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Las elecciones; los riesgos

Lo que se elige y lo que se juega. Dos etapas distintas con dos caracterizaciones políticas diferentes; dos tipos de Poder Ejecutivos. La crisis social. Las distintas responsabilidades. La “gente” y el pueblo.

Llega el momento de las cruciales elecciones legislativas: todo pareciera indicar que, en términos generales, el resultado será similar al de las PASO de septiembre: nueve puntos a favor de Juntos por el Cambio (40.5%), frente a los 31.5% del Frente de Todos (FDT). A diferencia de las PASO, en estas elecciones generales no se contabilizan los votos en blancos, por lo que con los mismos resultados se alcanzan porcentajes mayores. Se renovará la mitad de la Cámara de Diputados (127 de 257 bancas) y un tercio de la Cámara de Senadores (en sólo ocho provincias, se votarán 24 de las 72 bancas, dos para el partido ganador y uno para que salga segundo). Hasta aquí, el oficialismo es primera minoría en Diputados (sin alcanzar el quorum propio) y mayoría en Senadores (con quorum). Con los números de las PASO, el FDT lo perdería en la Cámara Alta y quedaría lejísimo en Diputados, achicando sensiblemente su bloque. Si le fue difícil sacer una ley en la primera mitad de su gestión con esa conformación legislativa, mayor apoyo popular y en contexto de pandemia, en la segunda etapa, con la oposición fortalecida y el 2023 ahí nomás, le será literalmente imposible.
Lógicamente, el Gobierno apuesta a reducir los nueve puntos a nivel nacional –y los cuatro en la provincia de Buenos Aires- que le sacó Juntos por el Cambio (JXC), y la oposición a incrementar la diferencia. Para ello, el FDT deberá lograr que voten muchos más electores que el 67.5% que lo hizo en septiembre. Previsiblemente será así y se superará holgadamente el 70%, pero eso no garantiza que esos votos sean de apoyo al Gobierno. Si bien son votantes proclives al Peronismo, por su ubicación geográfica, nivel socioeconómico e intereses políticos, en el contexto actual no se puede asegurar, ni mucho menos, que voten oficialismo.

Alberto era el candidato para una etapa política que la pandemia trastocó primero, y modificó radicalmente después.

De las ocho provincias donde se eligen Senadoras/es, en seis ganó la oposición (Corrientes, Córdoba, Mendoza, Chubut, La Pampa y Santa Fe) y sólo en dos el FDT (Tucumán y Catamarca). De allí, las esperanzas oficialistas están puestas en La Pampa. También podría ser en Chubut, pero en esa provincia paradójicamente, por alianzas circunstanciales, las tres bancas que se van son del bloque oficialista, así que ahora será obvio que, al menos una, sino dos, las pierda. Córdoba, Mendoza, Corrientes son virtualmente imposibles de remontar para el FDT. Quizás, muy difícil, Santa Fe. Y no perder las dos en las que ganó…
En Diputados, el FDT arriesga 50 bancas y JXC 60, producto de los resultados de las elecciones de 2017. A partir de allí, perderán o ganarán legisladores. El Interbloque Federal deja 11 y dos la izquierda troskista. Otros partidos locales, el resto. Con ese panorama legislativo, el Presidente deberá gobernar el resto de su mandato.

Las responsabilidades

Alberto Fernández fue elegido candidato por Cristina Fernández a partir de la brillante caracterización de un período político: debía armar un amplio Frente que sume al Kirchneirsmo, a todo el Peronismo, básicamente los gobernadores, a Sergio Massa, a la CGT y a los Movimientos Sociales. Para ello, la figura de Alberto, quien no contaba –ni aún cuenta- con un aparato político propio, le permitió reunir al Peronismo y desplazar a Juntos por el Cambio del poder evitando la reelección de Mauricio Macri. Brillante jugada política que corrigió el grave error anterior de no haber construido en 10 años un candidato Kirchnerista propio que pueda suceder a Cristina tras la muerte de Néstor. Daniel Scioli terminó constituyéndose en un presidenciable que resultó más leal de los que muchos pensábamos, pese a no haber recibido el apoyo necesario.

Néstor Kirchner y Alberto Fernández; otros tiempos, desafíos similares.

