Cultura

Ley Nacional de Danza: un reclamo justo y necesario.

Por Milena Arnaldo

Hoy es el día Internacional de la Danza.

En Abril del 2014 se presentó por primera vez ante la Cámara de Diputados el Proyecto de la Ley Nacional de Danza. En cinco oportunidades llegó al Congreso, pero en todas las ocasiones perdió estado parlamentario. El 13 de noviembre de 2019 fue el quinto intento para sancionarla. Misiones es la única provincia argentina que cuenta con una ley  para la disciplina que fue aprobada en noviembre de 2017.

La danza por su valor social requiere del apoyo y estímulo del Estado.

La danza es una expresión ancestral, que a través de la historia ha logrado mantenerse activa como elemento de socialización (en celebraciones, vida cotidiana, ritos, fiestas),  y por otro lado es una disciplina artística que requiere de formación, investigación y estudio para llegar a la profesionalización de la actividad. Es importante entender que la danza, dado su valor social y por ser creadora de valores simbólicos en la identidad de nuestra cultura, requiere del apoyo y estímulo del Estado.

Así como las áreas de música, actuación y  medios audiovisuales cuentan con una legislación, es necesario que los trabajadores de la danza también sean reconocidos por el Estado, que existan políticas que contengan el desarrollo, crecimiento y sustentabilidad de la actividad. El proyecto de ley promueve, a través de líneas de acción concretas, la investigación, la actividad artística y la difusión de la disciplina. Por ejemplo, se propone la creación de un Instituto Nacional de Danza, que se ocupe de la política integral de la danza en la Argentina.

Se busca proteger y promocionar la diversidad cultural.

Teniendo en cuenta que las manifestaciones de la cultura crean valores, es importante que exista una pluralidad de contenidos, es decir, contar con la mayor cantidad de visiones y sentidos posibles sobre nuestra realidad, para evitar la homogeneización de la oferta cultural. Actualmente existen producciones artísticas alternativas, de investigación, compañías de danza independientes que forman parte de nuestro patrimonio cultural, pero que al no ser rentables y no contar con el apoyo del Estado para poder sostener su existencia,  quedan invisibilizadas.
El fomento de la danza por parte del Estado no es solamente imprescindible para los trabajadores de dicha área, sino también para los consumidores. El hecho de presenciar una obra en directo, sin pantalla de por medio, crea una experiencia insustituible. El espectador se ve afectado por la fuerza cinética del intérprete, lo cual crea una respuesta kinestésica en el espectador, y su cuerpo se convierte en un lugar donde transcurre el hecho artístico. Esto no puede lograrse a través de una pantalla.
Las artes escénicas requieren de una producción muy artesanal ,y es casi imposible pensarlas como un producto de reproducción masiva. El trabajo del artista es un fin en sí mismo, no hay un medio para la producción de un bien. 

No se puede cometer el error de comparar la danza con las lógicas de las industrias y el mercado.

No podemos dejar que se reduzca a la danza a formatos de televisión, vaciándola de su esencia. Es un gran problema que la mayor parte de bailarines, coreógrafos y maestros, trabajen actualmente en ámbitos no oficiales por no contar con políticas públicas que organicen a los trabajadores del sector, y que  promuevan y apoyen el crecimiento y desarrollo de las artes escénicas a nivel nacional.


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