Argentina, ¿un proyecto de Nación o una Nación inviable?
Si Argentina consolidará o no un proyecto de Nación a largo plazo, eso es lo que está en disputa. No solamente se definirá si la Corte Suprema hace o no Justicia con los tres jueces puestos por Cambiemos violentando la Constitución Nacional. Tampoco el voto ante la ONU expresa la preocupación por las supuestas violaciones a los DD.HH. en Venezuela. La violencia no se termina con 100 Taser. La pandemia, cada vez más instalada en todo el territorio del país, no se resume a libertad o encierro. Y lo más trascendental: muchísimo menos la discusión puede quedar reducida a si tenemos el 40.9 o el 47 % de pobreza. Todas estas temáticas son muy importantes para el destino del país, en todas se juega algo de nuestro futuro como Estado-Nación. Pero en el fondo lo que está en discusión es si Argentina puede encarar definitivamente un proyecto de país a largo plazo que nos incluya a todos y todas. De lo contrario, si el histórico empate de hegemonías, entre un proyecto popular e inclusivo y otro oligárquico y excluyente, no se definiera a favor del primero, seguiremos en estas tensiones irresueltas, pero con una población que cada vez expresará menos la categoría de “pueblo”, y la tendencia creciente hacia una “Nación inviable” será irreductible. Una Nación con la mitad de su población en la pobreza es social, política y económicamente inviable.
De dónde venimos
A partir de la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros en 1852, la llamada generación de 1880 “resolvió” la disputa entre los proyectos Unitario-Federal constituyendo un país políticamente oligárquico-conservador y económicamente liberal. A partir de allí, grandes masas populares quedaron reducidas a la sobrevida. Parte de ese sector encontró contención en el movimiento popular que fue en sus inicios el Radicalismo de Hipólito Yrigoyen, que en la primera elección con voto secreto y “universal” lo consagró presidente. En realidad, de los casi ocho millones de habitantes, votaron solamente 750 mil: ni mujeres ni extranjeros. Pero como el voto fue secreto, los conservadores perdieron. Después llegó el Peronismo, verdadero hacedor de un movimemiento nacional y popular. De allí en más, la derecha nunca más ganó una elección, hasta la de Mauricio Macri en 2015. Sí gobernaron gran parte de la historia argentina, pero a través del “fraude patriótico” primero y de los Golpes de Estado después. El gobierno de Cambiemos fue un estrepitoso fracaso, pero no porque no hayan tomado las medidas económicas que quisieron implementar (industricidio, endeudamiento externo, baja de salario real de trabajadores, reprimarización de la economía, un modelo de acumulación financiero y primario agroexportador), sino porque políticamente no pudieron sostenerse en el Gobierno. Esto es, no “definieron” a su favor el empate de hegemonías. Lo cual es bastante difícil porque Argentina tiene una historia política y de movilización popular importantes que le permite “frenar” ese proyecto conservador, aunque las fuerzas en tensión tampoco le alcanza para imponer el propio a lo largo de la historia. Más-menos cada diez años, hay una vuelta de la derecha. Históricamente fue de facto. En 2015 democráticamente. Pero cuidado, ahora sabe que por el voto les será muy difícil porque su proyecto excluye a las mayorías, como quedó nuevamente reflejado en su último Gobierno. Ahí es cuando se vuelve central la metodología de los “Golpes blandos o suaves”, que son Golpes de Estado. Así sucede hoy por hoy en casi toda América Latina; así se intenta aquí. No es una estrategia local, sino regional de EEUU. En cada país tiene sus “implementadores”. Aquí, La Corte Suprema genera un conflicto institucional; los grandes grupos económicos hacen una corrida del precio del dólar, buscando la devaluación; los medios hegemónicos instalan la teoría del caos, de que todo estallará; la derecha política es su expresión partidaria.