Ahora bien, Alberto era el candidato para una etapa política que la pandemia trastocó primero, y modificó radicalmente después. Era el Presidente del consenso, del diálogo, que debía ordenar el desastroso endeudamiento dejado por Cambiemos; que reorganice la vida de la sociedad empobrecida, de la economía arrasada y la industria quebrada. Un Gobierno de transición para una etapa de ordenamiento económico y social.

Alberto deberá gobernar con una correlación de fuerzas aún más adversa. Es otra etapa, y se requiere que le dé otra impronta al Poder Ejecutivo.

Hoy la realidad es otra., las PASO señalaron que las demandas sociales son otras. Si bien suena injusto que se le exija al Gobierno que en dos años resuelva los problemas de la pandemia neoliberal y de la pandemia sanitaria, lo cierto es que la crisis social es muy grave y sus consecuencias sociales, impredecibles. En Ciencias Sociales es imposible anunciar una fecha exacta o las características de un estallido social, pero las condiciones objetivas y subjetivas empiezan a encontrarse. Con el 50% de la sociedad bajo la línea de la pobreza, trabajadores ocupados incluidos; con la mitad de los empleados en situación de informalidad; con una inflación que ronda el 45% y que arroja día a día a más gente a la pobreza y aleja a otra porción económica y simbólicamente de la ansiada “clase media”; con la violencia social creciente –y por si hiciera falta, amplificada por los grandes grupos económicos de comunicación-; con lo aspiracional cada vez más escindido de la realidad, la situación de precariedad social es evidente. Cuidado: las dirigencias argentinas -políticas, económicas, empresariales, judiciales, sociales en general-, no parecen registrar el problema en su real dimensión; y puede llevarse puesta a todas.

No habrá tiempo para gradualismos”, avisaron tanto el halcón Macri como la “paloma” Rogelio Frigerio; todos animales.

Alberto deberá gobernar con una correlación de fuerzas aún más adversa. Es otra etapa, y se requiere que le dé otra impronta al Poder Ejecutivo. Y con unidad, sin divisiones, es imprescindible. Cuando la oposición denuncia el riesgo de la “radicalización”, en realidad reconoce su temor: por allí, sólo por allí, estará la salida. No habrá más espacio para dialogar con quienes no quieren dialogar, sino destituir. Será la etapa de la ampliación de derechos, de redistribución de los ingresos, de la salida para “adelante”, o no será. Alberto fue el Jefe de Gabinete de Néstor, su “maestro”: en otro contexto económico y social, y con una realidad latinoamericana y mundial menos refractarias a las políticas populares, es cierto para no ser injustos con extrapolaciones falsas, pero la salida será por ahí, o no será. Cristina eligió un candidato para una etapa policía; ésta es otra. El desafío es leer esa nueva realidad y actual políticamente en consecuencia. Eso hace un líder, eso es lo que imperiosamente se requiere.

La “gente” dice no saber. Un pueblo, el pueblo, es otra categoría, tiene otra conciencia, es otra cosa. A él apelamos.

A la sociedad también le cabe su cuota parte de autocrítica: hace sólo dos años terminó la última experiencia neoliberal. En 2015, Cambiemos llegó al gobierno mintiendo. La “gente” decía no saber que Mauricio era Macri. Ahora no podrá decir que no sabe que Horacio es Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal no es Heidi, ni que Javier/Domingo es Milei/Cavallo. Todos y todas son neoliberales. Nadie podrá decir que no sabía que con la eliminación de la indemnización y otros derechos el bienestar social nunca llega. Que en una sociedad con la mitad de la gente afuera del sistema es inviable; que el neoliberalismo de Juntos profundizará la exclusión y la crisis social, y que solamente se sostiene con un nivel de represión ya visto en Argentina. “No habrá tiempo para gradualismos”, avisaron tanto el halcón Macri como la “paloma” Rogelio Frigerio; todos animales. ¿En serio creeremos otra vez que con más derecha neoliberal, con energúmenos como Milei o José Luis Espert aliados a JXC, viviremos mejor? La “gente” no lo sabe, o dice no saberlo. Un pueblo, el pueblo, es otra categoría, tiene otra conciencia, es otra cosa. A él apelamos.

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