Un mes menos: certezas e incertidumbres, avances y retrocesos
El Gobierno ante su disyuntiva electoral y política. Internas: los 17 de octubre. La crisis y el riesgo sociales. La elección de los poderes reales; “Juntos”. Segunda mitad de la gestión del Gobierno; el fin de año.
Transcurrió un mes desde el gran cachetazo político que la sociedad le pegó al Gobierno, y restan menos de 30 días para las elecciones generales. Hubo avances, como la reactivación de la gestión a partir del cambio de funcionarios que se efectuaron tras la carta-(auto)crítica de Cristina Fernández. Evidentemente el Gobierno necesitaba un sacudón… También retrocesos, de la misma manera expuestos a partir de la misiva de la vicepresidenta y del pobre resultado de las PASO: las internas llevaron al Frente político oficialista al borde de la ruptura. Dicho aquí reiteradas veces: la unidad es condición necesaria, sine que non –sin la cual no- hay posibilidades de realizar ningún cambio político popular, pero no suficiente. Falta menos de un mes para las elecciones generales, las verdaderas, las definitivas, las que determinarán las composiciones de las cámaras de Senadores y Diputados y el clima social que padecerá el Frente de Todos en su segunda etapa de Gobierno.
Las incertidumbres no son sólo políticas, sino también y esencialmente económicas, ya que ordena o desordena el frente político: arma o desarma consensos sociales, hace votar a favor o en contra a ese 40 % del electorado que define las elecciones, ese que no es ni oficialista ni opositor, ni Peronista-Kirchnerista ni liberal de derecha.
En los últimos años, el espacio reaccionario se presenta bautizado PRO, Cambiemos o Juntos por el Cambio. Este sector trajo la novedad de representar políticamente a la derecha argentina que siempre existió y tuvo muchísimo poder. En general, el poder real económico históricamente no se valió de una expresión política partidaria electoral. O hicieron Golpes de Estado o gobernaron violando la voluntad popular. Siempre fueron antipopulares, antiperonistas. Ahora, además, tienen una representación política. Es eso, ni más ni menos, su representación, el poder es otra cosa… Particularidades argentinas, el proyecto es el de siempre: económicamente liberal y políticamente conservador. Suena contradictorio, no lo es.
Ante una realidad tan precaria, cada punto de inflación arroja más gente a la pobreza o la coloca más lejos de superar esa línea. Se sabe, además, que estar cinco mil pesos arriba de esa medición no hace que una familia sea de “clase media”.
Para ese el pueblo empobrecido, los precios de los alimentos, de los alquileres, bienes y servicios, el poder de compra del salario y la inflación, son centrales para su calidad de vida. No es la única variable, claro está, también cuenta lo emocional, el sentimiento aspiracional de pertenecer a una clase o sector del cual no se forma parte – ni se formará jamás-. Ahí los medios de comunicación hegemónicos hacen su gran parte imponiéndoles una agenda, que no sólo no le es propia, sino que muchas veces le resulta contraria a sus propios intereses. En lo económico la incertidumbre prima. Es el principal talón de Aquiles de este Gobierno, y en eso no hubo grandes cambios desde las PASO. Si bien Alberto Fernández parece haberle dado otro dinamismo a su gestión luego de la crisis post derrota de septiembre, y hay una clara reactivación económica, la situación social de pobreza e indigencia no cambió, más bien empeora día a día. Ante una realidad tan precaria, cada punto de inflación arroja más gente a la pobreza o la coloca más lejos de superar esa línea. Se sabe, además, que estar cinco mil pesos arriba de esa medición no hace que una familia sea de “clase media”. Ni que hablar si además debe pagar un alquiler, como la mayoría de esa porción de la población.
Las dirigencias argentinas -políticas, empresariales, judiciales- parecieran no dimensionar la realidad de la crisis social. El riesgo de un conflicto social es real y puede llevarse puesto a todos.
