Diario de un voluntario de la vacuna china -Primera parte-
Gabriel Katz
Un domingo de septiembre por la mañana, -qué lindos son los domingos a la mañana para leer los diarios aún en pandemia-, me encontré con un título. “Comienzan los ensayos de la vacuna China en Argentina”. La información tenía como coprotagonista a la Fundación Huésped y adjuntaba la necesidad de reunir tres mil personas para que actúen como voluntarios.
No sé si por aportar algo a que la pandemia termine lo antes posible, por curiosidad o inconciencia. Este cocktail pandémico y neurótico me llevó a decidirme a poner el cuerpo. Llené un formulario con mis datos personales y lo envié.
A lo quince días, mientras mi hijo me invitaba a jugar a “la lucha”, una voz en el teléfono me anunció que me habían seleccionado para ser voluntario de la vacuna Sinopharm. Me hicieron un cuestionario telefónico y quedaron en comunicarse. A los dos días llegó el mail con la confirmación y la citación para cumplir con los exámenes médicos correspondientes. Análisis de sangre completo y el famoso hisopado. La cita fue en la sede de Vacunar de la Avenida Monroe, cerca del Hospital Pirovano.
Llegó el día: pasé la puerta de Vacunar, pisé una alfombra desinfectante y entré. Me entrevistó una médica; algo parecido a las preguntas telefónicas, pero en vivo. Me dio para leer la “Información para el voluntario y el formulario de consentimiento informado”. En esa cartilla me enteré que el estudio duraría un año, que es totalmente voluntario, que las muestras van a China y que me puedo bajar del barco cuando quisiera. Puse la firma con adrenalina: como si se tratara de un contrato para jugar por un año en Argentinos Juniors.
La médica me invitó a pasar a la enfermería. “Parece que esta vacuna viene bien, pero hay que esperar”, me dijo Gladys, la enfermera, antes de la extracción de sangre que casi no sentí. Después vino lo peor, un hisopo ingresó en mi nariz y no se detuvo hasta llegar al lagrimal. Sí, lloré.
-Listo el pollo, me dijo Gladiz con una sonrisa, alfajor y juguito en mano. A la salida estaba la médica, quien se despidió y me dijo “te llamamos cuando tengamos novedades”.
-Volví para mi casa con el miedo y la certeza de que no pasaría los exámenes. “Este año no me hice análisis de nada: algo debo tener”, pensé.
El 6 de octubre me llamaron de Vacunar. Me dijeron que pasé los exámenes y me preguntaron si seguía interesado en ser voluntario. Además, me invitaron a fijar horario para lo que sería la primera dosis. Así fue: martes 13 a las 8.50 am. Sí, martes 13…
Me desperté a las 7:30 me pegué una ducha y salí para Vacunar. Me recibieron con la calidez de siempre. Entré al consultorio. Vi una heladera llena de cajitas; todas rotuladas con la vacuna China.
Antes de la aplicación me sorprendieron con regalos. La doctora me dio una regla y un termómetro. Tendré que tomarme la fiebre todos los días e informarlo en una aplicación.
-¿La regla?
-Es para medirte las reacciones alérgicas en la piel. Si las tuvieras, aclaró.
Además, me dieron una tarjeta de identificación donde aparece mi número de voluntario y un teléfono de atención las 24 hs. Por si las moscas…
Llegó el momento de la verdad. Me pusieron la vacuna, o el placebo… En realidad, ni los médicos saben qué me aplicaron. Lo que sí sabemos es que la muestra va a China y que ya agendamos la segunda dosis para el tres de noviembre. Me despidieron. Volví a mi casa contento. Con la tranquilidad del deber cumplido.
El primer día me levanté con mucho cansancio, pero después todo empezó a andar bien. Apenas alguna fatiga y nada más. Mi vida cambió poco. Lleno y envío todos los días un formulario de APP CLIN, la aplicación que me tuve que bajar para informar sobre mi estado de salud. Si no lo hice, a las 18 hs. me lo recuerdan con una alerta y con un mail. Además, me llaman por teléfono casi todos los días y me preguntan cómo estoy.
Ayer leí los resultados que se publicaron sobre la fase 1 y 2 de esta vacuna: todos alentadores. Mi próxima vez será el tres de noviembre. Veremos cómo sigue la historia. Algunos párrafos atrás dije que mi vida cambió poco. Pero sumé una cosa. ahora, cada vez que hablan de China, o mejor dicho de la Vacuna China, me siento involucrado. Siento que soy parte. No es poca cosa.
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