La solidaridad también nos salva
Por: Tamara Roselló Reina (desde Cuba).
En estos días en los que permanecemos recluidos en casa debido a la COVID19, se reorganizan las rutinas porque ya no hay plan previsto que pueda seguir su curso. Lo más importante es cuidarnos y proteger a la familia y a la comunidad cercana para evitar el contagio. Lo esencial es la vida misma.
Abrazarnos, caminar y respirar libremente y sin miedo ahora son parte de nuestras añoranzas, de nuestros sueños para cuando todo vuelva a “la normalidad”. Podemos ser personas sanas o enfermas más allá de nacionalidades, del color de la piel, de las identidades de género, de la religión profesada, de la riqueza o la pobreza, de las profesiones u oficios, de las ideologías.
Mientras algunos cumplimos con el deber de permanecer en los hogares en aislamiento, otras personas salen de sus casas a estar en la primera línea de la respuesta a la Covid19: curan a enfermos, organizan y brindan servicios básicos. A esos héroes y heroínas de estos tiempos les debemos también nuestra sobrevida.
Algunas de estas personas no solo dejaron sus viviendas, sino su tierra natal, a “los suyos”, para dar una atención profesional que calme el desconcierto que genera la pandemia. Ese es el caso del médico Leonardo Fernández, uno de los 593 profesionales de la salud cubana que por estos días han conformado 14 brigadas médicas para apoyar a otros países en tiempos del Coronavirus.
Desde su perfil en Facebook cuenta las labores que realizan en un hospital de campaña en Italia. “Nuestro día aquí comienza a las cinco de la mañana y salimos siempre acompañados por la Defensa Civil… La región italiana de Lombardía, y en particular Crema, es hoy una ciudad desierta, pues sus pobladores han sufrido en primera persona el embate de la enfermedad… Las calles vacías, toques de queda, muchos enfermos, y sin tratamiento definido, muchos fallecidos. Pero aquí estamos, batallando.”
Leonardo es parte de la Brigada Henry Reeve!*, fundada en 2005 y cuyas hazañas han dejado huellas en naciones afectadas por desastres como los terremotos o huracanes. No les limitan las fronteras, la magnitud del peligro, el idioma desconocido. Acortan toda distancia con el valor de su entrega y con la ética que debe caracterizar a una profesión que se pone al servicio de otros.
“No somos héroes, solo médicos y eso implica hacer todo lo que sea necesario por nuestros semejantes”, así lo define Leonardo, natural de Guantánamo, la provincia más oriental de Cuba y quien también estuvo en Liberia combatiendo el Ébola (2014-2015). Por seres como él las cubanas y los cubanos compartimos un sentimiento de orgullo a pesar de todas las limitaciones con las que vivimos de manera cotidiana. Justamente en momentos de crisis emerge lo mejor o lo peor de cada persona. Tener coterráneos que enaltecen con sus actos la dignidad humana, que están por encima de críticas o intereses particulares, es también un llamado al civismo y la solidaridad.
Esa “tropa de salvación” solo llega a aquellos países que solicitan la colaboración médica. No van a imponer su cultura o su ideología, aunque sea inevitable que despierten simpatías entre sus pacientes, porque los curan de manera gratuita y, sobre todo, por el estilo diáfano y humano con el que ejercen su profesión. Son un símbolo vivo y contra lo que representan se lanzan quienes le temen, quienes se sienten amenazados o simplemente, no lo comprenden.
El valor de la vida en primer plano
El pasado 25 de marzo la embajada de Estados Unidos en La Habana solicitó a otros países rechazar la contribución médica cubana. La comunicación publicada en Twitter acusa a Cuba de “abusos laborales” con el personal de las misiones médicas internacionalistas y de tener móviles económicos ocultos tras esa colaboración. Condimentan una campaña cuyos hilos mueven hace tiempo y que han encontrado replicadores y siervos, pero también posturas críticas y cuestionamientos.
En medios de prensa y en redes sociales voces que se hacen eco de esas acusaciones han comentado: “nada de misión humanitaria, esclavitud moderna”, “sirven para inocular el virus comunista en los estratos más pobres y vulnerables de las sociedades en las que se infiltra, útil para exportar el sistema represivo cubano e incluso, las técnicas de adoctrinamiento”. A juzgar por esos criterios tendríamos muchas más naciones camino al socialismo, y probablemente con sistemas públicos y universales de salud mejor preparados para enfrentar la Covid.