Todo configura una situación de extrema precariedad social. La violencia social que se vive diariamente en la calle es un síntoma de una enfermedad crónica, grave, que se agudiza ininterrumpidamente. Una cosa es convivir con el 25 % de pobreza estructural, con el acompañamiento del Estado para paliar, en parte, las necesidades básicas de quienes más sufren. No es moralmente aceptable, pero fácticamente así transcurrieron las últimas décadas en nuestro país. Otra cosa es tener a más de la mitad de la población afuera: mientras los medios –oficialistas incluidos- muestran a Wanda Nara y Mauro Icardi con sus carteras y autos lujosos, la gente no tiene para comer o no puede pagar el alquiler. Las dirigencias argentinas -políticas, empresariales, judiciales- parecieran no dimensionar la realidad de la crisis social. El riesgo de un conflicto social es real y puede llevarse puesto a todos. Las crisis sociales se desatan en el momento menos pensado y, a veces, por un desencadenante que parece insignificante. Después, ya es tarde….
Si el Gobierno volviera a perder las elecciones, la oposición tendrá más herramientas para desestabilizarlo. El Frente de Todos retomó la calle el 17 de octubre. Ahí también se vio una síntesis de lo que es es: mucho potencial político como para hacer dos movilizaciones muy masivas en dos días consecutivos, pero con la limitación de no poder organizar una. La movilización tuvo marcha y contramarchas, valga la paradoja. Al punto que hubo más de una “convocatoria” en la Plaza de Mayo del domingo 17: -la crítica de Hebe de Bonafini y los sectores que la acompañaron, -como ATE, el SUTEBA-; la de los intendentes –ahora- más orgánicos; la ampliamente mayoritaria de la “militancia espontánea” y la del Alberto que iba ir pero no…; la de La Cámpora que además se había juntado el 16. Además de otro 17 de octubre, el lunes 18: la CGT se acordó del día de la madre para excusarse de movilizarse junto a los otros integrantes del Frente. Compañeros sí, pero hasta ahí, no de Todos ni de Todas. Priorizó la demostración de fuerzas hacia adentro, a la necesidad política del conjunto. El calendario expresó el desorden interno; “ni unidos ni organizados”.
El Frente de Todos quiere congelar los precios de los alimentos; los grandes empresarios apuestan a la suba y/o al desabastecimiento; los grupos hegemónicos a sembrar el caos; Juntos por el Cambio a bloquear toda medida que implique una política popular.
Hoy por hoy, pareciera que la impronta activa de la gestión servirá para mejorar la performance electoral del oficialismo, pero difícilmente para recuperar los nueve puntos de las PASO. Juntos, por intermedio de todos sus referentes, ya adelantó qué es lo que quiere hacer: más neoliberalismo, despidos sin indemnizaciones, lo que obviamente traerá más pobreza y exclusión. Nadie podrá decir que no sabía; ahora, Horacio Rodríguez Larreta o Diego Santilli no necesitan mentir como lo hicieron Mauricio Macri y María Eugenia Vidal en 2015. Ni siquiera hacen campaña; se las hace el oficialismo con sus “errores” no forzados.
El Frente de Todos quiere congelar los precios de los alimentos; los grandes empresarios apuestan a la suba y/o al desabastecimiento; los grupos hegemónicos a sembrar el caos; Juntos por el Cambio a frenar toda medida que implique una política popular. Desde su retiro del poder político tras el fracaso de Cambiemos, apostaron a bloquear al Frente de Todos. Cuanto peor, mejor… Pero la responsabilidad es y será del Gobierno. Si fracasa, no vendrá un gobierno más popular, sino una derecha mucho más dura que la anterior. Políticamente no se salvará ni Alberto, ni Cristina, ni siquiera Sergio Massa, quien suele caer parado. Y lo peor de todo, no se salvará ni el pueblo ni el país. Para el análisis político, pero en el olvido casi anecdótico para la mayoría, quedarán la pandemia y el endeudamiento externo que condicionaron fuertemente a la gestión de Alberto. Diciembre, las fiestas, podrían llegar a ser una expresión de lo que puede ser la sociedad argentina que viene. El Gobierno siempre tiene margen para hacer “política”, de eso se trata, de eso hablamos.