Salud y Educación

A seis años de la represión en el Borda: Relojes que adelantan

Por Verónica Scardamaglia Lic. en Psicología esp. en Educación (MN 2000)

¿Cómo hablan las topadoras aplastando el servicio 19 aquel 26 de abril de 2013?

Tiempo e interpretación quizás sean dos de las más potentes y sigilosas herramientas de opresión y dominación. Desde posiciones críticas sabemos que interpretación implica multiplicidad, y lleva a enredarnos en interpretaciones de interpretaciones de interpretaciones como juegos infinitos. Así, la intervención de interrogar lo obvio y hacer presente que los sucesos no ocurren aislados puede dejar a la vista la composición de fuerzas que los producen.

Desde que el cristianismo condenó al ocio como pecaminoso y reforzado con el imperativo del trabajo en la modernidad, sabemos que el tiempo no es cualquier mercancía. Aun así, existieron quienes reclamaron por el derecho al ocio. Escribía Di Giovanni en 1933: “Más trabajamos para el patrón, más consumimos nuestra existencia, encaminándonos rápidamente hacia un fin próximo. Más trabajamos, menos tiempo nos queda para dedicarlo a actividades intelectuales o ideales; menos podemos gustar la vida, sus bellezas, las satisfacciones que nos puede ofrecer; menos disfrutamos de las alegrías, los placeres, el amor. No se puede pedir a un cuerpo cansado y consumido que se dedique al estudio, que sienta el encanto del arte: poesía, música, pintura, ni menos que tenga ojos para admirar las infinitas bellezas de la naturaleza. Un cuerpo exhausto, extenuado por el trabajo, agotado por el hambre y la tisis no apetece más que dormir y morir. “

Pensamos las prácticas en salud mental con la idea de los hospitales psiquiátricos como relojes que adelantan.

Hoy vivimos producidxs por ficciones útiles que marcan ritmos en los que nunca se está a tiempo, relaciones en las que manda la instantaneidad, provocando ilusiones de cercanías e inmediatez que colonizan las interpretaciones.

¿Por qué situar estas coordenadas para pensar aquella represión en el Borda? ¿Cómo hablan las topadoras aplastando el servicio 19 aquel 26 de abril de 2013?

Quizás aquella represión del 2013 marcaba el pulso del reloj de las represiones (y representaciones) futuras.

“La literatura como reloj que adelanta” es una de las tesis de Kafka que trabajan Guattari y Deleuze (1975) y que Marcelo Percia utiliza para pensar los hospitales del encierro y la pobreza. En este sentido, pensamos las prácticas en salud mental con la idea de los hospitales psiquiátricos como relojes que adelantan.

Quizás aquella represión del 2013 marcaba el pulso del reloj de las represiones (y representaciones) futuras. Como una premonición, como un signo, como un augurio de intranquilidad. En aquella Ciudad ya amarilla la Policía Metropolitana, brazo armado del Gobierno de la Ciudad, irrumpía en el manicomio con topadoras y represión. Sin distinción entre pacientes, médicxs, enfermerxs, periodistas, fotógrafxs, quienes vivían en el hospital, ciudadanxs, peatones, espectadores, militantes, normales, anormales.   Pareciera que para aquella represión no existieron diagnósticos ni títulos académicos. “La represión igualó”, y todo se volvió susceptible de balazos. Igualdad ante la represión, consigna estatizantes que insiste desde el Roquismo, persiste en las prácticas del Terrorismo de Estado y se refrita en reconocimientos faciales y picanas Tazer.

Desde su invención, las políticas en Salud Mental no engañan: están al servicio de garantizar la normalidad de la razón. Sabemos que las yuxtaposiciones entre anormalidad, vagancia, pobreza y desborde no producen réditos económicos. Entonces, ¿qué es lo defendible del Borda como patrimonio de la Salud Mental? Creemos que si la imputación a aquella represión no se acompaña por la discusión sobre la continuidad represiva que implica la existencia de prácticas manicomiales y el imaginario social sobre la locura que lo sostienen, no lograremos conmocionar eso que llamamos Salud Mental y seguiremos reproduciendo el encierro producido por una maquinaria interpretativa psico-jurídico-mediática que opera con la lógica de la culpabilización y la desmentida. Encierro de la locura. Patologización de la pobreza. Parámetros de semejanza en las interpretaciones, condena al tiempo ocioso. Locura, vagancia, pobreza, anormalidad y peligro, cóctel perfecto para justificar embates represivos y “marketinear” medidas de “seguridad” ciudadana.

Quizás con aquella represión en el Borda ya se anunciaba el actual Estado represivo. Tal vez el Hospital funcione como un micromundo de relojes adelantados que exponen el porvenir de una sociedad que tantas veces  perfila apocalíptica, llena de consumidores de ilusiones mediáticas que busca empastillarse porque pareciera que así se está mejor. ¿Podríamos pensar que las existencias deambulantes que habitan el territorio Borda suben el volumen de la alienación circundante? ¿Cómo pronunciarse y luchar contra la represión y lo manicomial donde sea que se ejerzan? ¿Cómo inventar otros modos de vivir?