrollo nuclear, concretamente que utilizara la energía atómica con fines pacíficos y no para fabricar armas. Se consignaba allí, que Irán debía reducir sus reservas de uranio enriquecido en un 98% hasta los 300 kilos y no superar el 3,67% de enriquecimiento, entre otras medidas para limitar la capacidad de producir armamento. El Organismo Internacional de Energía Atómica vigilaría el cumplimiento del acuerdo. Hoy, para más datos, ese organismo está dirigido por un argentino, Rafael Grossi.
Todo iba bien hasta que Trump…
El acuerdo nuclear de 2015 rigió plenamente hasta el año 2018, cuando el presidente republicano de Estados Unidos, Donald Trump, decidió que era hora de terminar con la política exterior “permisiva” de su antecesor, Barack Obama, y dinamitó el acuerdo: repuso las sanciones económicas contra Irán y reforzó su alianza con Israel y su casi eterno primer ministro, Benjamín Netanyahu.
Hoy ni Trump ni Netanyahu están en el poder en sus respectivos países, pero esa sólida alianza política entre el presidente republicano y el líder del Likud en Israel pueden haber sido el principal motivo por el que Irán decidió también hacer su juego y volver a su plan nuclear.
Irán sigue sin reconocer que quiere desarrollar un arma atómica; su versión oficial es que sólo utiliza su energía con fines pacíficos, pero los informes de inteligencia tanto israelíes como norteamericanos, amén de que algún otro país árabe enemigo de Irán, indican que la República Islámica ya está a un paso de poder desarrollar un arma nuclear; lo cual, como se dijo, rompería el equilibro de poder en Oriente Medio.
En esos años de rompimiento del acuerdo es que Estados Unidos logra una de sus últimas victorias militares sobre Irán, en enero del 2020, con el asesinato de Qassem Soleimani, uno de los militares de mayor poder en ese país y de mayor influencia en Oriente Medio. Trump y Netanyahu festejaron esta victoria militar, robustecida luego con el asesinato de Fakhrizadeh.
Tiempos de cambio
El año 2021 no sólo se despierta con la continuidad de la pandemia de Coronavirus, sino que tiene en carpeta varios cambios en los países involucrados en el acuerdo. Por un lado, Joe Biden (actual presidente de EEUU) destrona a Trump y anuncia cambios en la política exterior norteamericana, a saber, el regreso al acuerdo nuclear. Además de la traumática retirada de Afganistán y el regreso del talibán al poder.
Pero además, después de 12 años, una coalición que va de derecha a izquierda –que contiene en su seno a un primer ministro de derecha, como Bennett, hasta sectores de izquierda y un partido árabe– destronó a Netanyahu y lo sacó del poder. Al mismo tiempo, en Irán asume como presidente Ebrahim Raisi, un clérigo de línea dura muy cercano y fiel al ayatola Khamenei.
El cambio fundamental respecto del acuerdo se produce en Estados Unidos, porque Israel a pesar del cambio de Gobierno sigue manteniendo su oposición, e Irán continúa con su política de que si se levantaran las sanciones económicas vigentes, regresaría al cumplimiento del acuerdo.
Los cambios políticos trajeron movimientos diplomáticos, y el resto de los países involucrados (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia y China) renovaron la ofensiva diplomática para volver a sentar a Estados Unidos e Irán en torno del acuerdo nuclear. Comenzaron las reuniones en Viena, en abril y mayo de este año, hasta que el cambio del poder en Irán trajo una pausa a las negociaciones.
Para muchos analistas, Irán no cambió de posición –que en esencia siempre es la misma, la que dicta Khamenei– sino que utiliza el “parate” como modo de presión hacia Estados Unidos, al que reclama el gesto de levantar todas las sanciones económicas –que entre otras cosas mantiene congelados miles de millones de dólares en el exterior– para entonces sí volver a sentarse a negociar en torno del acuerdo nuclear.
Estancamiento
Hoy por hoy todos están a la espera. El 12 de septiembre hubo una declaración conjunta de un funcionario iraní, Mohammad Eslami, jefe de la organización de energía atómica de Irán, y el argentino Rafael Grossi, director general del OIEA. Allí acordaron tres puntos básicos: reafirmar el espíritu de cooperación en pos de lograr un acuerdo, acordar una visita de Grossi a Teherán para mejorar la relación entre las partes y permitir a los inspectores nucleares el trabajo conjunto con la organización nuclear iraní.
Los demás países presionan por sentarse a negociar, mientras Estados Unidos dice estar dispuesto a volver al acuerdo pero las declaraciones de sus diplomáticos a veces siembran dudas, y lo mismo sucede del lado iraní.
En suma, un complicado ajedrez de Oriente Medio que se juega ajeno a sus fronteras, pero cuyos países también intervienen. Por caso, Israel ha estado firmando acuerdos de normalización de relaciones diplomáticas con varios países árabes. Los Acuerdos de Abraham, firmados en la Casa Blanca, con Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, se suman a las relaciones que el Estado judío ya mantenía con Egipto y Jordania. Luego se sumó Sudán a los acuerdos. Bajo cuerda se sabe que Israel también mantiene fluidos vínculos con Arabia Saudita, aunque formalmente la posición del reino es que sólo mantendrá relaciones diplomáticas con Israel una vez que se solucione el conflicto palestino.
Todos estos países de Oriente Medio son enemigos del régimen chiita iraní, son Estados religiosos donde la preeminencia la tiene la rama sunnita del islamismo. Son todos países con enorme capacidad militar, que empiezan a intercambiar armamento a través de acuerdos comerciales amplios, pero donde la preeminencia la sigue teniendo Israel, a partir de su indestructible alianza estratégica con Estados Unidos.
¿Y la salida?
Así las cosas, la solución parece simple: se sientan todas las potencias nucleares, levantan las sanciones y frenan el programa de desarrollo nuclear en Irán. Todos contentos.
Sin embargo, eso aún está lejano, y no es menor, porque de optarse por la solución compleja, que es que el acuerdo no se firme e Irán siga sancionado pero incrementando su capacidad nuclear, hará que Estados Unidos e Israel redoblen la presión militar sobre Irán, lo que puede desencadenar en una escalada de violencia en la región a través de Hezbollah. Más adelante se podrá hablar de consecuencias impredecibles si Irán lograra fabricar una bomba y equilibrar el poderío militar en Oriente Medio, algo que Israel ya dijo que no permitirá.
En suma, Irán y Oriente Medio no están tan lejos para el resto del mundo si de peligro atómico se trata. La paz y la seguridad tan perseguidas por la diplomacia deberán imponerse una vez más si no se pretende regresar a locuras bélicas que cuestan millones de vidas.
Los meses por venir serán muy importantes, entonces, para todos; aun para el hombre de la calle que no pudo contestar qué es el Acuerdo Nuclear firmado en 2015.