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Panorama Político: Las transiciones

El armado del gabinete de Alberto “y” Cristina Fernández es una de las formas en las que se manifiesta esta etapa de transición.

A 20 días del cambio de Gobierno, las transiciones son los temas de la política nacional. No solamente la formal, en la que se pusieron de acuerdo oficialismo y oposición, sino las que expresan las verdaderas relaciones de poder, de aquí a los próximos años.
El armado del gabinete de Alberto “y” Cristina Fernández es una de las formas en las que se manifiesta esta etapa de transición. Parece una obviedad decirlo, pero visto lo que se escribe y lee es necesario reforzarlo: es un Frente con distintos espacios, cuya decisión estratégica correspondió a Cristina, y la ejecución y consolidación de ese armado político, a Alberto. Es lógico, entonces, que acuerden no sólo nombres, sino políticas a desarrollar en cada una de las áreas de Gobierno.

El gabinete, equilibrio en formación

En general, habría muchos funcionarios de máxima confianza de Alberto en puestos clave: Santiago Cafiero en la Jefatura de Gabinete; Julio Vitobello en la Secretaría General de la Presidencia; en Legal y Técnica, Vilma Ibarra; Felipe Solá en Cancillerría, quizás acompañado por Jorge Argüello y Cecilia Naón; Gustavo Béliz en alguna Secretaría creada ad-hoc (¿de Asuntos Estratégicos?); Claudio Moroni en el ministerio de Trabajo; Daniel Arroyo en Desarrollo Social; Marcela Losardo en Justicia (ex socia de Alberto en el estudio jurídico); Miguel Pesce en el Banco Central.
 Otros son del riñón del Kirchnerismo: Eduardo “Wado” de Pedro en el ministerio del Interior, quien construyó una excelente relación con Alberto; Máximo Kirchner en la presidencia del bloque en Diputados; Paula Español, quien podría conducir la Secretaría de Comercio Exterior; Tristán Bauer en el ministerio de Cultura; Agustín Rossi en el de Defensa: un puesto que será clave a partir de los últimos movimientos golpistas en América Latina; Luana Volnovich, tal vez en la ANSES.
Para conservar el equilibrio del Frente de Todos, el Massismo “cobró” políticamente quizás mucho más de lo cuantitativamente aportado: Diego Gorgal sería ministro de Seguridad, un área donde siempre Sergio Massa quiso ser “fuerte”; Mirta Tundis en el PAMI; Malena Galmarini podría ser ministra de la Mujer, Igualdad y Diversidad, o tener un puesto importante en la provincia de Buenos Aires; y, fundamentalmente, el propio Sergio Massa que será Jefe de la Cámara de Diputados, un espacio con mucho poder de negociación y recursos.

El equilibrio lo completan los gobernadores y el Peronismo: Pablo Yedin, cercano a Juan Manzur, sería ministro de Salud; Nicolás Trotta en el de Educación; Gabriel Katopodis, el “intendente” de San Martín, en Obras Públicas. A Sergio Caserio, senador de Córdoba que se despegó de Juan Schiaretti, se le ofreció un ministerio para que libere la conducción del bloque en el Senado, quizás en favor de José Mayans de Misiones, que aúna a Cristina y los gobernadores. En esta línea, también “cobrarán” políticamente su apoyo el Movimiento Evita, con el “Chino” Navarro en la vice Jefatura de Gabinete; y los derrotados que aportaron votos, como Matías Lammens (Turismo y Deporte); María Eugenia Bielsa (en Vivienda y Hábitat) y Victoria Tolosa Paz, a cargo de una de las mayores apuestas del Presidente electo: el programa Argentina contra el Hambre.
Restan definir espacios clave, como el ministerio de Economía, que sería para Matías Kulfas, un “Alberto” puro; otros economistas, como Guillermo Nielsen, que tendrán su lugar destacado en Finanzas; y ministerios como Agroindustria y Trasporte, más la Secretarías de Energía y Minería; y la AFIP, la AFI, entre otros.

Vuelve el Peronismo, pero también volvieron las dictaduras y el derrocamiento de gobiernos populares.

En los poderes Legislativo y Judicial -que poco tiene de Justicia- ahora se enteraron que las prisiones preventivas son abusivas y quiebran el principio básico de inocencia. Resulta que después de cuatro años de aplicación discrecional para perseguir políticamente a opositores, a días del cambio de Gobierno, se la limita fuertemente. Pero las denuncias contra Mauricio Macri y su mejor equipo de los últimos 50 años, empiezan a “correr judicialmente”: Laura Alonso, Juan José Aranguren, Guillermo Dietrich, el propio Macri, la AFI, diputadas “pro” República como Elisa Carrió o Paula Olivetto, y seguirán las firmas. Veremos si la transición quedará en eso o se definirá como un proceso justo, pero con sentencias. La justicia, tarda, ¿pero llega?
Alberto Fernández se definió ante la titular del FMI, Kristalina Georgieva: “Vamos a proponer un plan económico sostenible y un acuerdo de pago que podamos cumplir, pero sin más ajuste”. La respuesta del organismo fue satisfactoria -en lo formal-, veremos cuando se definan las condicionantes que suele poner el Fondo.  Así como Macri habla de “transición ordenada” mientras continúa desordenando aún más la economía real, el FMI, su aliado natural, hace el mismo juego.

La justicia, tarda, ¿pero llega?


Son varios los espacios de poder en transición, esto es, en disputa. Alberto ganó las elecciones, gobernará desde el 10 de diciembre. La transición habrá terminado, las disputas no. En América Latina, el golpe cívico-militar en Bolivia, las violaciones de DD.HH. en Chile, las tensiones en Colombia, el Brasil de Jair Bolsonaro, el posible triunfo de la derecha en Uruguay, todos están alineados con EE.UU. Allí Alberto tendrá otra de las tensiones que deberá sortear y de las que deberá estar muy atento. Vuelve el Peronismo, pero también volvieron las dictaduras y el derrocamiento de gobiernos populares. Y para el principal partido de la oposición, Cambiemos, no constituyen Golpes de Estado: son “gobiernos de transición” productos de circunstancias políticas que lo justifican. Si se legitima en otro país, por qué no sería legitimado aquí bajo similares circunstancias. La historia argentina está plagada de golpes, dictaduras y desestabilizaciones a gobiernos populares, pero muchos/as parecen haberse olvidado o, lo que es peor, cuando no llegan por los votos, añoran esas prácticas que parecían superadas. Y es peligroso.