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Panorama Político: Un mes de reconstrucción; 30 días más de destrucción

El gobierno del Frente de Todos cumplió un mes reconstruyendo el país, combinando medidas de fondo, visibles e invisibles, y gestos políticos que lo acercan al grueso del pueblo. Como dijo el presidente Alberto Fernández: “Estoy contento: lo que dijimos, lo cumplimos”. Los primeros datos de las encuestas así lo reflejan: Roberto Bacman del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP) graficó que el Presidente actual tiene el 62% de aprobación. Hace 30 días, su antecesor se retiraba con casi dos tercios que desaprobaban su gestión. Es cierto que todo nuevo Gobierno tiene “ese plus” de expectativas positivas, pero como Bacman explicó, no es sólo eso: “se ven indicadores de que hay una tendencia a vivir un cambio de clima de época”. Un mes parece poco tiempo, y lo es ciertamente, pero en nuestro país alcanza para que las decisiones políticas expresen la coyuntura social del momento.
También los primeros 30 días son suficientes para visualizar que Cambiemos, que supuestamente iba a llevar adelante “una oposición constructiva”, tiene capacidad de destrucción, pero no de reconstruirse. No tiene, al menos por ahora, capacidad de adaptarse a la nueva situación ni liderazgo político que la conduzca. Consecuentemente, no demuestra intención ni capacidad de hacer una “oposición constructiva”, sino destructiva; no de hacer, sí de impedir. Así quedó de manifiesto en la provincia de Buenos Aires. La ley de financiamiento que necesitaba el gobernador Axel Kicillof, finalmente salió; peor hubiese sido que no se votara. Pero lo cierto es que la oposición logró introducirle limitaciones importantes, digamos alrededor de 10 mil millones de pesos, según las estimaciones de legisladores y del propio Ejecutivo provincial. El esquema redistributivo, progresista, se vio fuertemente condicionado por las y los senadores de Cambiemos. No pueden construir, pero sí tienen la capacidad de continuar con la destrucción y de condicionar al nuevo Gobierno. El gobernador de Buenos Aires acusó a la oposición de “desfinanciar la provincia y favorecer a los sectores concentrados”. Y le será difícil al Ejecutivo presentar la sanción de esta ley como un triunfo. Con esta triste experiencia, deberá replantear la estrategia que pareció apuntar a romper el bloque de Cambiemos en el Senado, por eso el proyecto había ingresado por allí, donde la oposición es más fuerte; no resultó.


A excepción de la reforma laboral, a Cambiemos le votaron absolutamente todo, o casi, el resto salió por decreto. Más allá que sea o no conveniente políticamente comportase de manera similar para contar con las herramientas necesarias de Gobierno, lo cierto es que no parece equitativo que la segunda medida –la primera fue la ley de emergencia- que necesitó el Frente de Todos en Buenos Aires, no la pueda implementarse en su real dimensión.
En ese sentido, un mes también alcanzó para que se viera que los medios hegemónicos continúan con su rol central. Lo que en sí mismo es una definición de lo que es la oposición. Si quienes están desprestigiados por el comportamiento que tuvieron en la defensa de “su” Gobierno, del que formaron parte, siguen siendo referencia, no habla bien de la “opo”. No sólo se vio en la defensa de los cableoperadores –Clarín- que hizo Cambiemos en la provincia para excluirlos del aumento de impuestos.  Eso es más determinante pero menos visible que la declaración del ¿periodista? Jorge Lanata: “En marzo, en la Argentina va a estar todo bastante peor”. No es que tenga la bola de cristal, lo que tiene es la información de lo que van a decir y escribir en esos grandes medios. Junto a los poderes Judicial y económico, y los servicios de inteligencia, formaron parte del Gobierno. Quedaron muy desprestigiados, sin embargo, continúan, y continuarán, operando.

Recurrentemente apelan a Venezuela y a la muerte del ex fiscal Alberto Nisman. El segundo tema es una tragedia, pero ya lo construyeron en una farsa. El primer tema, sin embargo, aún les reditúa: el gobierno aún expresa dificultad en establecer, y comunicar, una posición clara y unívoca. Si bien se mantuvo en la misma línea que México, alejado del grupo de Lima y de las posiciones de EE.UU., y retiró a la autoproclamada embajadora de Venezuela, el mensaje del canciller Felipe Solá de que el Gobierno argentino “viene intentando por todos los medios que el diálogo y los acuerdos sean el camino para la plena recuperación del funcionamiento democrático de la República Bolivariana de Venezuela”, expresa el dificultoso equilibrio que intenta el Gobierno. Es cierto que el plano internacional la correlación de fuerzas es muy adversa al Frente de Todos, que se diferencia, además, dándole asilo al derrocado presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales. Y le da el espacio necesario para hacer política: ahora hará un acto en el estadio de San Lorenzo. En ese equilibrio se diferencia de EE.UU. Veremos si alcanza, veremos si puede conducir lo que aparece como un gran problema.

La mano visible del Estado

Alberto Fernández sabe que “el gran tema” de su gestión es la renegociación de la deuda externa; ésa es su prioridad. Si la ordena, eso sería “resolver el tema deuda”, tendrá muchísimo más que un mes de Gobierno. Y la oposición “no” constructiva también. Por eso apuesta a la destrucción, a impedir, a dificultar la gestión. Eso hacen los dirigentes de Cambiemos que no tienen responsabilidad de gestión, los irresponsables, como Mauricio Macri o María Eugenia Vidal, a quienes no se los ve políticamente porque están de vacaciones, y no porque no operen. Ordenada la deuda, habrá economía en recuperación para rato, Gobierno y oposición para rato.
 “El Gobierno ha anunciado medidas importantes para proteger a los más vulnerables sin que se vean afectadas las cuentas fiscales”, aseguró Alexander Werner, director del FMI para el hemisferio occidental. Alberto adelantó que las negociaciones “están encaminadas”. Son eso, negociaciones, y muy duras, por cierto, pero estas declaraciones de ambos lados hablan de las gestiones que todavía no se ven, pero que se hacen.
Treinta días con decisiones fuertes, visibles e invisibles. Con gestos políticos, como el de Alberto, quien llegó a su asunción manejando su auto particular, pasó la Navidad en San Cayetano y cuestionó las jubilaciones de privilegio. Con decisiones políticas: el recargo del 30% en los gastos en dólares en el exterior; la intervención de la AFI; el plan Argentina Hace que promete 20 mil puestos de trabajo, la mita para las mujeres, e incentivo a la obra pública, con cooperativas; el aumento, segmentado, de los derechos de exportación; el protocolo de la interrupción legal del embarazo; el recupero del plan de vacunación, y de los 12 millones de dosis tiradas en la Aduana; la doble indemnización por despido; el aumento a jubilaciones, AUH y trabajadores, tanto del Estado como privados; la vuelta de la paritaria nacional docente; el lanzamiento del Consejo del Hambre con su tarjeta alimentaria.
“No hay una mano invisible del mercado, es la de los ladrones de guante blanco. Vamos a poner a la Argentina de pie”, había dicho Alberto en campaña. “’El plan “Argentina Hace” no va a esperar a la mano invisible del mercado, va a traer la mano solidaria del Estado para que la Argentina se ponga a trabajar”, reafirmó el gobernador Kicillof. Un mes donde la teoría del derrame tantas veces fracasada, se experimenta “al revés”: llueven “inversiones del Estado” de abajo hacia arriba.