Cuestionable una vez más la postura política de la potencia norteña, que en medio de una crisis humanitaria global no da tregua a las naciones que se escapan de su control. Les impone sanciones, intenta aislarlas y difamarlas. La Organización Mundial de la Salud y el propio Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, han pedido a la comunidad internacional dejar las diferencias a un lado y ponerle ganas a la cooperación internacional porque no hay otro camino posible para detener la pandemia. Pero ya sabemos que no hay peor sordo que quien no quiere oír.
A pesar de las presiones el gobierno cubano sigue recibiendo solicitudes para colaborar en el enfrentamiento a la Covid-19. Ya lo hace en China, Nicaragua, Venezuela, Surinam, Granada, Jamaica, Belice, Italia, España, Dominica, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, y Antigua y Barbuda. En otros países como Haití la presencia previa de colaboradores de la salud fortalece las capacidades sanitarias para atender las dinámicas que impone esta coyuntura.
El Ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, informó este domingo 29 de marzo -en la Conferencia de Prensa que cada mañana actualiza sobre la situación de la isla ante la Covid-, que estas brigadas que van a otros países no ponen en riesgo la capacidad del sistema de salud cubano para atender a la población local. Cuba tiene un alto potencial profesional pues dispone de nueve médicos por cada mil habitantes. Portal recordó una máxima que ha acompañado la política exterior de la Revolución: no da lo que le sobre, comparte lo que tiene.
El ejemplo de Cuba no es conveniente no solo por la disposición de tender las manos a otros en momentos de crisis, siendo una isla bloqueada y con innumerables dificultades económicas; sino porque su sistema -como el de otros países- se pone a prueba en esta circunstancia. La gestión gubernamental ante la epidemia está marcando su propio ritmo: con una presencia cotidiana de los integrantes del Consejo de Ministros en los medios de comunicación, informando con transparencia la toma de decisiones a la población y convocándonos a ser parte de la respuesta al Covid19.
Las medidas dan cuenta de la prioridad que tiene la protección de la ciudadanía, sin descuidar a grupos más vulnerables, como por ejemplo los adultos mayores o los deambulantes. La vida de un ser humano es lo más importante.
Esa misma voluntad política se mostró con el gesto humanitario que permitió al crucero británico Ms. Braemar, de la compañía Fred. Olsen, tocar puerto por El Mariel, luego de gestiones infructuosas con los gobiernos de Barbados, Curazao, Colombia, Estados Unidos y Bahamas, para evacuar a sus pasajeros, varios de ellos contagiados con la COVID19 o en cuarentena. Las autoridades cubanas de conjunto con el gobierno británico, coordinaron el retorno seguro a Londres de 684 personas.
Lo sucedido el 18 de marzo merecía titulares de la gran prensa, pero muchos guardaron silencio. El embajador del Reino Unido de Gran Bretaña en Cuba, Anthony Stokes, aseguró que “desde que comenzamos a hablar con el gobierno cubano nadie impuso ninguna condición, ni financiera, ni otra, salvo la protección de la salud de todos en el país.” Sin embargo, no faltaron comentarios en redes sociales sobre la lasca monetaria que se sacaba de esa operación, incluso a riesgo del contagio de cubanos que intervinieron en el proceso.
Brigadas médicas que devuelven la esperanza, una gestión gubernamental que ofrece seguridad en medio de la incertidumbre de una pandemia, gestos humanitarios que salvan vidas…, razones suficientes para sentir orgullo por el pueblo cubano y los mejores valores que porta.
En estos días en los que muchos comparten en sus redes sociales la etiqueta #CubaSalva o dan aplausos desde sus balcones al personal implicado en la respuesta al COVID19, hay quienes desconfían de las buenas intenciones de una pequeña isla del Caribe. Unos y otros me recuerdan el texto de José Martí, nuestro Héroe Nacional, en su libro para niñas y niños La Edad de oro: “Los hombres (y las mujeres) no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desgraciados no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.”
*Este Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias lleva el nombre del patriota neoyorquino Henry Reeve que luchó por la independencia cubana de los españoles. Desde su surgimiento en 2005 hasta antes de la emergencia por el coronavirus, había desplegado 28 brigadas en 22 países para asistir a países de todos los continentes. Acumulan experiencia en respuesta a 16 inundaciones, 8 huracanes, 8 terremotos y 4 epidemias, entre ellas la del Ébola en África Occidental.2 Para hacer el texto más inclusivo, más preciso.