Hasta que Curupira regrese
Especial – Incendios en la Amazonía.
Desde Brasil.
Para los pueblos originarios no hay separación entre la vida en la comunidad y la floresta, se trata de una manera de vivir integral. Hoy los incendios en la Amazonía están poniendo en peligro la supervivencia de esta cosmovisión indígena.
Agenda Sur entrevistó a Florêncio Almeida Vaz Filho, indígena, fraile franciscano y doctor en Ciencias Sociales. Florêncio pertenece al pueblo Maytapu y vive en la aldea Pinhel en la localidad de Aveiro, en la región amazónica.
“El 10 de agosto pasado los grandes empresarios crearon el ‘día del fuego’ y se combinaron para hacer muchas quemas de manera simultánea. Ellos abren grandes áreas para plantar soja con apoyo de Cargill, Monsanto y ahora cuentan además con el respaldo abierto del presidente Jair Bolsonaro” denuncia Florêncio.
“La floresta ya no es la que nosotros conocimos”.
Los incendios en la Amazonía tienen consecuencias concretas para la vida cotidiana de los pueblos indígenas. Desde cambios en la alimentación hasta situaciones que ponen en riesgo la salud y el cambio climático que provoca el fuego durante y después del período en el que llegan las lluvias (en noviembre generalmente).
“La floresta ya no es la que nosotros conocimos. Se hizo una cosa muy desordenada, que incluso para nosotros es difícil entrar y transitarla porque crece otro tipo de vegetación después de los incendios, como muy cortante. Durante los meses de quema (desde julio a noviembre) hay mucho humo en el aire y la gente tiene problemas en los ojos. En la naturaleza hay claras señales de que los ríos se están secando y esto impide la plantación de especies como el açai. Este fruto vive cerquita del agua y cuando ya no hay ríos no hay açai, entonces, la alimentación de la gente cambia. Con el pescado sucede algo similar. Hace años los ríos de la Amazonía están siendo explotados comercialmente por grandes empresas para la exportación”. Debido a la escasez de peces, los pobladores viajan a las ciudades para comprar el pescado y otros alimentos afectados por la transformación de la naturaleza como huevos y pollo.
El ecosistema se altera y también el clima.“Hace mucho calor, cuando intentamos armar la hamaca para dormir debajo de un árbol, no lo conseguimos. El viento viene con calor. Antes decíamos que el viento traía fresco.”
“Nosotros no vivimos de una agricultura intensiva, no somos una amenaza para la floresta”.
En las llamadas “zonas protegidas” de la selva amazónica viven indígenas, campesinos y quilombolas, los negros que se “indializaron” es decir, que aprendieron a vivir con la cosmovisión de indígenas y al mismo tiempo con sus creencias y conocimientos que trajeron desde África. “Siempre se producen quemas pero pequeñas, el área no llega a una hectárea. Los pobladores preparan estas zonas para plantar yuca, maíz y arroz, una agricultura de supervivencia. Nosotros no vivimos de una agricultura intensiva, no somos una amenaza para la floresta”.
Los latifundistas, mineros, buscadores de oro, avanzaron más rápidamente sobre las áreas protegidas desde que el gobierno desmanteló el Ibama (el Instituto de Medio Ambiente) destinado a controlar el cumplimiento de las zonas donde está prohibido por ley la explotación de tierras.“Hay muchas zonas protegidas. Hay reservas extractivistas, por ejemplo en la región donde yo vivo, allí la gente puede producir y hacer plantaciones. También hay florestas nacionales, donde sus pobladores pueden cazar, pescar pero bajo determinados límites. Estas zonas deberían ser gestionadas, cuidadas por el Ibama o por el Instituto Chico Méndes para la Conservación de la Biodiversidad, este último también afectado recientemente por la política del gobierno. Y además, están las ‘tierras indígenas’ (es una figura jurídica), tierras que están demarcadas donde viven los pueblos y hay otros territorios indígenas que continúan reclamando sus límites. Todas estas tierras están desprotegidas pese a las normativas vigentes”.
Florêncio advierte que estamos ante una etapa neocolonial en dónde todos los actores que se oponen a las comunidades indígenas están en libertad de acción. Esta situación genera además terror y los campesinos huyen hacia las ciudades, muchas veces amenazados por los invasores dejan sus pequeñas tierras que luego son adquiridas de manera irregular por las empresas agroexportadores. “Pero a pesar de este problema los indígenas resisten y piensan que seguirán acá, éste es el espíritu de resistencia que marca a los indígenas” destaca Florêncio .
“Como indígena creo que la floresta tiene madre, los grandes árboles tienen madre, que los pequeños ríos tienen madre, que son espíritus que viven bajo el agua”.
Desde lo espiritual las comunidades atraviesan momentos muy difíciles. La pérdida de la floresta no se traduce sólo en alimentación, salud y daño ecológico, también hay una instancia de creencia propia del imaginario indígena. “Para nosotros es muy triste ver la destrucción de la floresta porque la floresta no es solamente un árbol que tiene 3 mil millones de bacterias, que tiene animalitos y toda esa parte biológica. Como indígena creo que la floresta tiene madre, los grandes árboles tienen madre, que los pequeños ríos tienen madre, que son espíritus que viven bajo el agua. Hay todo un misterio, para nosotros andar en la floresta por la noche, tenemos miedo, escuchamos voces, es una cosa muy interesante, muy rica. Ahora todo eso está amenazado.”
Toda una vida integral está en riesgo. La solución más cercana y al mismo tiempo “pasajera” será el fin de la temporada seca y el comienzo de las lluvias. “Para que esta floresta se recupere llevará muchos años. Con tantas quemas muy cerca una de otras todos los años, ya no habrá tiempo para que esta vida se recupere”.
“Por los incendios este campo de nuestra espiritualidad, está siendo amenazado”.
Florêncio cuenta que en octubre próximo se realizará en Roma el Sínodo de la Amazonía. Un espacio de reflexión donde científicos, obispos, intelectuales, evaluarán la situación que vive hoy el pueblo amazónico y buscarán alternativas para superar la crisis. Este encuentro genera muchas expectativas ya que se espera una declaración final y un pedido al presidente Bolsonaro.
“Por los incendios este campo de nuestra espiritualidad está siendo amenazado. Curupira es un espíritu que vive en la selva virgen y cuando la gente destruye, el Curupira se va, porque ya no hay magia y la vida tampoco es posible”. Los indígenas seguirán esperando la llegada de una nueva vida por más lejana que sea ellos estarán aguardando en sus aldeas y protegiendo sus tierras, hasta que Curupira regrese. Pese a la tristeza, Florêncio cree que aún no todo está perdido y que la lucha debe continuar.