El fracaso escolar y su relación con las políticas educativas
Por Damián Fernández Alberti Lic. en Psicología (UBA) M.P 0634
Si tomásemos en cuenta su desarrollo, no sería legítimo adjudicarle al niño exclusivamente el fracaso escolar.
Para poder hablar y problematizar sobre el fracaso escolar es necesario pensar a la escuela como proyecto social. Esto implica tener en cuenta el aspecto constructivo de esta institución, su carácter político original relacionado con el surgimiento de los estados modernos, y la consecuente emergencia de la noción de niño, visto como dócil y educable, entre otros tantos elementos. Pues no debemos olvidar que es en el pasaje del siglo XIX al XX donde la escuela se expande como forma educativa hegemónica en todo el mundo, para luego invisibilizarse su conformación como proyecto social.
Sólo de esta manera quedaría develado fundamentalmente el carácter de invención que el dispositivo escolar porta.
Si tomásemos en cuenta su desarrollo, no sería legítimo adjudicarle al niño exclusivamente el fracaso escolar, como tantas veces se hizo y se sigue haciendo, bajo formulas reduccionistas y negativas (el niño no quiere aprender, el niño tiene mala voluntad, el niño es incapaz) ya que la escuela propone modos de enseñanza particulares, entre otros posibles. Es decir, el fracaso escolar no necesariamente se corresponde con un fracaso intrínseco al “sujeto educativo”, a la vez que el éxito escolar muestra correlaciones bajas con el éxito profesional.
El fracaso y el éxito escolar es una construcción-resultado de cómo se desempeñen los niños en ese dispositivo específico, que es la escuela.
Tal como señala el programa de investigación de profesionales de la Universidad de Pernambuco (cristalizados en una publicación de Terezinha Carraher, Analúcia Schliemann y David Carraher bajo el nombre “En la vida diez, en la escuela cero”) es necesario distinguir entre “inteligencia académica” e “inteligencia práctica”. La primera sería evaluada por las pruebas de inteligencia, mientras que la segunda seria resultado de la adaptación a las exigencias de la vida cotidiana.
Según las experiencias realizadas por estos autores, lo aprendido en la escuela y en la vida cotidiana no diferirían en su base conceptual. Por tanto, si, como muestran estos autores, la situación social en que el individuo actúa influye en sus objetivos, luego el fracaso y el éxito escolar es una construcción-resultado de cómo se desempeñen los niños en ese dispositivo específico, que es la escuela.
Para finalizar, hay que subrayar que la idea de fracaso escolar, en sí y por sí, no significa nada sin el correspondiente marco teórico que dé cuenta de ella.
Por ello las políticas educativas deben contar con una labor deconstructiva para poder generar las adaptaciones necesarias a los nuevos requerimientos, y así darle tratamiento a las nuevas variables de época que atraviesan inevitablemente a la institución educativa y producir un viraje en los modos de abordar el llamado fracaso escolar.