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Panorama Político: Por las buenas o por las malas

Juntos por el Cambio (Cambiemos) y el Frente de Todos (PJ-K-Frente Renovador) expresan dos proyectos de país ideológicamente opuestos.

Llegó el cierre de alianzas con sorpresas importantes que clarifican que en el escenario electoral habrá dos grandes proyectos en disputa, como lo hubo a lo largo de toda la historia de la Argentina. Quizás ahora la novedad es que queda explicitado en dos frentes electorales, uno de derecha y otro de centroizquierda.

Es cierto que los partidos tradicionales están en crisis o desbordados hacia ambos lados de los posicionamientos políticos. No así que las ideologías hayan muerto. Muy por el contrario, Juntos por el Cambio (Cambiemos) y el Frente de Todos (PJ-K-Frente Renovador) expresan dos proyectos de país ideológicamente opuestos basados en dos modelos económicos diferentes de acumulación: uno en la valorización financiera, con los grandes exportadores de productos primarios y el alineamiento con los grandes poderes trasnacionales (FMI-EE.UU.-Multinacionales): un país restrictivo, para pocas/os, pensado “desde y hacia afuera”. “Lo que tenemos que hacer es bajar los costos, y los salarios son un costo más”, supo decir el actual presidente Mauricio Macri. No se piensa en el mercado interno, por eso el pueblo se tiene que acostumbrar a vivir con poco. Los comercios cierran y el 40% de la capacidad instalada de las fábricas está ociosa. ¿Para qué vendrían inversiones productivas entonces? Sí especulativas, que “valorizan” su dinero especulativamente.

EE.UU. y el FMI apoyan como nunca jamás a un Gobierno “financiando” la campaña de Macri y el “default”, porque saben que después lo cobrarán con recursos naturales y mayor dependencia

En el otro extremo, un modelo de acumulación productivo, inclusivo, donde el mercado interno es central porque está pensado “desde y hacia adentro”. Aquí no sólo es deseable, sino necesario, que las/os trabajadoras/es reciban un buen salario porque son quienes van a consumir lo que las PyMEs produzcan. Así se llegó a tener hasta 2015 (casi) pleno empleo, con salarios y jubilaciones que le ganan o, en algún año puntual, le empatan a la inflación, pero nunca con paritarias por debajo de los índices inflacionarios. 

Estos modelos siempre estuvieron en disputa en Argentina y ninguno de los dos logró convertirse en el “hegemónico”. Ésa es la particularidad de nuestro país, y es lo que se “juega” en esta elección. Por eso EE.UU. y el FMI apoyan como nunca jamás a un Gobierno “financiando” la campaña de Macri y el “default”, porque saben que después lo cobrarán con recursos naturales, mayor dependencia y con uno de los países más importantes de América Latina totalmente disciplinado (el más grande, Brasil, ya fue “ordenado” con Jair Bosonaro, quien, obviamente, apoya decididamente a Macri).

Este proyecto de derecha sólo había podido tomar el poder con golpes de Estado o con el llamado “fraude patriótico” en la década de 1930, hasta que se conformó Cambiemos, una alianza democrática en 2015. Y como históricamente hubo un 25-30% de argentinas/os de derecha, siempre van a tener ese caudal mínimo de votos por más impopular que sea la gestión.

Pichetto llegó por descarte, no suma votos, pero anticipa cómo el Gobierno va a querer retener el poder.

Así se explica porqué Miguel Ángel Pichetto es el candidato a vice de Macri: están en el mismo posicionamiento ideológico, no son todos “los progres” del Peronismo ni todos los “conservadores” del Radicalismo, ahí es donde las estructuras partidarias se “agrietan”. Pichetto no aporta votos ni presencia en “los territorios”.  Llegó por “descarte”, luego que ningún radical se haya querido inmolar en una fórmula que hoy tiene más para perder que para ganar. Y si así fuera, quedaría “pintado” dentro del esquema de poder PRO puro. Tampoco aceptó Juan Manuel Urtubey, mucho menos Juan Schiaretti y ni que hablar Sergio Massa (querían que fuera precandidato en la misma lista que María Eugenia Vidal a la gobernación). Entonces apareció Pichetto, quien le “suma” más de lo mismo: el establishment de EE.UU. y contactos con el Poder Judicial de Comodoro Py. Cuidado, no es menor: anticipa cómo va a jugar el Gobierno para retener el poder político, si es que no puede hacerlo por la vía electoral. Las estrategias de dominación están diagramadas por EE.UU. para toda la región: incluyen golpes blandos (Honduras o Bolivia), proscripciones (Lula da Silva), golpes parlamentarios (Dilma Rousseff en Brasil o Fernando Lugo en Paraguay), prisión para los candidatos (Lula) o prohibición del regreso a su país (Rafael Correa en Ecuador), escuchas ilegales (Brasil).

