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¿Somos todos traidores?

La actual sociedad fragmentada. Por qué la próxima elección será bisagra en la historia argentina. Cuáles serán las opciones. Contradicciones de clase: agenda y demandas. La inflación. La campaña interna ya empezó.

La sociedad argentina está profundamente fragmentada económica, política y socialmente. En lo económico – social, el 50 por ciento es pobre, un 20 la pasa muy bien y el 30 restante la pilotea con algún que otro pequeño lujo, cenando en un restaurante o pasando algún que otro finde largo afuera. La movilidad social es descendente. Con un Gobierno Peronista, un oxímoron en sí mismo. Por eso es que prima la desesperanza y la apatía sociales: “la gente” piensa que su vida y la de sus hijos/as será igual o peor en el futuro.  Así, una paz social es imposible de lograr.
En lo político, tiene su expresión en “son todos iguales” o en el crecimiento de las extremas derechas de Juntos por el Cambio y Javier Milei. Sólo la dictadura cívico- militar puede ser peor que esas opciones.
Las demandas de la sociedad son básicas y burguesas, aunque no por ello menos legítimas: un laburo, vivir tranquilo y saber más o menos cuánto salen los productos. Seguridad: el asadito, saber que uno se puede tomar 15 días de vacaciones distribuidos a lo largo del año y que no le van a afanar el celu o las cubiertas del auto.
La de la vida es otra cosa; es vital. Paréntesis: el riesgo de que nos pise un auto con un asesino en pedo es mucho más factible y producto de una sociedad individualista, sin la mínima empatía por el otro. Pero como los medios lo transmiten con menor frecuencia producto de los lobbies de las empresas de seguros y automotrices, pensamos que es más probable que nos mate un chorro. Las estadísticas contradicen claramente ese dato, pero no importa. Para quienes piensan que los medios no construyen sentido, ése es un ejemplo.
Así, la sociedad plantea hoy una agenda conservadora en lo político y liberal en lo económico. Ejemplos: según el encuestador Federico Gonzáles, aproximadamente el 70% de las/os consultados en CABA avalan la persecución a padres, madres y a las propias pibas y pibes que toman escuelas reclamando “que las viandas alcancen para todos y no estén podridas”. Ni más, ni menos. Demanda muy elemental, reacción conservadora.

En general hay “una gran demanda” para los Gobiernos entrantes, que es lo que define las elecciones. En la próxima será la inflación.

A la mitad del pueblo no le alcanza para comer, y una fracción más lleva el número al 75% de la estructura social, que llega a fin de mes “hasta ahí”, y poco más.
En general hay “una gran demanda” para los Gobiernos entrantes, que es lo que define las elecciones. En la próxima será la inflación. Esto es, que se sepa cuánto es el precio de los alimentos durante un mes, no mucho más que eso, y que los comerciantes tengan claro que no van a remarcar un producto todas las semanas. Ni más, ni menos.
Si los salarios siempre pierden contra la inflación, los oficialismos casi siempre perderán con las oposiciones. Será muy difícil quebrar ese razonamiento binario.
Es por ello que hoy las demandas están mejor canalizadas por la oposición, la peor oposición, como en casi todo el mundo, la extrema derecha. Discurso fácil que le llega “a la gente”. Que vaya en contra de sus propios intereses por ahora no importa, sí que su relato se entienda, que se “sienta mínimamente representada”. No explican argumentos, gritan emociones.

Los Gobiernos populares, en general, son tildados de tibios, o lo que es peor, de traidores a sus bases. Salgamos un poquito de nuestros límites para verlo con claridad: Gabriel Boric lo fue con sólo un mes de gestión; también le sucedió a Podemos en España; en Brasil, Lula ni siquiera ganó aún, pero ya se le cuestiona que haya elegido a un liberal como Geraldo Alckmin para volver a la presidencia, a quien además supuestamente ya le encomendó la gestión de la política económica de su futuro Gobierno. Y claro, para paradigma de “incumplidor” está Alberto Fernández ¿Son todos traidores? ¿O la realidad es un poquito más compleja de lo que vemos quienes estamos interesados en la política y “nos las sabemos todas”? (opinólogos, analistas y militantes, de territorio –pocos- y de escritorio –la mayoría-) Me inclino a pensar en lo segundo; es mucho más complejo. El endeudamiento y la dependencia externa; la pandemia, la recesión mundial; la guerra; la dinámica propia de concentración económica y exclusión social; la división del trabajo mundial y la falta de puestos para amplios sectores sociales –hay “tipos de trabajo” que en el corto plazo no van a existir más-, son algunos de los pequeños detalles a tener en cuenta.
En el mundo, no sólo aquí, existen Uber y Rappi en detrimento del industrial asalariado formal. En Brasil, por ejemplo, la desindustrialización cayó en los últimos años y la llevó a índices similares de 1913, según graficó el referente del PT Breno Altam en la revista Crisis. En 2010, el “gigante industrial latinoamericano” volvió a exportar más commodities que bienes facturados como no sucedía desde 1978. Más trabajos individuales vinculados a los servicios, menos formales del aparato industrial. ¿Será casualidad que al obrero Lula le cueste ganar –perdió en realidad- en San Pablo, Río de Janeiro y Porto Alegre?
Como si fuese poco, ese paradigma vinculado a los servicios es más volátil, menos de clase; más individual, menos colectivo sindical. ¿Quién lo va a expresar más sencillamente: el argumento político colectivo solidario o el individual “a mí nadie me regaló nada”?

