“Lo que uno hace con la escritura es darle una oportunidad a los pensamientos”
Pensar en Cuarentena
Entrevista a Silvia Gurfein, artista multidisciplinaria.
“Hasta tanto, pienso en la suerte. Y aunque no creo en la suerte, la idea me intriga. Me atrapan las sensaciones chispeantes de lo fortuito; lo contingente me parece que es la vida misma. Incluso lo accidental entrando por un resquicio, la sorpresa, lo inesperado, puede ser un regalo. Así que tal vez sí crea en ella, o por lo menos voy a dejar que me toque. La suerte como lo que no está en nuestras manos, lo que está fuera de nuestro control, como un virus. Unos protocolos para la vida cotidiana que intentan sujetar eso inasible, poner algo de dominio a semejante estropicio. En este tiempo donde la cuestión del control se puso en el primer plano de nuestras reflexiones, lo que más ansío es lo azaroso del encuentro. Nada más sorprendente que otro humano. Que nos encontremos. Eso, eso realmente sería una suerte” Silvia Gurfein; Fragmento de “Qué suerte” en “Diarios: narrativas desde el aislamiento”; septiembre 2020.
“Diarios: narrativas desde el aislamiento”, es un espacio de escritura, abierto por el CCK (Centro Cultura Kirchner), en donde artistas y escritores reflexionan sobre diversos temas. Todos están atravesados por la situación de pandemia y confinamiento. La artista Silvia Gurfein participó del desafío. Sus textos “Qué Suerte” y “Yo del mar conozco la orilla”, fueron la motivación inicial para hacer esta entrevista. Hoy, Silvia nos habla de su relación con las palabras.
AS: ¿Cómo surgieron las narrativas del aislamiento?
SG: Me invitó Liliana Viola que cura ese espacio en el CCK. En esta última tanda de textos invitaron a artistas que no fueran escritores necesariamente o sea que no tengan a la escritura como su actividad principal. Yo escribo desde hace muchísimo tiempo. Lo que pasa es que escribo siempre sobre arte. Prologo muestras o algún proyecto curatorial o mi propia escritura sobre mi trabajo. Pero nunca había escrito algo personal, con un “yo” presente. Así que, para mí, resultó un desafío grande.
AS: En esos textos aparecen temas y palabras de manera recurrente: sueño, mar, el tiempo y la suerte ¿Cómo te llevas con ellos?
SG: Son temas que a mí me interesan como parte de lo que voy pensando en mi trabajo como artista. Estos textos, lo que hacen es organizar de cierta manera, y situar esos pensamientos en este contexto. Lo aleatorio, lo inesperado, las ideas sobre control – descontrol están en mi obra todo el tiempo. Todo esto está en mi obra, sólo que al momento de escribirlo se da de otra forma.
AS: ¿Cuál es el origen del texto? ¿A partir de una experiencia personal, un sueño, un recuerdo?
SG: El origen no sé muy bien cuál es. El texto se origina en una especie de magma mental. Pero a su vez, está cruzado por una experiencia muy concreta. Cuando pensé “Qué suerte”, lo pensé literalmente así, como una experiencia. Me encontré en el taller pensando “qué suerte que ordeno ciertas cosas”. Lo que hace uno con cualquier escritura es darle una oportunidad a esos pensamientos, a que se plasmen y se desarrollen.
AS: En “Un libro de actividades”, escrito por Luciana Marino sobre experiencias de educación en el arte, contás un ejercicio que hacés con tus alumnos. Es un trabajo con las palabras y la búsqueda de significados y sinónimos a partir de la visualización de una obra o un proyecto artístico ¿Cuál es tu experiencia con ese ejercicio?
SG: Vengo dando talleres de escritura hace 10 años para artistas, y siempre vinculados a la producción de la propia obra. No son talleres literarios. Ese ejercicio que cuento es como uno de los primeros, que es el del diccionario. Estoy trabajando ahora mismo mi último texto para CCK y estoy contando sobre una experiencia que hice de pintar con un soplete de boca. Quería describir bien cómo era el instrumento. Es el antecesor del spray. Y dije: bueno, voy a buscar ya mismo en el diccionario cuál es la traducción de spray. Así escribo, así pinto. Busqué spray y encontré un tesoro: rociar, pulverizar, y yo leía pulverizar y a mí me encanta la idea de hacer estallar la pintura. Viajo. Lo que queda es esa experiencia vital de haberme conectado con las palabras. Esto ilumina un texto.
