Actualidad política

Panorama Político: Un Gobierno de transición, en un momento de transición

El Gobierno Nacional es un Frente, donde hay visiones distintas, no de diagnóstico de la situación actual, pero sí de las salidas y, fundamentalmente, de los ritmos e intensidades que hay que impregnarles a las políticas públicas. El diagnóstico de un país devastado por cuatro años de neoliberalismo es compartido por Todos los integrantes del Frente. Pero Argentina que quedó totalmente condicionada por el endeudamiento externo y la destrucción del aparato del Estado, y pareciera que algunos de los/as representantes ya no lo dimensionan en su justa medida. Más aún si, además y como si fuese poco, hay que sumarle el costo económico, político y social de la pandemia del Covid-19. Hasta aquí, el Gobierno inyectó muchísimo dinero para la contención social y para la ayuda de las empresas con los pagos de los salarios, reconstruyó el sistema de salud salvando miles de vidas y otorgó medicamentos gratuitos a las/os jubilados, entre otras grandes medidas. Fuera de ello, cada una de las iniciativas trascendentales que intentó tomar Alberto Fernández, se encontró con una resistencia de los poderes fácticos muy importante, que marca la dimensión del peso político y económico que tienen.
El gobierno de Alberto fue estratégicamente pensado por Cristina Fernández como uno de transición entre dos proyectos políticos en disputa histórica: uno neoliberal para pocos, y otro popular que definitivamente incluya a todas/os. Para eso había dos condiciones necesarias: ganar la elección y poder gobernar después. Con ella sola no alcanzaba para vencer a la derecha, y muchísimo menos, aunque sea contrafáctico, para gobernar con el 35-40 por ciento de los votos. La derecha sí puede hacerlo, y con menos aún, porque a ello le suma los poderes financieros, judicial, mediático e internacional. Pero para un gobierno popular la situación es radicalmente opuesta: sólo cuenta con el apoyo popular, y si cae por debajo de ese nivel de acompañamiento, cae el Gobierno. ¿Cómo se explica, si no, que se sostengan Sebastián Piñera o Jair Bolsonaro con el genocidio que desataron en Chile y Brasil respectivamente? ¿Por qué fue derrocado Evo Morales en Bolivia con el 50 % de los votos? A los primeros los sostienes los poderes interno y externo; al segundo lo voltearon.

Uno de los puntos fuertes del Peronismo es la movilización popular, pero ahora no la puede usar y sí la aprovechan los anticuarentenas. Entonces el Frente de Todos no se puede dar el lujo de, además, también resignar la agenda política.

Esto que pareciese fácil de entender, no se dimensiona en su justa medida. No es un gobierno revolucionario, jamás se planteó de esta manera, y lo más importante, el pueblo no votó un proyecto ni un candidato revolucionarios. Además, ese equilibrio entre el Frente de Todos y los sectores de la oposición de Juntos por el Cambio que tienen responsabilidad de gestión, es lo que la gente más pondera. Por eso los tres ejecutivos, Nación, provincia de Buenos Aires y Ciudad tienen altísimos niveles de aceptación frente a semejante pandemia y la crisis consecuente. El Gobierno es de transición entre dos proyectos, hay dos salidas posibles: mayor concentración económica o un proyecto inclusivo. Y está en un punto de inflexión, tensionado y condicionado.  Para que no le suceda lo que hasta aquí pasó con Vicentin, el impuesto a las grandes fortunas y la reforma del Poder Judicial, por citar tres ejemplos, debiera dar las batallas de a una, y a fondo. De lo contrario, paga los costos, no obtiene réditos políticos y, lo que es peor, las medidas no salen. Ese desgaste, a mediano plazo, se paga.

Esas diferencias en las intensidades y “velocidades” en la implementación de las medidas se hicieron visibles esta semana. “Sentó en su mesa a todos los que explotan a nuestros trabajadores”, sentenció ese faro político-moral que es Hebe de Bonafini cuando Albertó sentó a su lado a seis de los empresarios más importantes del país. “El problema es que nos hagan creer que eso hace imposible nuestra convivencia. Cuando nos convencieron de eso ganó Macri, nunca se olviden”, definió el Presidente.  No está mal que se manifiesten esas posturas si es para marcar una agenda progresista. Sí si deja espacio para que la agenda reaccionaria gane más espacios en los medios. ¿Es para instalar la reforma judicial o para ver si el Gobierno es “demasiado centrista”? Uno de los puntos fuertes del Peronismo es la movilización popular; la calle es un escenario propio, pero ahora no la puede usar por la pandemia y sí la aprovechan los anticuarentenas que no tienen nada que perder. Entonces el Frente de Todos no se puede dar el lujo de, además, también resignar la agenda política. Instalar la propia para no usar la derecha es el primer paso, indispensable, para ganar la discusión.

