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Panorama Político: Qué será del Frente de Todos y de Cambiemos

Alberto Fernández será el nuevo Presidente y gobernará una Argentina muy compleja económica, social y políticamente. Tanto se ha adelantado y definido el escenario electoral, que ya podemos imaginarnos qué será del futuro de las dos principales fuerzas, que son las expresiones políticas de nuestra sociedad: la que tendrá la responsabilidad de gobernar y la que debería reconstituirse como la principal fuerza de la futura oposición.

Alberto no tiene un “partido” ni una agrupación propios, se “fortalecerá” personalmente con los gobernadores.

El Frente de Todos (FdT) pudo ganar las elecciones porque logró una amplia unidad, mucho más generosa de lo que hace sólo tres meses nos podríamos haber imaginado. El Frente es de Todos los gobernadores. Falta, por ahora, Juan Schiaretti, pero por más que sostenga su autonomía contra sus propios peronistas cordobeses, algo deberá acordar cuando asuma Alberto; cuatro años son muchos. El encuentro de Alberto con Natalia De la Sota, hija de José Manuel, va en esa dirección. También están allí todo el sindicalismo argentino, la CGT, la CTA de los Trabajadores -y buena parte de la CTA Autónoma-y los movimientos sociales, con un espacio ganado como nunca antes, por derecho y a fuerza de movilización. El Partido Justicialista con todo su aparato, el Frente Renovador de Sergio Massa y, sobre todo, el Kirchnerismo, expresado en Cristina Fernández –“dueña” del 30% de los votos y de la estrategia política que permitió llegar al 47%- y Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires. Alberto no tiene un “partido” ni una agrupación propios, se “fortalecerá” personalmente con los gobernadores, los convocará y querrá conducirlos para que sean parte de su base de sustentación política.

Alberto Fernández con Natalia De la Sota, hija del ex dirigente cordobés Juan Manuel.

Alberto deberá reconstruir una economía devastada, en recesión, endeudada y fuertemente condicionada por EEUU vía el FMI, dar respuestas a una sociedad empobrecida y que demandará respuestas dilatadas por cuatro años, y “conducir” al mismo tiempo a todas esas fuerzas políticas que conforman el FdT. Los primeros “empujones” sutiles se empiezan a entrever por los espacios en el futuro gabinete. Por ahora son visibles sólo con el VAR, ni la hinchada ni los comentaristas se dan cuenta, pero están; no son faltas graves como para expulsión ni penales alevosos, pero son “faltas”. Adelantan las tensiones que deberá conducir Alberto, al tiempo de contener y dar respuestas a las legítimas demandas sociales. Ejemplo: la CGT estuvo callada –muchos dirigentes fueron partícipes necesarios del gobierno Macrista-, ahora no podrá en un año “recuperar” todo lo perdido en cuatro. Además, el Frente conformado para ganar deberá, es esperable, ampliarse para gobernar: primero superando el 50% en las elecciones de octubre, lo que es muy factible que suceda; sumando a dirigentes sueltos, como algunos de Alternativa Federal o Florencio Randazzo, y luego al empresariado. Su responsabilidad no termina en hacer cola para ver a Alberto en su oficina ni sentarse a escucharlo –y levantarse cuando hablaba el presidente Macri- en el Seminario Democracia & Desarrollo organizado por Clarín. Habrá que hacerle entender a esa clase dirigente argentina de la responsabilidad social empresaria en un país en crisis, con desocupación, hambre e indigencia. “Es necesario un contrato social de todos los argentinos y argentinas”. Cristina lo había adelantado hace sólo tres meses y medio.

Cambien Cambiemos

Esa tarea la emprenderá Horacio Rodríguez Larreta y, quizá si mejora un poquito su pobrísimo resultado de las PASO, María Eugenia Vidal.

Tal como lo supimos conocer –y padecer-, Cambiemos no existe más. Es muy probable que Mauricio Macri no tenga en lo personal ningún futuro político, porque no sabe, no le interesa ser segundo, ni aparentemente tiene ganas ni capacidad para reconstruir su fuerza política. Como siempre dijo, después de la presidencia se irá con su familia, quizás a Italia o vaya uno a saber dónde. Pero no tiene la estatura ni se le nota interés en reconstruir una nueva fuerza política de derecha o, tal vez sería más lógico luego de los resultados de las PASO, de centroderecha; una fuerza liberal que intente contemplar lo social, tarea difícil si las hay. Tanto habló de populismo, bueno, lo que sería un populismo de derecha. Seguramente esa tarea la emprenderá Horacio Rodríguez Larreta y, quizá si mejora un poquito su pobrísimo resultado de las PASO, María Eugenia Vidal. Nuevamente desde el vecinalismo de la Ciudad, se intentará construir una fuerza política, pero esta vez con la experiencia de haber gobernado la Nación, la provincia de Buenos Aires, la Ciudad y, junto a los Radicales, varias provincias. Veremos si la dispersión generada por las PASO, y que se profundizará a partir del 28 de octubre, habilitará la formación en el mediano plazo de una nueva fuerza que contenga al electorado de derecha que, por más desastroso que sea su gobierno, nuclea a un 30% de la sociedad. Eso es lo que representó Cambiemos, y que ayer movilizó a la Plaza de Mayo. La derecha argentina tiene con qué armar un nuevo espacio político, habrá que ver si a su dirigencia le da el “piné”. Históricamente fue golpista y cortoplacista, si hay algo rescatable en Cambiemos fue la constitución de una fuerza política de derecha. También lo había dicho Cristina hace muchos años, que formen un partido y ganen las elecciones. Lo hicieron, gobernaron y fracasaron en su idea de constituir una nueva hegemonía cultural alrededor de su ideario económico e ideológico. Si se reconstruyera esa fuerza política, debiera ser más democrática –sin persecuciones políticas- y que sepa respuestas sociales, conteniendo a una porción más amplia que a “su núcleo duro”. Lo hicieron sólo dos años. Así no les alcanza.

Sería también deseable que la izquierda troskista entienda que a la sociedad argenitna le vendría bien tener una fuerza política que “tensione” por y hacia izquierda. Pero ahí también chocamos, al menos hasta ahora, con las limitaciones de su clase dirigente.

Generalmente se le “cae” a las dirigencias política y sindical argentinas. Tienen sus limitaciones, es cierto, pero también habría que revisar alguna vez el comportamiento histórico de los líderes empresariales y de los poderes económico, judicial y mediático. La iglesia, con el Papa Francisco, por primera encabeza con su visión política una agenda social y económica de avanzada. Sería deseable que quienes tanto demandan autocríticas a otros –siempre a los mismos, al Peronismo en general y al Kirchnerismo en particular-, hagan por una vez la suya.