Sin permiso para resistir
Por Gabriel Katz
El permiso que deberán tramitar las personas mayores de 70 años a través de la línea 147 cada vez que quieran salir de sus casa en la Ciudad de Buenos Aires, generó dos interesantes fenómenos sociales en apenas 24 horas. Desnudó lo absurdo de la medida y los anoréxicos argumentos de sus ideólogos y redactores. Por otro lado, visibilizó en los medios de comunicación a un poderoso ejército de mayores y de defensores de sus derechos humanos.
El jefe de gobierno porteño, Rodríguez Larreta dijo que no pretende prohibir que los mayores salgan a la calle. Que no habrá multas, ni trabajo comunitario para quienes no cumplan con este nuevo protocolo. Era tarde, el daño estaba hecho.
La medida generó una lluvia torrencial de cuestionamientos entre los afectados. El movimiento gerontológico argentino, vanguardia en América Latina y reconocido mundialmente, copó los medios de comunicación con una valiente reacción que será recordada en Congresos internacionales.
Hablar de personas mayores es sinónimo de diversidad. En la ciudad viven 650 mil personas de más 65 años. Cada persona transita de manera diferente su vejez. En su gran mayoría, son independientes, y son dueñas, y dueños de sus decisiones.
Los representantes del mundo gerontológico señalaron que la puesta en marcha de la medida genera una sobreprotección que violenta la autonomía.
Ricardo Iacub, Director de la Cátedra de tercera edad y vejez, de la Facultad de Psicología de la UBA reflexionó: “¿Se terminarán las libertades públicas en pos de cuidarnos a toda costa? Sin duda, hemos cambiado muchas de nuestras miradas en pos de un valor tan preciado como la salud, pero eso, implica encerrar al otro para salvaguardarlo?”
La mirada de Iacub, uno de los gerontólogos más reconocidos del país y del continente, fue más lejos: “la suposición que trasunta es que los mayores no pueden ser convencidos. Este prejuicio viejista “explícito” y repugnante es importante que lo veamos y no creamos que detrás hay un valor de cuidado.
Iacub, puso en contexto a las palabras del defensor del pueblo de la Tercera Edad, Eugenio Semino, el primero en salir con los tapones de punta y calificar la medida de anacrónica y absurda. Semino se trepó a la tapa de los diarios remarcando que esa población “no es débil mental”.
La medida apunta, según el gobierno porteño, a minimizar la salida a la calle de este grupo de riesgo en medio de la pandemia de Covid-19. Busca que, a través del llamado telefónico para tramitar la autorización, un operador trate de disuadir de no salir a la calle. La medida, forma parte del Plan Integral de Cuidado y Acompañamiento de Adultos Mayores que asiste con la compra a domicilio de alimentos, medicamentos y elementos de primera necesidad.
La doctora Isolina Davobe, Investigadora del Conicet y principal referente de los derechos de la vejez en el país, fue otra de las protagonistas de las pantallas del viernes caliente: “Absurdo salvoconducto. Otra vez, viejismos en escena que generan estragos en los derechos de las Personas Mayores. Una cosa es acompañar y otra muy distinta es controlar a las personas en riesgo y no respetar la capacidad de decisión y autocuidado de las personas mayores”.
No es posible diagnosticar cuál será el costo político que le generará la medida al Jefe de Gobierno de la Ciudad, porque la dinámica del virus volvió más voraz que nunca el consumo de noticias, pero lo que si sabemos, y se comprobó en los medios de comunicación, es que las Personas Mayores de la Argentina tienen quienes las y los defiendan. Mujeres y hombres que forman parte de un movimiento, dinámico, pujante, organizado y reconocido mundialmente. Son luchadoras y luchadores por los derechos de los más grandes de nuestro país. Toman por asalto la palabra, muestran todo su prestigio y sobre todo, sus ideales.