Cultura

“2023…septiembre”, muestra de pinturas de Ato Colli  inspiradas en paisajes del noroeste argentino

La muestra, que transcurre entre lo abstracto y lo figurativo,  es un recorrido compuesto por trece obras de grandes dimensiones que dan cuenta de la inmensidad y energía del paisaje. Hablamos con el autor que nos contó sobre el trabajo de ser el nexo entre esa naturaleza imponente y la creatividad artística para expresarla. Se lleva a cabo hasta el 15 en la Asociación Cultural Armenia.
Estas obras se basan en una serie de imágenes, vivencias y  sensaciones  por las que transité este 2023,  en un viaje a la Rioja y Catamarca,  provincias que me dieron espacio para pensar y sobre todo  para sentir, vivenciar. Allí, habitan miles de formas, el cielo, los colores, espejismos de lagunas blancas a 4500 metros de altura, ríos amarillos, catedrales de tierra, médanos danzantes, el viento y el sol siempre, el seco sol”. – destaca el pintor.

¿Ante el paisaje, tu pintura rompe un poco con esa arquitectura que te quiere marcar un camino, cómo definirías este estilo?

Está la discusión de si es figurativo o es abstracto, y yo creo que estoy parado justamente en la línea que divide esas dos expresiones.  Cuando pinto, me pasó especialmente en los cuadros que terminaron conformando esta muestra, al encarar la obra con telas tan grandes sucede que es la tela la que va pidiendo pintura, es la tela la que te marca su propia arquitectura. Me enfrento a la sensación de que la tela me exige. Muchas veces comienzo con un boceto y luego aparecen formas que te marcan un camino propio: colores, sombras, vienen libremente y ni siquiera estuvieron bocetadas ni nada por el estilo, solamente aparecen.
Lo interesante de esta muestra, inspirada en un viaje que hice en mayo a La Rioja y Catamarca, es que la armé corriendo contra reloj, así que me entregué a lo que emergiese en las telas, y fue mucho. Comencé “manchando” por un lado, por el otro, hasta que surgió lo vivido en este viaje.
Es una región que casi no conocía; visité lugares increíbles como Fiambalá, la parte bien alta, luego llegué a los Seismiles, esas cosas rarísimas que tiene Argentina. Después fui a Talampaya, que sumó lugares que tienen que ver con el tema de la muestra, allí me encontré con geo formas como si fueran nubes que inspiran nuevas formas.
Se da lo de la percepción que siempre trabajo en la facultad de arquitectura con los alumnos, allí todo lo que ves te dispara percepciones. En Talampaya, frente a los arbotantes me sentía ante una Catedral; por otro lado hay especies de submarinos con su torreta, en donde poses la vista se te figuran cosas. Y en esta muestra empecé a pintar con ese espíritu de soltar la pintura y que ella me muestre sus formas, escondidas en manchas. El noroeste es un lugar muy inspirador en donde el sol moldea todo, crea sombras, las mueve, las hace bailar, eso me parecía increíble.

¿Cómo te iniciaste en el camino de la pintura?

Viene de familia, mi tío Amilcar Colli fue un pintor con premios y una vasta obra. Empecé pintando con él a los 4 o 5 años, en un atelier que se había armado atrás de mi casa. Luego, ya más grande fui al taller de Jorge Pirozzi, con quién estuve 3 años. De los 14 a los 24 no pinté nada, me dediqué a estudiar arquitectura, lo que también me relacionó con este arte y, como podés ver en la muestra, la formación influye. Además, soy docente y dicto la materia Representación Arquitectónica, que es un taller en donde justamente tratamos de representar arquitectura a través de la expresión artística. Así es que estoy vinculado todo el tiempo con la pintura, el dibujo, y la representación.

¿Qué te relaciona de la arquitectura con la pintura?

Posiblemente a mí las perspectivas me salen mucho más sencillas porque las tengo más incorporadas por la arquitectura, me salen sin pensarlas. Inclusive el color al generar una sombra ya me genera una profundidad, que otro pintor como Guillermo Stein, que es colorista y busca la profundidad a través de diferencias cromáticas las tiene que resolver de otra manera. Discutimos bastante sobre eso.

