Turbulencias en Brasil
A poco de cumplir un año de gobierno el presidente brasileño Jair Bolsonaro atraviesa un momento clave de su mandato. Una reciente encuesta de Datafolha lo ubica entre los jefes de estado peor calificados durante los primeros 12 meses de gestión. El 36 % de los consultados piensa que el gobierno es malo o muy malo. Pero por otra parte, este mismo informe muestra una aceptación y expectativa más alta de la población cuando se le pregunta sobre la marcha de la economía. Los indicadores oficiales del tercer trimestre marcan una aceleración del crecimiento hacia fin de año. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística indicó que el PBI se expandió un 0,6% en el tercer trimestre en relación con el período de abril a junio, impulsado por la agricultura, la industria, la inversión empresarial y la demanda local. Sin embargo, estos datos no se reflejan en el índice de pobreza extrema que alcanzó su mayor nivel desde 2012: 6,5 % del total de la población equivalente a 13,5 millones de brasileños y brasileñas.
El informe de Datafolha también reveló un dato no menos relevante, teniendo en cuenta la reciente liberación del ex presidente Lula Da Silva. El funcionario con mayor imagen positiva es el Ministro de Justicia Sergio Moro. El ex juez de Lava Jato tiene un nivel de apoyo del 53%, este dato entusiasma a las filas del gobierno para una eventual candidatura a la presidencia en 2022.
Las turbulencias políticas dentro del gabinete y la falta de liderazgo en el Congreso, llevaron a Bolsonaro a renunciar al Partido Social Liberal – espacio que lo llevó a la presidencia – y a la vez crear un partido propio denominado “Alianza por Brasil”. Este nuevo movimiento busca consolidar un “bolsonarismo puro”, con ideas anticomunistas, de fuerte contenido religioso y a favor de la portación de armas. Bolsonaro necesita reunir a los más fieles para fortalecer su figura y concretar los temas pendientes como la ley de armas, una de las aspiraciones más importantes del ex capitán. La Cámara Baja eliminó del proyecto el punto que permitía la portación a civiles. Ahora se espera que el debate continúe en el Senado. Otros proyectos que aún siguen en espera son las reformas administrativa y tributaria, objetivos que buscan reducir el déficit. Desde que asumió en enero de 2019, a Bolsonaro no le ha sido fácil lidiar con el Congreso pero tampoco fue capaz de construir una coalición con otras fuerzas políticas para negociar sus proyectos. La debilidad de Bolsonaro en el parlamento hasta hizo tambalear la piedra angular del programa económico del súper ministro Paulo Guedes, la ley de pensiones, que finalmente se sancionó con algunos cambios.
Otro asunto que incomodó a Bolsonaro fue la situación en la Amazonía por los incendios forestales. De acuerdo al Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil entre agosto de 2018 y julio de 2019, Brasil rompió el récord de deforestación amazónica. Su promesa de campaña de asfaltar la selva para dar vía libre a la industria debió moderarse ante la presión internacional y las graves denuncias por asesinatos y persecución a comunidades indígenas en esa región. Bolsonaro también tuvo que suavizar su discurso negacionista del cambio climático y dar marcha atrás con el anuncio de abandonar el Acuerdo de París. Esta semana habló de la intención de cumplir con la ley de protección ambiental y reducir la deforestación ilegal.
Pese a la crisis, Brasil no deja de ser el motor económico de Sudamérica. El gobierno brasileño acordó con China el ingreso del 5G al país a través de la firma Huawei. Para EE.UU el arribo de Pekín constituye una gran amenaza. Washington asegura que China podrá hacer espionaje con esta nueva tecnología.
Frente a un gobierno que aún no logra fortalecer su poder y con muchas cuentas pendientes, aparece Lula liderando nuevamente la oposición y rearmando el juego político con vistas a las elecciones municipales de septiembre de 2020. El exmandatario prometió salir a las calles en enero para comenzar una nueva campaña por la recuperación de Brasil.