La elección y los candidatos que vienen

Nosotros tenemos un histórico empate de hegemonías, dos proyectos de país que hasta aquí tuvieron la fuerza política suficiente para evitar que el otro se convirtiera en el hegemónico, pero no ninguno le alcanzó para terminar de imponer el propio. Uno popular, industrial e inclusivo, el otro liberal, agroexportador y/o financiero –dependiendo de la coyuntura mundial- excluyente.
Esto que a primera vista suena enteramente negativo, tiene un aspecto muy positivo: de lo contrario hubiésemos tenido una sociedad a la chilena o la colombiana, y ni hablar de las centroamericanas. Allí se impusieron los proyectos políticos conservadores y económicamente liberales. No hubo un actor político – social como el Peronismo que lograra frenar el avance definitivo de la derecha. ¿Se acuerdan que la sociedad modelo era la chilena, hasta que implosionó por demandas otra vez básicas, que todas y todos puedan estudiar? De allí surgió el presidente Boric que ahora es tildado de tibio – traidor por no llevar adelante los cambios estructurales prometidos. Ah, a un mes de haberlo votado, esa sociedad eligió permanecer con la Constitución de… Augusto Pinochet.
La próxima presidencial será bisagra en la vida de nuestra Patria: ese empate puede romperse, para mal… Si la derecha ganara, lo habrá logrado por primera vez en la historia con un programa conocido y avalado socialmente. Lo dicen por todos lados, y hasta quedó escrito para que a nadie –ni a los propios como Horacio Rodríguez Larreta- le quede duda: se llama “Para qué” y es el libro que le escribieron a Mauricio Macri: privatización y cierre de empresas del Estado; reprimarización de la economía –sus  correligionarios apoyan a Jair Bolsonaro-; apertura de las importaciones; reformas laboral, sindical, previsional y fiscal; despidos masivos; baja del salario real; venta de los recursos naturales –como el litio-; y represión, con muertos incluidos: Mauricio Macri: “Vamos a impulsar una agenda de cambio como nunca antes se ha visto”. Esta vez no miente, como sí lo hizo la otra vez para ganar las elecciones en 2015. Ya no hace falta explicar que Mauricio es Macri.

La próxima presidencial será bisagra en la vida de nuestra Patria: ese empate puede romperse, para mal…

La sociedad siempre estuvo “agrietada”, desde su Constitución como Estado- Nación, expresada entonces en Unitarios y Federales. El tema es que sólo la nombran así durante los Gobiernos populares. Después prima la “paz de los cementerios” con “consensos”, aunque se hayan construido sobre la base de dictaduras, proscripciones –del Peronismo, claro- o bombardeos a la Plaza de Mayo. Es el empate del que hablamos anteriormente.
Ahora, esa “ruptura del cero a cero” eventualmente sería legitimada por la sociedad. Como sucediera con Carlos Menem, frenar la inflación a como dé lugar otorga aprobación hasta el punto de la reelección. No importan los despidos ni la entrega de la soberanía. Se llamó convertibilidad, esta vez será “un programa de shock” hiper recesivo y excluyente de sectores más amplios de la sociedad. Como partimos de altísimos niveles de pobreza, ese proyecto sólo puede implementarse con fuerte represión.
En ese contexto hay lugar para dos tipologías de candidatos que representen la “radicalización a extremos de la sociedad”. Uno bien por derecha, y otro en la otra punta, el extremo de la “centro izquierda”, no más allá. Uno de Juntos por el Cambio bien por derecha –tiene que contener a los Milei-, por eso Larreta se corre cada vez más para allá. De otro lado, uno popular, pero con expectativas módicas: alguien que venga del Kirchnerismo (¿“Wado” de Pedro?). Hoy por hoy, parece, que ni a Cristina ni a Macri les da para ganar. Tienen votos propios, más ella que él, pero también muchos “anti”. Ambos conducen sus espacios. El segundo tiene rivales muy fuertes que tarde o temprano se lo comerán. Cristina por ahora es inigualable.  
El problema más grave es que quien define las elecciones es el “puro centro” liberal – burgués, otra vez, profundamente conservador. La campaña para los politizados ya empezó: las internas están a pleno, tanto en la oposición como en el oficialismo. Pero no hay que confundirse, gritos no es división. En ambos sectores se están “re-produciendo”; saben que la división es la casi segura derrota. El 17 de octubre será clave para el lanzamiento de “una propuesta” del Peronismo. Pero al grueso de la sociedad esa dinámica política aún le queda demasiado lejos.
La militancia y las y los politizados que no entiendan esto corren el riesgo de sentirse de antemano decepcionados. ¿Somos todos traidores? No, se trata de entender la complejidad del momento mundial y la simplicidad de las demandas sociales.

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