¿Cómo registrás lo que vas viendo?

Siempre llevo una libreta de anotaciones, que está expuesta acá también, en donde dibujo, tomo apuntes, mancho con el dedo, mancho con tierra o tiza, y voy tomando sensaciones. Eso a campo, cuando llego al hotel lo paso a un block más grande, y ahí si meto algún oleo chiquito que llevo en los viajes, alguna acuarela. No trabajo mirando las fotos sino de lo que me quedó en el cuerpo, en la cabeza y en el primer boceto. A veces parto de pequeñas notas, del tipo: viento, agua y sol, porque era cómo la erosión estaba trabajando ese lugar, y desde esa idea avanzo en la pintura.

¿Al respecto, vas desde el color a la forma o es al revés?

Esa es otra discusión que tenemos entre colegas, sobre los colores y sus significados. Y volvemos al tema de que nada es puramente abstracto, y creo que tampoco figurativo. Creo estoy en ese medio, ese espacio entre las dos cosas, acá pasa lo mismo en donde no solo hay una interpretación de las formas sino que hay una interpretación del color. Ni siquiera cuando sacás una foto podés asegurar que ese sea el color del objeto, teóricamente es lo más parecido a ese lugar pero, por ejemplo, el día que visité Talampaya hacía calor, había viento, tenía que usar anteojos, entonces los colores fueron parte de la percepción.

¿Los colores son condicionantes?

En este lugar en particular, el cielo si tiene un carácter abarcativo, de absoluta presencia, es muy predominante. No comienza celeste en un principio como lo imaginaríamos, empieza por tener formas y texturas que traté de representar, allí lo percibí infinito, con millones de matices. Así como las noches, que en esos lugares son increíbles. El cielo es importantísimo en ese paisaje, y me gustó que estuviera ese color tan predominante.

¿Cómo te animaste a salir a mostrar tu arte?

Por un lado creo que los cuadros y las muestras se terminan cuando las presentás, ahí cerrás el ciclo.  Por otro, me parece muy bueno que la pintura sirva para debatir qué te hace sentir esa representación tamizada por el arte.  Es el no lugar. En este caso, esta muestra tiene la intención de ser un relato que te lleve a la sensación de haber visitado un lugar y la discusión, en la inauguración, pasó por los simbolismos. La muestra tiene un orden desde la entrada, con una mano que surge desde la tierra.

Hay una frase de Borges que dice algo así como que un libro se termina cuando se manda a la imprenta sino siempre se está corrigiendo. En los cuadros pasa lo mismo, con la muestra ya está, ya se laquearon, ya se mostraron, no se tocan más, ahora hay que pasar a la muestra siguiente. Llegué al extremo de separar un cuadro en dos partes a minutos de exponerlo.

¿Te referencias con algún artista en especial?

No puedo decir que tengo un referente en especial, si te puedo decir que he viajado mucho y visto mucho. Vengo de una familia viajera, y con inclinación al arte. Mi hermana, Susana Colli, es museadora y es la curadora de esta muestra. No puedo decir que algo me haya influido más que otra cosa. Hace como 4 años vi una muestra de Pollock en Liverpool que era genial, eso hizo que al volver comenzara a tirar tinta por todos lados, pero la pintura termina siendo un proceso colectivo de muchas cosas que te han interesado. Transitar esa escalera, no sé si para arriba o para abajo, es la cuestión.
Ato Colli, nació en 1970, en la ciudad de Buenos Aires, se recibió de arquitecto en la UBA. Profundizó sus conocimientos de pintura en los talleres de Amilcar Colli y Jorge Pirozzi. Realizó exposiciones como: “La profundidad del espacio” Fotografía, Pintura y objetos; “Volviste” Pintura  Espacio Artek;  “El Horizonte y sus contradicciones”; Galería Braque. En 2010, obtuvo una Mención Especial en el concurso “Bicentenario Luján es Otoño“.

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