Panorama Político: Cierre de listas, inicio de campaña
Y el tan esperado 22 de junio, día del cierre de listas, llegó y pasó casi desapercibido. Finalmente, el que resultó muy importante fue el 12, cuando cerraron las alianzas electorales y se definieron dos grandes espacios políticos entre los que se decidirá el futuro de la Argentina por mucho más que cuatro años. Juntos por el Cambio (eufemismo de Cambiemos) o el Frente de Todos (PJ-K-Frente Renovador), allí estará el destino del país y de todas/os nosotras/os.
El PJ-K-Frente Renovador logró la ansiada “unidad”, bastante más amplia de lo que se hubiese imaginado.
Si hace unos días se hubiese pensado que a esta altura existiría políticamente un Frente que contuviera al Partido Justicialista, al Kirchnerismo, al Frente Renovador y a casi todos los gobernadores, no hay dudas que la oposición estaría más que satisfecha. Se logró la ansiada “unidad”, bastante más amplia de lo que se hubiese imaginado. Además, Sergio Massa deberá ponerle el cuerpo a la elección, “militarla”, porque él será el primer candidato a diputado nacional en la provincia de Buenos Aires y porque su futuro y el de los suyos –legisladores nacionales y provinciales e intendentes- estará en juego. Lo mismo sucederá con los gobernadores que, si bien ya casi todos aseguraron sus elecciones provinciales, ahora querrán “meter a sus” senadores y diputados nacionales”. La jugada de Cristina salió muy bien, los alineó detrás de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández. Un Frente que ya tiene una plataforma de gobierno, basada en el desarrollo industrial “hacia adentro”, fortaleciendo el mercado interno para que “todes estén incluides”. Descontado está que habrá que reestructurar la deuda externa, pero será sobre la base del crecimiento de un país inclusivo.
En Cambiemos juegan fuerte, mucho más allá de la cuestión netamente electoral.
No obstante, si bien todas las encuestas dan una clara diferencia a favor de F-F, no hay un “clima político” que dé como seguro ganador a la oposición, como indicaría la lógica tras el desastre económico-social del mejor equipo de los últimos 50 años: endeudamiento y condicionamiento externos, un índice de inflación (57.3% interanual) que es el tercero más alto del mundo, cierre de fábricas y comercios, recesión, desempleo de 10.1%, inseguridad jurídica por las escuchas ilegales y persecución política.
Es que desde Juntos por el Cambio y su modelo de “valorización y especulación financiera”, venta de productos primarios al exterior y empobrecimiento creciente de la población, juegan fuerte, mucho más allá de la cuestión netamente electoral. Cuentan con el poderosísimo respaldo, inédito por su dimensión económica, del FMI y EE.UU. Con un clima regional favorable, especialmente por Brasil, alineado también con la derecha más recalcitrante. Y con el grueso de los grandes grupos económicos, mediáticos inclusive. Desde allí “instalan percepciones, climas”: el dólar se estabiliza ( que sea costa de fugar los dólares del préstamo del Fondo, no importa), que la inflación “está bajando” (aunque sea una de las más altas del planeta), que las encuestas marcan una recuperación de la imagen del Presidente (aunque parta de una imagen negativa del 57%, tampoco es analizado), o que tenga que resignar el nombre Cambiemos porque es mal visto en todo el país, como lo indicaron la catarata de pésimos resultados electorales en las distintas provincias. Nada de eso parece importar, ni siquiera el índice nuevamente récord de dos dígitos de desocupación. La economía no despegó ni va a despegar, pero logran que Alberto tenga que hablar de lo que ellos quieren: que no va a “defaultear” la deuda, que no va a “intervenir” Justicia, que no… No puede hablar de lo que sí quiere hacer. Extraño, desde lo medios siempre reclaman propuestas, ahora las hay, pero nadie habla de ellas. Ésa es la batalla cultural que se cuela en la campaña, y parece que otra vez el oficialismo saca una importante ventaja con ella.
En las seis provincias que van con la “boleta corta” no se beneficia a Cambiemos.
Otro elemento importante es la llamada “boleta corta” (aunque sería más oportuno “boleta angosta”), esto es, sin fórmula presidencial, donde los análisis simplistas dicen “favorecen al Macrismo”. No es tan unívoco, son seis provincias que competirán con este formato. Córdoba es claramente el más importante. El gobernador Juan Schiaretti deja que la militancia y los intendentes “jueguen” como quieran, y quieren PJ porque son PJ. El escenario allí es hoy muy diferente al 70-30 que favoreció a Macri, clave para su elección. Hoy está muy parejo, con tendencia a Fernández-Fernández. Que esta fórmula haga una buena elección en Córdoba, es suficiente, y así la puede hacer. Le sirve a F-F y también a Schiaretti, quien “mete su lista”. En Santiago del Estero (gana el Peronismo por lejos) y Misiones, pasa algo similar, y ya son tres. De las otras, hoy dos que son más opositoras que oficialistas, y de ahí el error de pensar que, como no van “pegadas” a F-F, favorecen a Macri. No, Río Negro y Chubut son partidos provinciales y su electorado es otra cosa, hoy opositor. Neuquén, con su Movimiento Popular Neuquino es el más proclive a los oficialismos, que hoy es Juntos por el Cambio, que no quiere decir justamente que allí Macri arrase.
Con todo, hay que registrar las “trampitas” que Cambiemos ya intentó y las que intentará: anular las PASO con el argumento del costo económico, ¿aquí ya no interesa la tan mentada seguridad jurídica, que quieren modificar las reglas de juego con el partido comenzado?; dejar afuera del padrón a 600 mil jóvenes, un electorado claramente desfavorable a Macri; modificar el sistema de transmisión de resultados de la votación haciéndolo electrónico, aunque se registre el mayor corte de energía de la historia y no haya habido aún una respuesta oficial convincente; o “bajar” a José Luis Espert de la carrera porque le quita votos a Macri. Son sólo ejemplos, hay varios más a nivel regional (desestabilizaciones, golpes blandos e institucionales, proscripciones, noticias falsas) que habilita a preguntarse qué sucedería si Cambiemos perdiera ajustadamente la elección presidencial: ¿saludaría al vencedor e inmediatamente pasaría a la oposición? ¿Sería tan sencillo?
La batalla cultural se cuela en la campaña, y el oficialismo saca una importante ventaja con ella.
La conformación de las alianzas ya terminó, las listas ya se oficializaron, ahora empieza la campaña, para la oposición, porque el oficialismo pareciera que empezó hace rato. El Frente de Todos debe construir un discurso hacia adelante, esperanzador, que hable de la reconstrucción del país; no se trata de “volver” simplemente, es mucho más complejo, el escenario no será ni el del 2011 ni el 2015. Juntos por el Cambio ya tiene sus spots publicitarios disfrazados de actos de Gobierno, hace tiempo que andan por las redes y los medios, aunque hayan restringido a la mitad los espacios que todos los partidos tienen por ley. Una trampita más, que sea la última, esperemos Cambiemos.