Brasil: El gigante que inclina la balanza
“Hacia donde se incline Brasil se inclinará toda América Latina”, aseguró alguna vez Henry Kissinger.
El golpe contra Dilma, el encarcelamiento de Lula y la llegada el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro destruyen el Estado de Derecho del gigante suramericano, avanzan contra la integración regional y componen una parte fundamental de la estrategia de recomposición del neocolonialismo de Estados Unidos.
“Hacia donde se incline Brasil se inclinará toda América Latina”, aseguró alguna vez Henry Kissinger. El tiempo demostró la sabiduría del ex secretario de Estado de Estados Unidos. Durante la primera década del siglo 21 la presencia de los sucesivos gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, con Luiz Inácio “Lula” da Silva (2003 – 2007 / 2007 -2011) y Dilma Rousseff (2011 -2015 / 2015 – 2016), fue fundamental para que en toda la región se consolidara un proyecto de integración y la mirada multipolar tomara cada vez más fuerza.
A nivel interno, los gobiernos del PT aplicaron políticas de redistribución de la riqueza, de fomento de la industria y de recuperación de derechos sociales, culturales y económicos de los sectores más postergados. Esas políticas sacaron a más de 40 millones de brasileños de la pobreza y elevaron a Brasil al lugar de sexta economía a nivel mundial.
En el plano internacional, se logró construir una fuerte alianza con los otros líderes progresistas: Néstor Kirchner y Cristina Fernández (Argentina), Rafael Correa (Ecuador), Fernando Lugo (Paraguay), Tabaré Vázquez y José “Pepe” Mujica (Uruguay), Michelle Bachelet (Chile), Evo Morales (Bolivia), Hugo Chávez y Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua), Salvador Sánchez Cerén (El Salvador) y, por supuesto, Fidel y Raúl Castro (Cuba).
Esas alianzas (en especial el vínculo con la Argentina) impulsaron la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y también generó el giro en la concepción del Mercado Común del Sur (Mercosur) hacia un proyecto más amplio que lo convirtió, además de un espacio de intercambio comercial y de negociación en bloque con las grandes potencias, en un espacio de integración política y social.
Más allá de los límites de la región, Brasil profundizó los vínculos con las nuevas potencias y se creó el Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
El 5 de noviembre de 2005, Lula da Silva, Néstor Kirchner y Hugo Chávez impulsaron el “No al Alca” (Área de Libre Comercio para las Américas). Así rechazaron el proyecto de control regional del comercio que el entonces presidente norteamericano George W. Bush intentaba imponer en la región.
Diversos analistas aseguran que la Cumbre Celac –Brics, realizada en 2014 en Brasilia, impulsó a los Estados Unidos a apresurar los tiempos de su estrategia de recuperación del control de su “patio trasero”. Control que, desde la concepción norteamericana, se encontraba amenazado por el aumento de presencia y el intercambio comercial con China y Rusia.
Contra el gigante suramericano el proceso de restauración fue contundente. La demonización que hizo del PT y sus líderes realizada de manera sostenida y sistemática por el grupo mediático hegemónico Rede Globo fue clave para un proceso que tuvo sus puntos más altos en el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff (2016) y que continuó con la persecución mediática-política-judicial (Lawfare), y luego el encarcelamiento y proscripción a Lula da Silva (2018). El líder que podía encabezar la recuperación de las fuerzas populares en Brasil fue eliminado de la escena política.
El juez Sergio Moro, un juez vinculado al Departamento de Estado norteamericano, condenó sin pruebas al líder del PT. En su fallo, Moro admitió que no tenía prueba contra Lula, pero aseguró que tenía la convicción de que el presidente había cometido el delito del que se lo acusaba y que con eso era “suficiente”.
Moro encarceló a Lula, lo proscribió, le impidió dar entrevistas y participar de la campaña. La decisión del magistrado le permitió al líder ultraderechista, pronorteamericano y proisraelí, Jair Bolsonaro ganar las elecciones presidenciales.
Bolsonaro rápidamente devolvió el favor a Moro, nombrándolo ministro de Justicia, y al Departamento de Estado, al ponerse a total disposición de Washington, sumarse al asedio norteamericano contra Cuba y Venezuela, y poner la base de Alcántara, en la Amazonia, al servicio de los intereses del Pentágono.
En compañía del mandatario argentino, Mauricio Macri, del colombiano, Iván Duque, del chileno, Sebastián Piñera y de otros líderes de menor peso, Bolsonaro avanza en la destrucción de los espacios de integración regional.
A nivel interno el retroceso es cada vez más marcado. La avanzada autoritaria es acompañada del modelo neoliberal que – al igual que en el resto de los países de la región que se aplica – restringe derechos y golpea con dureza a los sectores más vulnerables. El oscuro presente de Brasil ensombrece a toda América Latina.