El impacto de la especulación en el crecimiento de la indigencia
Por Eugenia Rodríguez, Centro de Economía Política Argentina (CEPA)
El Indec difundió el dato de incidencia de la pobreza para el primer semestre 2022, que alcanzó al 36,5% de las personas (-1p.p en relación al semestre anterior) y de indigencia, que fue del 8,8% (+0,6 puntos). Analicemos qué implica y qué esperar para la segunda mitad del año.
En primer lugar, es posible observar el claro impacto de la inflación de alimentos, ya que desde principios de este año se registra una fuerte aceleración de los precios, incluso algunos meses, por arriba de la inflación general. Los datos promedio muestran que, durante el primer semestre, alimentos escaló a 5,8%, mientras que en el primer semestre de 2021 la suba fue de 4% y en el segundo semestre de ese año de 2,9%.
De esta manera, la suba en el precio de los alimentos condiciona los aumentos de la canasta básica alimentaria, y tiene impacto en la tasa de indigencia y, en parte, de pobreza.
Sobre este punto hizo referencia la propia vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, cuando planteó en sus redes sociales: “está más que claro que estamos ante un fenómeno de inflación por oferta y no por demanda”. Y agregó que “las empresas alimentarias han aumentado muy fuerte sus márgenes de rentabilidad”.
Algunos datos ilustrativos relevados por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) dan cuenta de que las principales empresas alimenticias y de distribución incrementaron este último tiempo su resultado operativo en promedio 70%, lo que representa aproximadamente USD 300 millones en un plazo de 6 meses para Arcor y Molinos, un año en el caso de Ledesma y de nueve meses para La Anónima. Es decir, casi USD 10 millones mensuales.
Aumentaron los ingresos de las empresas alimenticias y de distribución aumentaron su resultado positivo en un 70 % promedio. Los ingresos de la población se mantuvieron en los mismos niveles.
Este resultado es el resumen de, entre otras cosas, el sensible incremento de ventas: 12,8% en dólares, y la reducción del costo salarial: pasa de 17,8% a 17,3% en el período analizado 2021-2022.
En segundo lugar, si se miran los ingresos de la población, se observa que el Salario Mínimo Vital y Móvil y la Asignación Universal por Hijo (AUH) mantuvieron, en términos reales, niveles similares al semestre anterior. Sin embargo, si se incorpora el impacto del bono otorgado en mayo y junio ($9000) aparece una sensible recuperación de ingresos. Por su parte, la tarjeta Alimentar mantuvo su poder adquisitivo y los programas sociales lograron, por el mencionado bono, revertir el derrotero negativo.
En este aspecto resulta evidente la importancia de la transferencia realizada a quienes son beneficiarias y beneficiarios de estas políticas, en un contexto donde el salario del empleo no registrado viene siendo el más afectado en los últimos años. Según datos de julio, se encuentra -6,9% real por debajo de 2021 y -14,9% por debajo de diciembre 2019. Por su parte, la evolución de las jubilaciones en términos reales se mantuvo estable.
Sumado a lo anterior, si se pone la lupa sobre la evolución de los salarios registrados privados, se detecta que continúa el fenómeno de “trabajadores pobres”: al comparar la mediana de salarios con la Canasta Básica Total (CBT) se observa que la primera no logra recuperar lo perdido durante la gestión de Cambiemos.
Desde mediados de 2017 y hasta finales de 2019 se produce una fuerte caída, pasando de representar 112,7% a 84%. Esto se profundiza levemente con la pandemia y luego se recupera en niveles cercanos al 90%, en buena medida como resultado del efecto “tarifas”. No obstante, según los últimos datos, para agosto de este año, la mediana es el 87,1% de la CBT. Hay que recordar que comparamos salario individual de un trabajo registrado privado contra un indicador para familia tipo de cuatro integrantes, lo que supone que ese hogar es pobre sólo si en dicho hogar el único ingreso es el mencionado salario.
Finalmente, ¿qué se puede esperar para el segundo semestre 2022? La mirada está puesta en la necesidad de hacer frente a las subas arbitrarias en los alimentos en el marco de una inercia especulativa que sostiene niveles elevados de inflación, sin tener los mismos vinculación con el “efecto guerra” (suba de precios internacionales) ni con un escenario de incremento de la brecha cambiaria.
En tanto que, si bien el acuerdo con el FMI limita las posibilidades del Gobierno para realizar políticas contracíclicas, probablemente deban implementarse bonos compensatorios que den respuesta a la pérdida de poder real de los ingresos y a mejoren la calidad de vida de la población.
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