AS: En el libro de Marino destacás la importancia de que el artista tenga herramientas para escribir y recursos para poder hablar sobre sus obras.
SG: Claro, no ser hablados por otros todo el tiempo. Pero en toda la historia los artistas han escrito mucho y muy bien. Las vanguardias están sostenidas por escritos de artistas. Entonces, no es que ahora de golpe tenemos que escribir. Lo que ahora pasó, es que hay otra dinámica respecto de la demanda de los textos a partir de ciertos modelos de profesionalización. A mí me parece súper interesante lo que puede decir un historiador, un curador sobre mi propia obra. Pero también tiene que estar incluido en el cuerpo teórico de cualquier construcción artística contemporánea la voz del artista. La escritura es una herramienta de pensamiento específica, única. Hay cosas que sólo se piensan si se escriben. Y eso es una herramienta para los artistas.
AS: Volviendo al tema de los orígenes, vayamos a tu historia ¿Cuándo comenzaste a pintar?
SG: No cumplo para nada con el paradigma “desde niña pintaba”. Yo atravesé muchos campos del arte antes de llegar a la pintura. La pintura fue un encuentro de madurez, de adultez. Yo me dediqué al teatro. Mostré mi primera pintura a los 40. Hasta ese momento, era un bicho del underground, de la performance, del teatro, del video, de la música y del rock alternativo. Tuve mi banda. Empecé a pintar en el año 96, después de un evento que podría pensarse casi místico. Me enfermé, estuve con mucha fiebre, muchos días, y cuando salí de la fiebre pedí que me trajeran algo para pintar. Empecé a pintar y descubrí que había algo ahí. Y me encerré sola 4 años a pintar.
AS: Contanos cómo fue que formaste una banda de rock ¿Cómo se llamaba?
SG: Fue en el período que yo estaba viviendo con un músico. El músico era él. Yo era como siempre, más rara, y nunca ajustada del todo a los perfiles. Yo venía más del mundo del teatro. Durante todos los ´80 participé del underground porteño. Fui parte del Teatro malo con Vivi Tellas, Cemento, Parakultural. La banda era un trío, yo cantaba. Se llamaba “Respondiendo al sonido mundial”. Era rock alternativo.
AS: ¿Cómo llevás los seis meses de aislamiento ?
SG: Hay un término que encontré en inglés, el “corona coaster”, emociones que suben y bajan, parece que le pasa a todo el mundo. Yo no estoy exenta ni ajena a eso. A cierta inestabilidad emocional que produce esta contingencia global. A mí se me cruza este momento con un duelo porque se murió mi mamá hace poco tiempo. Y toda la experiencia tiene algo de duelo. Con lo triste y también con lo iluminador que es un duelo. Un duelo es un experiencia extraordinaria para el pensamiento. Es el abandono de algo para ver qué viene de nuevo. Las experiencias con el tiempo son únicas. De golpe cerrás los ojos un lunes y abriste los ojos un jueves. No entender cómo, qué estuviste haciendo, una especie de “estado de burbuja” permanente. Tengo el taller a dos cuadras, no estoy yendo. Tengo más ánimo de escribir que de pintar.
AS: ¿Pintaste durante estos últimos meses?
SG: No, estaba viendo por dónde seguir y no me puedo concentrar. No voy a forzar esa instancia del pintar. Es una oportunidad para estar flotando en la incertidumbre. Cosa que como artista conozco, sé lo que es estar en la incertidumbre.
Silvia Gurfein nació en Buenos Aires en 1959. Trabaja sobre distintos aspectos conectados con el tiempo, el sonido y la imagen en el caos visual. Indaga sobre la imagen como ausencia y como fantasma.
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