Esas diferencias en las intensidades y “velocidades” en la implementación de las medidas se hicieron visibles esta semana.

En ese sentido, la comunicación centralizada casi exclusivamente en la figura presidencial empieza a generarle más costos que réditos. En el último anuncio hubo un error no forzado claro: Alberto es el Presidente, sólo él puede tener la bandera argentina detrás en un primer plano. No Horacio Rodríguez Larreta. De lo contrario, se los iguala. Y eso sucedió. Punto ganado para el Jefe de Gobierno. El equipo de comunicación lo hubiese resuelto con una bandera de la Ciudad detrás suyo y la de la provincia de Buenos Aires acompañando al gobernador. O nada, o no un primer plano, pero no así. Además, el exceso de apariciones públicas en los medios hace que Alberto quede expuesto con el tema de Vicentin que, además, reinstaló con el reconocimiento del error.

La otra oposición (¿interna?)

Eduardo Duhalde es como el sol; siempre está. Le acercó “desinteresadamente” al Presidente una carta –entre todas las que recibió esta semana-. En ella le ofrecía acercar a cierta parte del establishment local a cambio de que lo conduzca, -sin Cristina-. Junto a su firma, la de Eduardo Menem y Patricia Bullrich. ¡NO, gracias, “Cabezón”!  No alcanzaba sólo con ella, pero sin ella no se podía. De todos los votos aportantes a la fórmula ganadora, los del Kirchnerismo fueron los más caudalosos; aproximadamente un 37 %. Y esa disputa-tensión es lo que si vio esta semana. Cristina también lo recordó citando un nota del periodista de Página 12, Alfredo Zaiat, quien correctamente criticó a aquellos empresarios por jugar en contra de los intereses nacionales. Así había quedado patentizado  cuando la Vicepresidenta hizo el traspaso simbólico “del poder popular” el día de los festejos por el triunfo el 10 de diciembre pasado en la Plaza de Mayo: “Confíe en su pueblo, nunca traiciona, son los más leales, sólo pide que los defiendan y representen”. Alberto había dicho: “Tienen en mí la certeza de que nunca los voy a defraudar. Y si alguna vez me ven claudicar en algo de lo que les he dicho, salgan a la calle y recuérdenmelo”.  Los mensajes mediáticos, si son para marcar agenda, suman, y más cuando el pueblo no puede movilizarse. Si dejan resquicios para la derecha, restan.

No es casualidad que el elegido Presidente sea alguien que reunió y concentró a ambos sectores: que estuvo con Néstor y Cristina, pero también con Sergio Massa.

Por otro lado, están los sectores más duros de Juntos por el Cambio que continúan con su apuesta: el desborde del sistema de salud. El diputado nacional Macri-PRO purísimo Fernado Iglesias, afirmó: “”Es hora de guardar las cacerolas”, acompañado de una foto de una ametralladora. Ya fue denunciado, no alcanza. Sería bueno que fuese expulsado de la Cámara para que verdaderamente fuese Honorable; difícil. Eso es lo que está detrás del “levanten todo; queremos libertad”. Producto de la presión económica y el cansancio social se flexibilizó la cuarentena en el momento de más muertes y contagios. El riesgo a que se desborde el sistema de salud está, como sucedió en muchas partes del mundo. Ante ello, en el Gobierno, si fuese necesario, creen que tienen el “plafón” político para una cuarentena estricta a rajatabla; todos en sus casas, en serio, sin “licencias” formales ni informales. El riesgo es alto, pero se tomó. La peor decisión política hubiese sido una que socialmente no se cumpla, o que se tomen medidas diferentes en CABA y el Conurbano bonaerense. Ese error no se cometió.

Máximo es, quizás, quien mejor sintetice el momento político: es Kirchner y construye “codo a codo” con Massa.

Gobierno de transición, en horas decisivas. Es tiempo de tomar “una” decisión simbólica y efectivamente fuerte a favor del sector que votó a Alberto y para el cual él gobierna. “Sé quiénes me votaron y sé qué país quiero”, recordó. En este camino hay dos opciones, izquierda o derecha. Como venimos de un gobierno neoliberal, no tomar una definición es mantener el status quo, esto es, “conservador” de los intereses concentrados. El rumbo hasta aquí fue el correcto. El ritmo es discutible y tiene que ver con la correlación “precaria” de fuerzas. El Frente es de Todos los que lo votaron, desde el Kircherismo al Massismo, pasando por el “centro” Albertista. No es casualidad que el elegido Presidente sea alguien que reunió y concentró a ambos sectores: estuvo con Néstor y Cristina, pero también con Sergio Massa. Máximo es, quizás, quien mejor sintetice el momento político: es Kirchner y construye “codo a codo” con Massa.