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Bolsonaro “cuarentenado”

Jair Bolsonaro no sólo obstaculiza la ayuda para enfrentar al Coronavirus (de acuerdo a una encuesta de Datafolha) sino que también comenzó a afectar la viabilidad de la economía en Brasil, más allá del impacto de la pandemia y las argucias de su superministro pinochetista, Paulo Guedes. El brazo militar del gabinete desplazó a Bolsonaro de las decisiones que su gobierno debe tomar para enfrentar al Coronavirus.”En cuanto dure la situación de crisis el Presidente Operacional de Brasil será el general (Walter) Braga Netto”, informa un comunicado del 31 de marzo firmado por el ministro de Defensa Fernando Azevedo e Silva, y los comandantes del Ejército, la Marina y la Aeronáutica. El “aislamiento preventivo” de Bolsonaro habría sido “acordado” según explican las autoridades militares. “Le toca al ministro jefe de la Casa Civil (Walter Braga), ahora incorporado como figura del Estado Mayor Nacional Político, conducir la amarga realidad nacional”. Una semana antes de esta operación el jefe del Ejército, Edson Leal Pujol, había advertido: “Este es un momento de cuidado y prevención, pero también de mucha acción por parte del Ejército brasileño”.

La presión de las élites empresariales y las alertas encendidas en las últimas semanas por la bolsa de San Pablo y las entidades bancarias, ante la posibilidad de un quiebre financiero del gigante sudamericano, alimentaron el malestar con el mandatario brasileño. Bolsonaro fue blanco de pesadas críticas por parte de su propio gabinete, el Congreso y todo el espectro partidario (de derecha a izquierda) por su manejo de la crisis sanitaria y su postura adversa a la cuarentena, declarada por 27 estados brasileños. Dentro de su gobierno el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, siguió desde el primer caso positivo, los lineamientos de la OMS y se mostró a favor de la cuarentena pese a las declaraciones del mandatario pidiendo a los brasileños y brasileñas que salieran a la calle. 

La tensión en Brasilia no es nueva. Desde los inicios de su mandato, Bolsonaro atravesó diversas crisis en especial con su vicepresidente, Hamilton Mourao (exgeneral del ejército) a raíz de las reiteradas intervenciones públicas del conocido como “gurú” de Bolsonaro, Olavo de Carvalho (reside en Virgina, EE.UU.), referente ideológico del excapitán. Antes del encuentro, entre Trump y Bolsonaro en Washington, Olavo dijo: “Yo adoro a este tipo, a Bolsonaro. Pero está rodeado de traidores, no confío en prácticamente nadie del Gobierno salvo en él”.

En los medios brasileños ya se menciona a Braga Netto como “presidente operativo”. Braga Netto, asumió la Casa Civil, a mediados de febrero, cuando aún se desempeñaba como jefe del Estado Mayor del Ejército. El pasado viernes Braga Netto, encabezó una conferencia sobre el Coronavirus en el Planalto, debutando en su nuevo rol.

De acuerdo a una encuesta de Datafolha publicada este sábado por los medios brasileños, el 51 % de la población opina que Bolsonaro obstaculiza la ayuda para combatir el Coronavirus. En el noroeste del país el número es aún mayor, alcanzando el 57%. Por su parte, el Ministro de Salud superó en popularidad al ex capitán. Sus acciones fueron aprobadas por el 76 % de los encuestados. El dato más preocupante para Bolsonaro es el difundido por otro sondeo realizado por XP Ip Espe. Este informe señala que el índice de desaprobación del presidente está en su mayor nivel desde que llegó al poder en enero de 2019. El 42% de los brasileños opina que la gestión de Bolsonaro es “mala” o “pésima”, seis puntos más que el mismo sondeo de hace un mes.

En este contexto de total incertidumbre para la humanidad y para una América Latina que se enfrenta de nuevo a los avatares de las políticas de ajuste, es necesario ir más allá de las figuras políticas y preguntarse qué está sucediendo en las democracias latinoamericanas. Ayer fueron denuncias por “supuesto fraude” (Bolivia) y hoy, salvando las diferencias, ante la inoperancia de Bolsonaro, es la crisis del Coronavirus y la falta de respuestas por parte del mandatario brasileño, lo que está provocando una suerte de “golpe encubierto” en Brasil. Una situación preocupante para las instituciones y para los tiempos que se avecinan en nuestra región.