Cultura En los barrios

Urbanismo post Coronavirus

Por Maximiliano Ghielmetti

La pandemia puso en relieve que las condiciones en las que habitamos y nos movemos explican cómo estamos más expuestos. En clave de aglomeraciones o hacinamiento, se reflejan puntos críticos en vivienda, servicios, transporte y espacio público. 

El transporte público, que hoy es peligroso, no puede ser reemplazado por el auto individual.”

Fernando Bercovich, sociólogo especializado en urbanismo, señala que “la pandemia revela que las ciudades son mucho más desiguales de lo que creemos. Eso se vio en las situaciones de brotes en los barrios populares y la imposibilidad del aislamiento. Se evidenció que el hábitat no es igual de accesible para todos y todas. También revela cosas sobre la densidad y el espacio público, como que el distanciamiento social es algo imposible sino se prioriza a peatones y ciclistas. El transporte público que hoy tenemos es “peligroso”, no puede ser reemplazado por el auto individual, sino que tiene que ser reemplazado por la posibilidad de movernos en bicicleta o caminando”.

Las comunas del sur son las menos densas, pero son las que tienen mayor incidencia de hacinamiento.”

Tomando el caso de la ciudad de Buenos Aires como ejemplo, el boletín epidemiológico porteño de la segunda semana de junio reflejó la suba de contagios en los barrios más vulnerables. De allí se desprende que Retiro y Flores agrupan el 48% de los casos, seguidos por Recoleta (5%), Palermo (5%), Balvanera (4%), Belgrano (4%) y Almagro (3%). Entre todos, concentran el 69% de los registros en Capital Federal. Para Bercovich, “los contagios tienen que ver con el hacinamiento, que no es lo mismo que la densidad. Las comunas del sur son las menos densas, pero son las que tienen mayor incidencia de hacinamiento. Hay más cantidad de barrios populares y de viviendas precarias, donde se da hasta el hacinamiento crítico, por lo cual va a haber más contagios. 

La fiebre Amarilla, o cómo se repetiría la historia

En forma de epidemia, azotó la Buenos Aires de fines del siglo 19. Murieron cerca de 14 mil personas, un 8% de los porteños de ese momento. La clave de la expansión de esta plaga fue la falta de higiene. La toma de conciencia de las autoridades llegó con la construcción de redes de agua potable y cloacas, pero sobretodo en Barrio Norte y Recoleta donde se mudaron los sectores más pudientes, dejando sus casonas en Monserrat y San Telmo devenidas en hacinados conventillos, donde vivían los inmigrantes pobres europeos, que al vivir sin estas condiciones de falta de higiene dejaron en las estadísticas de la historia las mayor cantidad de víctimas fatales.
Cabe preguntarse si se incrementará el modelo de irse de la ciudad al country o barrios cerrados para asegurarse mejores condiciones de vida. Bercovich cree que “no hay barrios cerrados sin el aporte de la infraestructura pública, como fueron las autopistas en los ‘70 durante la dictadura, que se afianzaron con las obras de los ‘90. Pero mucha veces se avanza en las construcción de estos barrios cerrados en territorios no aptos que terminan perjudicando a los barrios carenciados circundantes, como en el caso de inundaciones por fallas en el territorio, como se vio en Nordelta y “Villa Garrote”. Entonces, por un lado es un riesgo, pero también una oportunidad. Es algo que ya estaba sucediendo en las grandes ciudades, y puede que la pandemia lo acelere también. Puede que mejore nuestra vida cotidiana, que sea una oportunidad para tomar conciencia de cómo vivimos, cómo viajamos. Este desplazamiento de sectores pudientes no tendría que ser masivo, ya que implicaría un gasto muy alto para los Estados llegar a cubrir más territorio con rutas, hospitales, escuelas, tendido eléctrico.”

Hay que avanzar en políticas de urbanización de los barrios populares.”

Buenos Aires es en estos tiempos, como decía Ezequiel Martínez de Estrada, una cabeza de Goliat, poderosa pero escindida de su cuerpo por los números de contagios concentrados en el AMBA. El dilema parece ser el de crear una ciudad densa pero sostenible. Bercovich afirma que “hay una sensación de que la ciudad de Buenos Aires está estallada, y en realidad no es así: desde 1947 que no crece la población, lo que sí pasa es que hay cada vez más viviendas vacías, se estima que son alrededor de un 10 %. La idea es que la construcción se vuelque a la clase media y no en edificaciones de lujo como pasó en los últimos años”. El objetivo sería poder darle sentido a una ciudad con una densidad razonable, con la mayoría de sus viviendas ocupadas.
Para dar un ejemplo florido como diría Cortázar, no es lo mismo la seguridad sanitaria del asiento del auto, que “el bailar pegados” que implica tomarse un colectivo o un tren en horas pico. El norte de “la nueva normalidad debiera poder analizar el resultado del “hisopado” que se le haga a la urbe, y la manera en cómo nos juega habitarla. En este sentido, Bercovich remarca 3 transformaciones a repensar una ciudad post pandemia: Vivienda: “Hay que avanzar en políticas de urbanización de los barrios populares. Esto va a producir que sean más accesibles el alquiler y la compra para la clase media y que la gente pueda planificar una vida dentro de la ciudad”. Espacio Público: “Ampliación y mejoramiento general de los espacios verdes, de las veredas, que sea un espacio público de calidad para que den ganas de habitarlo y no quedarse encerrado, sino que nos de ganas de salir a disfrutarlo con los otros.” Movilidad: “El subte tiene una gran cuenta pendiente, que se puede mejorar muchísimo. El transporte público en general, para no viajar tan apretados todos los días entre la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Fomentar que más personas puedan ir caminando o en bicicleta a sus lugares de trabajo. Es decir fortalecer mucho el transporte público y acompañar con la posibilidad de que la gente trabaje cerca de su casa y que se pueda mover en bicicleta”.