Hacia dónde vamos
Los datos del INDEC duros y fríos sobre la pobreza arrojaron el 40.9 % para el primer semestre. Y hay que contextualizarlo: primero, si el Gobierno no hubiera tomado las medidas de ayuda a las empresas pagando parte de los sueldos para que no echen trabajadores, y facilitando créditos a tasa por debajo de la inflación, o entregado el IFE a desocupados y trabajadores informales; si se hubiera medido trimestralmente como se hacía antes de la “corrección” de Mauricio Macri; y sobre todo, si el corte para una familia fuera más lógico que los 43.785 pesos de la canasta básica total promedio, o si se incluyera el alquiler; el porcentaje de gente bajo la línea de la pobreza sería muchísimo mayor. Así todo, hoy tenemos 11.7 millones de personas pobres en Argentina. De ese universo, el 10.5 % son indigentes.
Una Nación inviable: no se sostiene un pueblo unido con esos índices crecientes de exclusión.
Esta catástrofe social es consecuencia de “las pandemias”, en orden de aparición, la neoliberal y la del Covid. Con todo, una Nación así no tiene destino. Es indispensable, y no sólo moral, sino económica y políticamente encarar en el largo plazo esta situación. Con un proyecto político popular, en unos años seguramente bajaremos sensiblemente la “pobreza por ingresos”, que supo estar alrededor del 25 %. De ahí en más, nos queda la estructural, que es muchísimo más complicado resolverla, y llevaría décadas si ese proyecto político se sostuviera en el tiempo. Si retrocediéramos con la “hamaca” del empate de hegemonías, no lo resolveríamos nunca. Eso, en el tiempo, conforma una Nación inviable: no se sostiene un pueblo unido con esos índices de exclusión, y crecientes. ¿Por qué no sucedió hasta ahora? Porque históricamente Argentina venía de una sociedad más igualitaria, pero esta desigualdad creciente llegará así a tensiones sociales insoportables.
La Corte Suprema no le otorga gravedad institucional a causas de DD.HH. ni de jubilaciones, sí al requerimiento de tres jueces que no fueron nombrados por Mauricio Macri sin respetar los pasos constitucionales (Art. 99 y 144 de la Constitución Nacional). Tres personas, ni siquiera cinco, tienen en sus manos el destino jurídico de todo un país. Dos de ellas, una nada menos que su presidente, aceptaron ser nombrados por el mismo Macri por decreto. Carlos Rosenkrantz fue abogado del grupo Clarín. Dos de los magistrados son de la zona núcleo sojera, uno es Ricardo Lorenzetti, escrachado por los sojeros de Rafaela; la Pampa Húmeda está claramente sobre representada. La jueza Elena Highton de Nolasco, quien ya debiera haberse jubilado, se sostiene porque el Gobierno anterior no apeló su decisión de permanecer en su cargo hasta cuando le dé la gana. Es difícil que una Nación construya su ética social alrededor una Corte oligárquica, todopoderosa e inmoral; legal pero carente de legitimidad.
Lo mismo sucede con un grupo de exportadores que especulan con la liquidación de los granos, presionando por una devaluación que perjudicará social y económicamente al resto de la población. Obviamente se profundizarían los índices de pobreza. Nuevamente, patria para todos o para unos pocos. “Empresarios” que viven y hacen negocios aquí, pero se sienten y piensan del primer mundo. Eso sí, ante una sequía o inundación, le reclaman compensaciones al Estado, esto es, a todos.
¿DD.HH. internacionales?
“Las grandes naciones democráticas” censuraron a Venezuela por la supuesta violación a los DD.HH. Claro está, no es ésa la discusión. Si así fuera, es violatorio de esos mismos derechos bloquear un país, dificultando el acceso a bienes esenciales (a la propia Venezuela o a Cuba); realizar represiones con matanzas y desplazados (Colombia); arrojar jóvenes al río (Chile); censurar a medios de comunicación opositores y proscribir políticos (Ecuador); el desconocimiento de elecciones y Golpes de Estado (Bolivia); y golpes institucionales y encarcelamientos de dirigentes (Brasil). Son sólo algunos ejemplos de violaciones a los DD.HH. que la ONU podría haber tratado si genuinamente le interesara el tema. No, el punto es desestabilizar hasta voltear el legítimo gobierno venezolano, haciendo injerencia en su política interna.
