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Entrevista al Fiscal Federal Federico Delgado.

La justicia, entre abogados inescrupulosos y servicios de inteligencia.

Desde que el Fiscal Federal Federico Delgado ingresó con 19 años, como meritorio al sistema judicial argentino, dice que “siempre hubo “giradores”, personas que venden falsas influencias, como los abogados inescrupulosos; pero el sistema se perfeccionó adquiriendo una dimensión más grande. Una articulación de intereses que excedió a los abogados inescrupulosos, donde se metieron periodistas, servicios de inteligencia, dirigentes políticos, empresarios, algunos jueces y fiscales, empleados de tribunales”. Así se conformó un “mercado paralegal altamente remunerativo”, con delincuentes que ofrecen influencias y “que requiere de la complicidad estructural de los ciudadanos. Según Delgado, “con concursos de designación de jueces, donde algunos servicios de inteligencia metieron la cola”, se conformó una justicia argentina “bastante porosa a la penetración de intereses particulares”.

“Siempre hubo “giradores”, personas que venden falsas influencias, como los abogados inescrupulosos; pero el sistema se perfeccionó (…) Así se conformó un mercado paralegal altamente remunerativo.”

Relajado, de jean y zapatillas, el fiscal Delgado recibe a Agenda Sur en el típico bar “Varela Varelita” de la Ciudad de Buenos Aires. Allí saluda al mozo con un tono campechano que lo aleja de la formalidad de Comodoro Py. Es uno de los 12 fiscales federales de la Argentina, aunque se lo tilde de disruptivo para la “familia judicial”. Así se lo hicieron saber abriéndole un expediente por haber avanzado en la causa Odebrecht, donde se involucraba al jefe de la Agencia Federal de Investigaciones, Gustavo Arribas. Asimismo, el abogado Víctor Stinfale lo denunció en el marco de la investigación que Delgado llevaba adelante por las muertes de cinco jóvenes en la fiesta de música electrónica Time Warp. Cuando se habla de persecuciones y de la influencia de los servicios de inteligencia, Delgado asegura que lo sufrió en carne propia: “A mí, nadie me lo contó.

Increíblemente estas causas siguen abiertas porque son mecanismos de coacción”.

Las/os argentinas/os visualizan la podredumbre del fuero federal porque es el más mediático, pero no es el único que afecta a los ciudadanos. “Un juicio, porque a una persona la echaron del laburo, tarda cinco o seis años; si otra tenía un departamento alquilado y el inquilino no paga, tarda diez años en sacarlo; si un comerciante, en lugar de pagar las deudas, eligió vender todo y borrarse, la quiebra lleva 15 años. La justicia federal es lo que más se ve, pero con distintas intensidades expresa un panorama general de la justicia. Hay un problema grande de divorcio entre la justicia y la ley; los jueces y los fiscales aplican la ley, pero no siempre de manera justa”.

Hay un problema grande de divorcio entre la justicia y la ley; los jueces y los fiscales aplican la ley, pero no siempre de manera justa”.

Al momento de pensar soluciones a estos problemas de “falta de justicia”, Delgado plantea la necesidad de establecer “premios y castigos, porque el sistema da por sentado que los funcionarios vamos a ser leales con la ley, y no hay “plan B” para los pícaros.” En segundo lugar, considera imprescindible “hacer profundas reformas intelectuales y morales: recuperar la noción de servicio público, hacerles entender a los empleados judiciales que somos servidores públicos. Para la dirigencia política es lo mismo: no tiene que vivir de la política, sino para la política. Establecer mecanismos de designaciones que no tengan huecos como ahora, donde se permite el amiguismo”. En general, “el argentino medio cuando tiene un conflicto con la ley, y tiene la posibilidad de elegir entre un abogado que lo defienda técnicamente, y otro que tiene un IPhone 10, traje y le ofrece un “arreglo”, elige el arreglo”. Por ello, es necesario “un aprendizaje cultural, que nos involucre a todos.” En ese sentido, el Fiscal aboga por la “escuela de civilización” que implica el “juicio por jurados”: “A mí me encantaría: son pares juzgando a un par, ciudadanos juzgando a otros. Una cosa es que alguien esté en un bar o en una reunión familiar, y otra es sentarse frente a él, ver sus expresiones e interactuar con sus emociones. Hacerse una impresión emocional, no sólo racional: ver lo que hacen los testigos, lo que dicen y dejan de decir. Y después mirarlo a los ojos y decirle: “culpable”. Como ciudadanos, nos haría bien recuperar la energía política que nos fue expropiada como sociedad.”

En general, “el argentino medio cuando tiene un conflicto con la ley, (…) elige el arreglo”