Sergio Massa se definió y jugará con el Frente de Todos, resta saber si en una interna o como primer candidato a diputado nacional, lo que lo catapultaría a la presidencia de la Cámara de Diputados; negociaría con los gobernadores, tendría “territorio” en la pcia. de Buenos Aires y estaría en la línea de sucesión presidencial. Toda esta movida, y la del oficialismo, son efectos de la estratégica decisión de Cristina Fernández de Kirchner de ir como vice de Alberto Fernández. Ella sabía que podría llegar a ganar, pero que le iba a resultar casi imposible gobernar, por eso sentenció que “es necesario un contrato social de todos los argentinos y argentinas”.

En la angostísima avenida del medio, a contramano de la gente que va para uno u otro lado, quedaron Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey (vice). En las PASO y en una primera vuelta perjudican a Macri, ya que son más votos de él que de Cristina. En una hipotética segunda vuelta, es al revés, lo benefician porque esos votos se volcarían más hacia la mano derecha. Con José Luis Espert sucede lo mismo.

Cambiemos perdió en casi todas las provincias, tres capitales y 690 mil votos.

A la Izquierda, quedó Unida una gran parte con el MST (el troskismo que apoyó a la Sociedad Rural); el Nuevo MAS va por otro lado y Julio Zamora más allá aún. En un año en que el troskismo retrocede en las elecciones provinciales, intentaron unirse y lo lograron (casi) todos. El grueso de este espacio vota orgánicamente en blanco en un ballotage. Los “sueltos” pueden apoyar a Fernández, cortando boleta en una primera vuelta o en mayor medida en la segunda. A Macri, ninguno.

Más elecciones provinciales, más cachetazos para el Macrismo, lo que indica, una vez más, que el fuerte de Cambiemos no es electoral. En San Luis reeligieron a Alberto Rodríguez Saá, el primer gobernador que apoyara a Cristina en 2016. Si se le sumaran los votos de su hermano Adolfo, casi el 65% votó Peronismo. En Formosa, Gidlo Insfrán fue reelecto con el 72% e irá por su séptimo mandato; Cambiemos poco más de 25%. En Tierra del Fuego, Gustavo Melella (radical cercano a Cristina) le ganó con más del 50% necesario para la primera vuelta a Rosana Bertone, quien se había ligado a F-F aunque durante su gestión había sido muy amable con Macri. Entre los dos, sumaron el 90% de los votos. Aquí, la pelea de Cambiemos, con sólo el 5%, es ganarle al voto en blanco . Y lo más trascendental: el Peronismo le arrebató la pcia. de Santa Fe al Frente Progresista que gobernaba desde hace 12 años, que sí logró retener Santa Fe y Rosario. Omar Perotti jugará más o menos abiertamente por F-F, pero pateará para ese lado. Allá lejos, con menos del 19%, quedó José Corral, el candidato de Macri. Cambiemos perdió en casi todas las provincias. Sólo triunfó en Jujuy (aún aquí perdió 15 puntos), en Corrientes (donde no se elegía gobernador) y en las PASO de Mendoza. Dilapidó tres capitales, Córdoba, Santa Rosa y Paraná. Sumó casi 690 mil votos menos, cuando el ballotage del 2015 lo había ganado por 679 mil. En 10 provincias triunfó el Peronismo y en tres partidos provinciales, que, como suele suceder, se paran de la vereda donde sopla el viento. Y hoy los vientos no favorecen al oficialismo nacional. Inclusive hasta las “boletas cortas”, que no llevan candidato a presidente, pueden en algunos casos beneficiar a F-F, como en Córdoba. En una provincia que fue vital para Cambiemos, ese “dejar jugar” de Schiaretti permite que intendentes y la militancia trabajen para el Peronismo.