Lamentablemente, la Cancillería argentina votó “acompañando” a dictadores y gobiernos de derecha, en una línea similar, no en la misma, que lo había hecho el gobierno de Cambiemos. Argentina hoy reconoce a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y se opone a una injerencia externa que, obviamente, es la de Estados Unidos. Cambiemos reconoció al autoproclamado presidente Juan Guaidó y trabaja con la embajada de yanqui para un cambio de Gobierno.
¿Si Néstor hubiese estado solo contra EE.UU., hubiera podido decirle “No al ALCA”?
La nombrada embajadora en la Federación Rusa, Alicia Castro, de una militancia y compromiso inquebrantables, tiene derecho a renunciar si no está de acuerdo con la línea de la Cancillería. Pero siempre hay que mirar quién se beneficia con los mensajes. El diferenciado agradecimiento a la vicepresidenta Cristina Fernández es utilizado por la derecha para horadar el vínculo entre Alberto y Cristina. Mencionó la admirable epopeya que fuera el “No al ALCA” en 2005. Allí estaban Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez. Tres verdaderos “líderes” de tres potencias regionales. Para quienes dicen que la correlación de fuerzas no importa, hoy para encontrar un aliado hay que ir hasta México. Esta vez, tristemente Argentina no se abstuvo como sí el país del norte, que era lo mínimamente deseable. Pero la situación es distinta: seguramente habrá sido prenda de negociación como parte del arreglo con los acreedores privados y con el FMI. Duele, pero evidentemente todo no se puede. Hoy no están ni Lula ni Chávez. ¿Si Néstor hubiese estado solo contra EE.UU., hubiera podido decirle “No al ALCA”?
La unidad del Frente de Todos es indispensable para gobernarlo, sin ella es imposible. La unidad es con quienes piensan diferente, no opuesto, pero tampoco igual. El Frente tiene tres grandes patas: el Kirchnerismo, el Peronismo tradicional de los gobernadores y el PJ, y el Frente Renovador. Es tan cierto que el primero aportó más votos, como que los otros dos expresan ideas más de centro. Los tres son importantes, sólo hay que hacer el ejercicio intelectual de imaginarse qué sucedería con el Gobierno si cualquiera de los tres espacios le quitara apoyo.
El Frente tiene tres grandes patas: el Kirchnerismo, el Peronismo tradicional de los gobernadores y el PJ, y el Frente Renovador. Es tan cierto que el primero aportó más votos, como que los otros dos expresan ideas más de centro.
El Gobierno cuenta con apoyo popular. Intenta quebrar la resistencia de “El Campo” con un sector de los exportadores y las compensaciones a los pequeños productores. Hacen falta dólares; indispensable. Reunió a Miguel Acevedo (UIA), José Martins (Bolsa de Cereales y CAA); Miguel Rodríguez (UIA-Sinteplast); Gustavo Idigoras (CIARA CEC y CAA), Iván Szcech (Cámara de la Construcción); David Uriburu (UIA-Techint); y Alberto Carlocchia y Eugenia Sampalione, presidente y vice de la Cámara de Empresas Mineras (CAEM). La llegada del FMI, paradójicamente, ahora beneficia al Gobierno en cuanto a “generar confianza para los mercados”. Ojo, sólo para eso… Es necesario arreglar la deuda de u$s 45 mil millones que, también ahí, dejó Cambiemos.
Todo conforma la verdadera “pesada herencia”. No sólo de los últimos cuatro años, sino de un modelo neoliberal que no termina de imponerse, pero sí logró siempre condicionar fuertemente los proyectos populares. Una Nación, un verdadero proyecto de país, está en disputa.
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