Actualidad

Panorama Político: Grieta provisoria, hegemonía definitiva

Escrutinio definitivo: 48.24% para el Frente de Todos, 40.28% para Juntos por el Cambio; 8 puntos.

El escrutinio definitivo no solamente oficializó que la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández ganó las elecciones con el 48.24% de los votos, frente al 40.28% de Mauricio Macri; también grafica numéricamente la escisión que hay en la sociedad argentina entre dos proyectos políticos que históricamente se disputaron la construcción de un proyecto de país.
 En general, el empate de hegemonías se inclinó en el corto plazo (asociado a un período de gobierno) para uno u otro lado de la balanza. Inclusive se proyectó en el mediano plazo, llegando a completar más o menos una década; el Peronismo y el Kirchnerismo son ejemplos de proyectos populares exitosos por un período semejante. De la vereda opuesta, los diferentes períodos dictatoriales, como el iniciado en 1976, a fuerza de Golpes de Estado, o el “fraude patriótico” en las décadas infames del ´30-´40, también sostuvieron un modelo restrictivo, conservador en lo político y liberal en lo económico, durante unos diez años. Y ese análisis binario, no simplista, viene de antes, de la conformación del Estado-Nación bajo las expresiones Federales-Unitarios. Allí fue, después de la Batalla de Caseros en 1852, con la derrota de Juan Manuel de Rosas, y la posterior sanción de la Constitución del ´53, que el modelo liberal se sostuvo en el “largo plazo”. Pero el empate hegemónico no fue quebrado, sólo obturado, hasta que con el Radicalismo en 1916 retomó fuerzas el proyecto popular.

En general, el empate de hegemonías se inclinó en el corto plazo para uno u otro lado de la balanza.

Ésa es la verdadera grieta, que hoy concentra casi al 90% del electorado: con los datos actualizados del escrutinio definitivo, el 88.48% de la población eligió a una de las dos fuerzas mayoritarias. Según los datos del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), esta polarización se acrecentó notoriamente en los últimos años (en 2003, post crisis de los partidos políticos del 2001 era sólo del 46.70%; de hecho, Néstor Kirchner asumió la presidencia con un escaso 22.24% de los votos.). En el 2007 la concentración en las dos primeras fuerzas políticas ya era de más del 68%, y nunca dejó de crecer.

La supuesta “ancha avenida del medio” no sólo se redujo, sino que “políticamente” no existe. La expresión electoral más clara era la de Roberto Lavagna-Juan Urtubey, que cosechó el pobrísimo 6.16%. Hace solamente seis meses había cinco anotados en esa carrera, para octubre quedaron sólo ellos dos. Sergio Massa se fue con el Frente de Todos, Miguel Ángel Pichetto con Cambiemos y Juan Schiaretti jugó para Mauricio Macri, oculto bajo el “no sabe-no contesta”.

El Frente de Todos (“unidos triunfaremos”)

Cristina movió, Alberto construyó unidad con los gobernadores y Massa, y el Frente de Todos unidos, triunfó. Ganó claramente la elección en primera vuelta con ocho puntos de ventaja sobre el primer Presidente de la región que no pudo ser reelecto. La experiencia neoliberal fue “hegemónica” en el corto plazo, no “alcanzó a sostenerse en el mediano de dos períodos. Llegó rápidamente al poder absoluto (Nación, provincias de Buenos Aires y otras, y CABA); se fue más rápido aún. Llegaron al poder Todos unidos, como dijo la vicepresidenta electa sobre el escenario, deberán seguir así para gobernar. Es más, Alberto tendrá que seducir a una parte del electorado que no lo votó, al sector “recuperable”, un diez por ciento aproximadamente del voto de Cambiemos. Con los más “anti”, el núcleo duro del 33% de las PASO, le será imposible. Lo necesitará para que su proyecto político “alcance” los dos períodos de ocho años, el mediano plazo. Ni que hablar si, lo que es deseable, pretende romper el histórico empate hegemónico y conformar realmente un Estado-Nación que contenga en el tiempo, y de manera sustentable, a todos y todas.

“Las grietas internas”: Cambiemos, no tan “juntos”

Perdieron Macri, María Eugenia Vidal, los Radicales y todo Cambiemos. Ya no son Juntos por el Cambio, están desunidos, todos peleados. Se pasan facturas mutuamente. Algunas/os sin razón, otros/as, con la misma responsabilidad por lo que es el peor gobierno de la democracia, con razón: a Vidal, por ejemplo, Macri y Marcos Peña le arruinaron su carrera política. No la dejaron desdoblar las elecciones en la provincia; otro, quizás, (es contrafáctico, imposible saberlo) hubiese sido el cantar. Horacio Rodríguez Larreta, al único PRO puro “con territorio”, ganó su reelección con el 55% de los votos y quiere ser “la oposición”. Macri, por su parte, sacó pecho con el 40% a nivel nacional y quiere resistir en la conducción de Cambiemos. Para eso reunió a su “gabinete ampliado” en lo que fue una reunión partidaria. Fueron casi todos, muchas/os con cara de traste. No importa que todos esos votos (dos millones 348 mil más que en las PASO) no le sean 100 por ciento propios, ya que los consiguió a costa de que el electorado “antiperonista” adelantara el ballotage que, se sabía, no iba a existir. Le costará recibirse de “líder político” desde el llano, sin territorio. Claro que, a diferencia de los líderes populares, seguirá contando con el apoyo de los grandes grupos económicos. Se vio en la campaña, casi el 90% de los aportes fueron para él, aunque haya mediado el escándalo de “los aportantes truchos”. Esas trampas, si son propias, el poder real las olvida rápidamente. Por el contrario, Alberto, en una eventual segunda vuelta seguramente hubiera sumado muchos votos. Los suyos ya tenían la elección ganada, son todos votos propios, por eso sacó “solamente” 268 mil votos más que en las PASO; ésta fue su primera, y única, vuelta. Macri le debe mucho a que  quienes se sumaron a votar el 27 de octubre fueron casi todos “anti K”; en su mayoría, electores de la tercera edad. Grandes exponentes de “la grieta”, a ellos convocó Macri con el “Sí, se puede” (ir a votar).
Los Radicales mantienen tres ejecutivos provinciales (Corrientes, Jujuy y Mendoza), pero perdieron cinco de las 10 capitales con las que entraron a esta ronda electoral. También se debilitaron. Además, claro, del costo político de haber sido (y ser) parte de Cambiemos. Tuvieron poco y nada de poder, pero el costo lo van a pagar como si el Presidente hubiese sido Radical. A eso se le suma su propia interna dentro de la interna: “la grieta Radical”. Alfredo Cornejo quiere ser “el líder”; difícil que le dé el piné para ser “el” presidenciable, en el mejor de los casos será uno más.