Vida monstruosa
Por Verónica Scardamaglia Lic. en Psicología esp. en Educación (MN 20000)
Hay normalidades y clasificaciones que sitúan con el calificativo monstruo a aquello que no entra en clasificaciones, taxonomías, expectativas o catálogos. A eso inclasificable, raro y, por ello, incómodo. A aquello que sorprende, porque quien escucha un hablar fuera de surco (fuera de normas gramaticales), escucha delirios y necesita diagnóstico y tratamiento. Esas escuchas, quizás entienden y temen que “lo monstruo” se transforme en una nueva jerarquía que las deje afuera, a las normalidades, que tanto adentro necesitan.
¿Cómo imaginamos ese mundo en el que vivan esas vidas monstruo?
Imaginemos una vida monstruosa.
Un mundo en el que existan países que tengan ministerios que implementan como políticas de seguridad y prevención, la capacitación en el uso de pistolas taser para bajar las tasas de robo, delitos e inseguridad.
Un mundo en el que existan formas de prevención y de educación sexual en las que se enseñe de quién hay que cuidarse, a quiénes identificar cómo anormales y cómo actúan. Que expliquen en cada manual, en cada jornada, en cada taller, en cada capacitación, en cada aula, cómo se ejercen, paso a paso, las violaciones y abusos, qué sienten las víctimas, qué dicen y qué hacen los victimarios. Que aborden la drogadicción en cada manual, en cada jornada, en cada taller, en cada capacitación, en cada aula, explicando cómo se llama y qué produce en el organismo cada una de las sustancias inventadas o por inventar.
Un mundo con países que tengan ministerios de ambiente que aprueben y legalicen el uso de agrotóxicos. Una vida que se viva en un mundo en el que existan algunas empresas-laboratorios que oculten claves para prevenir enfermedades dolorosas como el alzheimer.
Países con ciudades donde las ratas ocupen escuelas. Donde las garrafas estallen en las escuelas. Donde en las escuelas se recurra a la policía cada vez que se necesite ayuda y protección.
Países que construyan muros y campos de concentración para quienes se atrevan a cruzar fronteras. Con leyes que encarcelen y enjuicien a quien se atreva a dar agua y comida a esxs atrevidxs.
Ciudades donde las muertes por cáncer, por ACV, por hambre o por frío, se sucedan casi todos los días sin inquietar a nadie. En las que se avale el trabajo infantil como forma de prevención a las drogas y al robo. Y existan agentes ajusticiadores camuflados que castiguen y golpeen a aquellas parejas consideradas extrañas si las encuentran besándose por la calle o en algún bar.
Si la imaginación nos acompaña, podemos pensar así una vida monstruosa que se viva en algún mundo posible.