En los barrios

Turismo en altura: cuando la montaña dice “no”

Por Maximiliano Martinto, estudiante de la carrera de Guía de Trekking, Instituto ISAUI, Villa Carlos Paz, Córdoba.

En octubre de 2017 compartimos un viaje a Mendoza con Félix, un amigo que había conocido en Tailandia, dos alemanas, Meli – Juli y Remi, francés, y otros amigos, Hernán y Sebastián. En ese entonces coronamos la cima del Pedro Zanni (4200 msnm*). Durante el descenso veníamos planificando con Remi y Félix nuestro próximo cerro, y los tres consensuamos que intentaríamos el ascenso al Cerro Plata (5960 msnm), el cerro más alto del cordón homónimo que forma parte de la Cordillera Frontal.

la aclimatación es fundamental para realizar lo que se denomina “alta montaña”.

Nos pusimos de acuerdo y decidimos intentarlo en enero del 2020: organizamos el equipo, las comidas, planificamos el itinerario con los días disponibles y arrancamos camino a Vallecitos, un centro de esquí ubicado a 80 Km de Mendoza.
La primera noche descansamos en uno de los refugios a 2900 msnm. Al día siguiente, arrancamos rumbo al primer campamento, Veguitas, ubicado a 3200 msnm, con todo el equipo dentro de la mochila: bolsa de dormir, carpa, abrigo, anafe para cocinar y comida para ser autosuficiente durante 10 días. Allí aparece Manu, que había ido desde Rio IV con el mismo objetivo, y coloca su carpa junto a la nuestra y nace una nueva amistad. También conocemos a Nano, quien estaba aclimatando para el Aconcagua; la aclimatación es fundamental para realizar lo que se denomina “alta montaña”. Nuestro organismo no está acostumbrado a permanecer a estas alturas debido a que la presión atmosférica desciende a medida que ascendemos. Por este motivo, hay que ser muy cautelosos y realizar los ascensos de manera progresiva. De este modo funciona la aclimatación, dándole tiempo al cuerpo de acostumbrarse al cambio. De no realizar dicho proceso, pueden aparecer los síntomas de “mal de altura”. Primero un dolor de cabeza, que si se intensifica puede generar mareos y vómitos. Si se presenta este cuadro, es necesario descender, ya que puede evolucionar y generar un edema pulmonar o cerebral y causar la muerte.
Al día siguiente decidimos ascender al cerro Adolfo Calles (4210 msnm) y Stepanek (4195 msnm) desde Veguitas, y allí comenzamos nuestro proceso de aclimatación. Los alimentos son de marcha, es decir, no almorzamos pero vamos comiendo turrones, frutas secas, galletitas. Es fundamental la hidratación, incluso para la aclimatación, ya que a estas alturas y con el nivel de exigencia física, el corazón trabaja mucho más y la sangre se hace más espesa al generar mayor cantidad de glóbulos rojos. Cumplida nuestra meta, volvemos al campamento para una cena suculenta y un merecido descanso.

Les advertí a mis compañeros que era una locura hacer 1700 metros de desnivel en un día.

A la mañana siguiente, arrancamos rumbo al próximo campamento: El Salto de Agua (4200 msnm). Debido a que el agua no estaba en buenas condiciones allí, decidimos ascender al campamento contiguo “Salto Superior”, que tenía agua de vertiente y se encontraba en óptimo estado. Al día siguiente nuestro objetivo sería descansa para lograr subir al Col y volver. Un “col” en la jerga montañista es un “collado”. Se trata de una arista que separa dos valles. En este caso se encuentra a una altura de 5160 msnm. En el salto aprovechamos para averiguar el pronóstico del tiempo que parecía bastante alentador. La semana anterior no había sido tan prometedor en este sentido, ya que había destrozado cinco carpas y las esperanzas de andinistas de lograr la ansiada cumbre en el Plata.
Luego del desayuno arrancamos camino al “col” a las 4.22 AM.  Llegamos a las 6.50 AM y las condiciones no podían ser mejores: no soplaba nada de viento. Otros montañistas nos contaban lo intenso que suele ser el viento allí arriba, al ser una zona que no está resguardada: vientos de hasta 100 Km/h que obliga a hacer cuerpo a tierra y agarrarte de las piedras para que no ser arrastrado. Visto que las condiciones eran óptimas y que estábamos muy bien física y mentalmente, decidimos “atacar” el cerro ese mismo día. Antes de salir, les advertí a mis compañeros que era una locura hacer 1700 metros de desnivel en un día, pero en ese momento estábamos muy motivados. Al continuar ascendiendo, a los 5400 msnm, los tres empezamos con dolor de cabeza. Ninguno de los tres nos habíamos expuesto anteriormente a tal altura. Decidimos parar y descansar. Luego que el dolor apaciguara, continuamos. La situación era desalentadora: el dolor persistía y empeoraba. Durante el agobiante ascenso nos encontramos con un brasileño que volvía de hacer cumbre en solitario. Nos dijo que estábamos cerca y nos dio ese aliento que tanto necesitábamos. Mientras él seguía su camino de descenso, nosotros decidimos juntar fuerzas y continuar, pero a los 5600 msnm el dolor era tan intenso que no nos dejaba avanzar. Frustrados y desmoralizados y desalentados, nos miramos entre los tres y decidimos priorizar la seguridad y regresar. Los síntomas de mal de altura empeoraban, y es en ese momento que uno tiene que actuar con discernimiento por más que la motivación sea grande. El regreso fue silencioso; nadie decía una palabra. Estábamos los tres meditando nuestra derrota. Nos faltaban tan solo 360 metros de desnivel para alcanzar la cumbre, pero éramos conscientes que habíamos hecho mal las cosas, ya que no respetamos el plan original de llegar al “col” y regresar al campamento que era parte de la aclimatación. La montaña nos dijo que “no”, y con justa razón. Nunca se debe subestimar su poder. De regreso en el campamento, descansamos. Al otro día también sería para recuperar fuerzas, ya que el desgaste físico había sido muy grande.