Educación Salud y Educación

El caso Lucio, en contexto

El tiempo que vale, el de las infancias

 “Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria”.

                                                                                             Louise Elisabeth Flock

Por Cristina Oliana*

Los datos recientes de UNICEF señalan que en la Argentina, 7 de cada 10 niños y niñas entre 2 y 4 años reciben diferentes métodos de disciplina violenta, que incluyen maltrato psicológico, verbal, sexual y castigos físicos.

El caso de Lucio Dupuy  pone en el tapete una de las caras más siniestras de nuestra sociedad.

Los datos visibilizan la violencia y el maltrato infantil, pero no podemos y no debemos dejar de pensar que detrás de estos números hay vidas, vidas que están en pleno proceso de construcción subjetiva. Cuando hablamos de construcción subjetiva, hacemos foco en el inicio del proceso de humanización.
Los niños y niñas pequeñas se construyen subjetivamente a través de una trama vincular psicosocial ligada por la ternura, que obviamente ésta atravesada por las distintas prácticas subjetivas del contexto sociocultural.
Claro está que la subjetividad se va construyendo a lo largo de toda la vida, pero en los primeros años están los cimientos de ese proceso de iniciación. Es oportuno recordar que “no nace un pibe chorro, violento; se hace un pibe violento, chorro”. Esto nos lleva a tomar conciencia y a reflexionar que todo depende de cómo alojamos y acompañamos a estos “pibitos y pibitas” para atravesar ese espacio de tiempo y de historia en que inauguran su condición humana

Pero las y los adultos, ¿estamos realmente en condiciones de escuchar y respetar esos tiempos e intensidades de las infancias?

En variadas oportunidades, los adultos nos encontramos diciendo que, si hay un tiempo en la vida de lo humano que se es, es en la infancia. Tiempo de las primeras veces, donde se prueba y arriesga sin temor. Pero las y los adultos, ¿estamos realmente en condiciones de escuchar y respetar esos tiempos e intensidades de las infancias, o esta mirada de la niñez quedó cristalizada como una mera representación idealizada?

Cada vez hay más niños, niñas y adolescentes expuestos a métodos violentos.

Durante el siglo XX se avanzó mucho en la dirección de considerar a los niños y niñas como personas desde el momento de nacer. Así lo afirman diferentes corrientes teóricas y el marco legislativo en la Convención de los Derechos del Niño (1989). Sin embargo, nos encontramos en la actualidad ante un panorama donde los datos estadísticos reflejan que cada vez hay más niños, niñas y adolescentes expuestos a métodos violentos.

Magdalena Espósito Valenti, Abigail Páez, su novia, fueron condenadas a la pena de prisión perpetua por asesinar a Lucio Dupuy, de 5 años. Páez también por abuso sexual.

Tal vez, comenzar a preguntarnos y revisar nuestras concepciones, discursos y prácticas naturalizadas puede ser un buen punto de partida para “romper” el silenciamiento e iluminar la  incoherencia interna, que muchas veces se establece entre praxis, teoría y vida cotidiana. Dar lugar a las dudas con respecto a cómo los adultos miramos y acompañamos a las infancias, es un desafío y una oportunidad para que podamos pensar de manera colectiva las infancias hoy.

¿Cómo concebimos las infancias en el presente? ¿Cuáles son los mitos y/o creencias que construimos alrededor de ellas y que sostienen los discursos de las prácticas educativas, sociales y familiares?

Las representaciones y creencias se instalan y se instituyen de manera colectiva, con una fuerza de  penetración que se aloja sin darnos cuenta, y organiza así nuestras relaciones y vida social. Es decir, de acuerdo a que creencia y/o concepción de infancias estén instaladas y operando como organizador en la sociedad, se va modelado la relación entre los adultos y los niños y niñas.


El psicólogo francés Henri Wallon ya en el siglo pasado, sostenía que (…) “El adulto (…) reconoce las diferencias entre él y el niño. Pero frecuentemente las considera como una simple operación de resta, ya sea de grado o cantidad. Comparándose con el niño, lo considera relativa o totalmente incapacitado para realizar acciones o tareas que él es capaz de ejecutar”.

 La creencia de “incompletud” que le atribuimos a las infancias persiste, es algo que aún persiste arraigado como una herencia que nos cuesta desaprender. Tenemos asumido que por ser adultos somos superiores, y que los niños y niñas son nuestros subordinados por esa “ incompletitud”.
En muchas oportunidades de la vida cotidiana, los adultos nos encontramos reproduciendo esta dinámica social naturalizada con las infancias, sin plantearnos romper el círculo vicioso, bajo la consigna “que es por su bien”.


Al respecto, la escritora española Casilda Rodrigáñez Bustos, en su libro “Poner límites o informar de los límites“, nos dice “la práctica adulta de mandar sobre las criaturas es tan vieja como el patriarcado mismo, no voy a detenerme aquí ni a referir a los múltiples párrafos que la Biblia dedica a este aspecto, como cimiento que es de la civilización judeo – cristiana; pero creo que es preciso señalar para entender porqué lo tenemos tan sumamente interiorizado. Y lo difícil que es sustraerse a él”

Seguramente todas y todos acordamos y consideramos a  la infancia como  la época más valiosa e importante de la vida de una persona

Sin embargo, en la forma de organizar la vida social cotidiana, el reconocimiento de las niñeces refleja otra perspectiva. Esto se visibiliza en los espacios públicos diseñados, en las decisiones políticas, económicas, educativas, en los medios de comunicación, donde los derechos de los niños y niñas no están claramente manifestados y/o garantizados.

 Es tiempo de pensar las infancias, ofreciéndoles un presente con relaciones fundadas en el respeto de sus tiempos, sus ritmos, sin promover la dominación y el disciplinamiento.

Pensar en una nueva cultura donde a los niños y niñas se los acoja con ternura; comenzar a repensar un proceso de construcción donde los cimientos se consoliden sobre una base de diálogo y no de monólogo. Si hay un tiempo en la vida del humano que se es, es en la infancia. Tiempo de las primeras veces.

*Lic. En Ciencias de la Educación UBA; Profesora en Educación preescolar; Especialista en Juego y Primera Infancia. Fue Capacitadora y Formadora en la Escuela de Capacitación (CePA) y en el Postitulo de Especialización Superior en Jardín Maternal ISPEI Eccleston.

Actualmente Profesora en Formación de Grado del Nivel Inicial Ministerio de Educación Gobierno de la Ciudad de BS. As.; Coordinadora del Campo de Formación en las Prácticas Profesionales del Nivel Inicial en la Escuela Normal Superior N° 6 C.A.B.A; Publicó junto a Estela Quiroga “Y de pronto la vida. Crianza, literatura y Juego” (2017) Ed Parmenia

DEJA UNA RESPUESTA

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *