El Gobierno mira el 2021, la Oposición al 2001
En 2021 habrá elecciones, y la gente votará por la recuperación económica y la vacuna. Ésta parece ser hoy la agenda del oficialismo, y no la de la oposición.
El Gobierno sabe que gran parte de su suerte política se juega con el plan de vacunación contra el Covid y en la recuperación económica, es por ello que el discurso del Alberto Fernández para el 2021 estuvo centrado en la agenda de campaña que lo había llevado a la presidencia. Con cuatro millones de vacunas en el país, y proyecciones optimistas que más dosis lleguen semanalmente antes de que se dispare la segunda ola –las estimaciones sanitaristas prevén para mayo aproximadamente-, el Presidente dio su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso con los temas que el electorado votó: recuperación económica, rol activo del Estado, desdolarización de las tarifas, desaceleración de la inflación con sueldos superando ese indicador, el cuestionamiento al poder judicial y salud y educación para todos y todas. El 2020 fue el año de la pandemia, el 2021 será clave no sólo para atravesar la segunda ola, sino porque deberá transitarla simultáneamente a la recuperación económica. Es un año electoral, y el Gobierno deberá indefectiblemente ganar las elecciones. Mira al 2021, la oposición parece más centrada en el 2001: apuesta al caos, al desborde social, ya sea sanitario o económico, y al que “se vayan todos”. La lógica política debiera contenerlos en ese cuestionamiento a “los políticos”, pero “ellos” históricamente se presentaron como “la no política”, los Ceos exitosos de empresas, o los “novedosos libertarios”, eso sí, siempre con los mismos acotares y recetas neoliberales.
A quiénes le habló Alberto
La primera impresión de políticos y comunicadores fue que Alberto le había “hablado a las/os propios”, a los votantes del Frente de Todos. Y es cierto, en parte: muchas de las temáticas desarrolladas son parte central de esa plataforma política y sus electores esperan que cumpla a lo largo de su mandato. Pero también es cierto que, si las políticas implementadas son las de la campaña, no se beneficiará solamente el 48 por ciento que eligió la fórmula Alberto-Cristina. Las elecciones son legislativas –senadores y diputades-, y “alcanza para ganar” aproximadamente con el 40 %. En las de medio término suele haber mayor oferta partidaria y dispersión del voto; más “partidos chicos” que “sacan votos”. Ése será el caso seguramente de los libertarios, que pueden obtener entre cinco y diez puntos que se los “robarán” a Juntos por el Cambio. Recodemos, por ejemplo, que en 2017 Cambiemos ganó con el 41 %, y al Frente para la Victoria le habían alcanzado menos del 33 % para el triunfo en las del 2013. Así, con poco más de los votos propios-puros del Kirchnerismo, –aproximadamente el 33 %-, el Frente de Todos, unido, debería conseguir ese porcentual. Pero mirando el mediano plazo, en las presidenciales de 2023 habrá mayor concentración del voto y, en ese momento, el electorado liberal de derecha se aglutina por su antiperonismo. También concentra un porcentaje similar a un tercio del electorado. Conclusión: el tercio restante, no “politizado”, desinteresado y muchas veces tan desinformado que llega a votar en contra de sus propios intereses, es el que define la elección. Alberto debe consolidar la recuperación económica que ya comenzó, contener la pandemia –con cuatro millones de vacunas y las próximas que lleguen estaríamos en condiciones de afirmar que no habrá riesgos de un desborde sanitario, si no lo hubo el año pasado, menos en el actual-, y minimizar las muertes por Covid porque las/os adultos mayores y pacientes con riesgo estarán vacunados. Así, el indispensable triunfo del Frente de Todos estará cerca. Por eso el discurso de ayer tuvo una fuerte impronta propia de recuperación económica, empezando “por los de abajo”. Y en ese caso los beneficios sociales llegarán no sólo a los propios, sino también a esos sectores medios “despolitizados”. Entonces no les habló sólo a “los propios”: las tarifas “desdolarizadas”, la fuerte reducción del impuesto a las ganancias y que los salarios le ganen a la inflación no impacta sólo en los kirchneristas.
La (in)justicia
El poder judicial es el sector con peor imagen y mayor desconfianza públicas. En ese sentido también puede interpretarse que su reforma es una demanda social generalizada y, además, votada en 2019. Pero también es verdad que es una agenda muy sentida del votante kirchnerista duro. Una de las consecuencias del gravísimo error político que implicó haber vacunado a conocidos en el Ministerio de Salud, pareciera ser el hecho de que Alberto haya tomado dimensión real de que el Poder Judicial y los grandes grupos de comunicación –la fracción de la oposición que conduce al resto y marca la agenda-, no van sólo contra Cristina en particular, también contra los peronistas en general. Ginés González García, por ejemplo, es muy querido entre los gobernadores y dirigentes de la CGT. Y Alberto, con dolor, tuvo que tomar la correcta decisión de “sacrificarlo políticamente”. Quizás por ello es que Alberto haya vuelto a centrar su discurso en el Poder Judicial. No hay dudas que es indispensable una reforma de fondo. Justamente por ese motivo es que no hay margen para no hacerla, ni siquiera para que sea “a medias”, un “como si”. En ese sentido no parece ser éste el momento más indicado para avanzar en ese frente, porque no se puede retroceder y no pareciera que están dadas las condiciones políticas –léase, los brazos levantados en la Cámara de Diputados- para reformar la “(in)justicia”. Si el fútbol es por goles, esto es por votos. Y hasta aquí no están. Ojalá se consigan, pero no pareciera sencillo. Así como el momento político indicado fue apenas asumió Alberto la presidencia, ahora la nueva oportunidad será inmediatamente después de un hipotético triunfo en las elecciones. De lo contario se corre el serio riego del “quise, pero no pude”, y eso llevaría puesto a cualquier proyecto político popular, como ya pasó aquí y en toda Latinoamérica. Y si se lograra hacer la reforma antes de las elecciones, será tan “bajas calorías” que resultará insulsa. Hay que aprender de los errores: cuando se dieron varias batallas a la vez sin medir correctamente la fuerzas, no sólo se perdieron, sino que el enemigo salió fortalecido, tanto el grupo Clarín con la ley de medios como la Mesa de Enlace con las retenciones. A tal punto que esos sectores y el Poder Judicial fueron quienes conformaron, y conforman, Juntos por el Cambio. La estrategia para ganar las elecciones requiere de una táctica correcta, y poner en el centro ahora a la “justicia” no parece ser lo más recomendable. Después, sí o sí.
Error sí, corrupción no
Ahora lo mismos sectores que hablan de corrupción – la vacunación en el ministerio de Salud fue un error pero no hecho de corrupción por dinero-, callan la privatización de las vacunas en la Ciudad de Buenos Aires y en Jujuy. Ni hablar de la deuda externa: “He instruido para que se inicie una querella criminal para determinar quiénes fueron los autores de la mayor administración fraudulenta y malversación de caudales públicos de la historia”, determinó Alberto. Ése sí que es un acto de corrupción, seguramente por miles de millones de dólares. Pero lo más grave no es “la corrupción” sino el condicionamiento que los más de 100 mil millones de dólares y la consecuente fuga de capitales le generan al país. Esa dinámica es estructural, no ocasional. Otra vez: un tema de “kirchneristas” que beneficiaría a todos y todas.
Ya había abierta una causa por la deuda externa, que tienen dos de los camaristas de Casación Penal macristas -Gustavo Hornos y Mariano Borinsky-, y que ningunearon. Ambos visitaban a Mauricio Macri cuando era Presidente, Hornos recurrentemente. Alberto lo destacó en su discurso: “Algún miembro de este Congreso Nacional detectó la visita de jueces de la casación –Hornos y Borinzy- al entonces Presidente Macri, justamente días antes de dictar sentencias contra sus opositores políticos y solo una voz aislada de ese tribunal –Alejandro Slokar- se alzó reclamando explicaciones. El resto lo amparó bajo el manto del silencio”. Nuevamente: ojalá haya un “nunca más” para la deuda. Con esta “justicia” pareciera difícil, y el momento no parece ahora. Sí es efectivo el poner en el centro del escenario electoral a Macri; a Juntos por el Cambio no le conviene y Horacio Rodríguez Larreta no lo quiere ni el rinconcito del ring. Son lo mismo, pero “el candidato” de la derecha pretende diferenciarse: “Yo siempre voy a estar para terminar con la grieta”. Puede ser cierto, pero “cerrarla” tácticamente para él implica definirla ganadora estratégicamente para el bando neoliberal. Para eso necesita a Macri, pero lejos. Y Alberto se lo acercó.
Oposición modelo 2001
La oposición apuesta al caos social. No tiene una agenda política superadora para ofrecerle a la sociedad, no define un discurso político que le permita sumar votos más allá de su importante núcleo duro. Así, sólo se monta en los errores políticos del Gobierno, que los comete. El más importante fue desaprovechado este sábado por la oposición, que por primera vez tuvo la oportunidad de “marchar” con una razón: cuantitativamente fueron pocos; cualitativamente recurrieron a la peor analogía, la muerte. Las imágenes de las bolsas mortuorias hacen directa referencia a las/os desaparecidos de la última dictadura cívico-militar (a la cual muchos de ellos acompañaron), en tiempos socialmente muy dolorosos por los más de 50 mil fallecidos por el Covid. Tan cierto es que no todos los que marcharon en contra del Gobierno piensan así, como que la oposición queda asociada a esa imagen. Cuanto más se alejen del futuro inmediato y más se asemejen al 2001 –y ni que hablar de 1976-, más les servirá para su núcleo duro, y menos para “encantar” a los moderados.
En 2021 habrá elecciones, y la gente votará por la recuperación económica y la vacuna. Ésta parece ser hoy la agenda del oficialismo, y no la de la oposición.
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