Coronavirus: ¿Hacia un nuevo orden?
En los silenciosos momentos del Coronavirus, allá por noviembre de 2019 cuando apenas se conocían los primeros casos en Wuhan (China), el contexto internacional – marcado por la agenda mediática mundial- estaba dominado por la “guerra comercial” entre EE.UU y el gigante asiático. Durante todo el 2019, la tensión generada por esta contienda mantuvo expectante a los mercados y provocó cortocircuitos entre los países de la UE, cuyas inversiones extranjeras provienen, en su mayoría, de Pekín. Ya en 2020, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson anunciaba la salida de Londres de Europa, decisión que suponía también un fuerte impacto en la economía del viejo continente, hoy epicentro de la propagación del Covid-19, afectando principalmente a Italia, España, Alemania y Francia. También continuaban los daños colaterales que provocó el asesinato del líder iraní Qasem Soleimani, en manos de Estados Unidos, una acción que puso en peligro nuevamente a toda una región (Irán es uno de los países con más contagios y muertes por Coronavirus). La velocidad con la que se propagó este virus y la necesidad de concentrar la atención en los cuidados y prevención, hicieron que olvidáramos cómo comenzó todo, interrogante que aún se mantiene sin respuesta. Aunque ya comenzaron los cruces entre Washington y Pekín, apuntándose responsabilidades.
Hoy, el efecto de la “coronacrisis” repercute en las bolsas y se traduce en caídas históricas del precio del petróleo, situación que debilita entre otros países, a la frágil y bloqueada Venezuela. El desconcierto se traduce en dificultades económicas que también deberán afrontar los países endeudados. En este sentido, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, conformado entre otras personalidades por el expresidente de Ecuador Rafael Correa, solicitó a la ONU que se declare la condonación de la deuda externa soberana de los países de América Latina por parte del FMI y de otros organismos multilaterales (BID, BM, CAF). El pedido también se dirige a los acreedores privados a que acepten un proceso inmediato de reestructuración que contemple una mora absoluta de dos años sin intereses. “No podemos exigirles que implementen políticas económicas que compensen los daños de esta catástrofe mientras deben seguir pagando a sus acreedores.”, reza el comunicado.
En este marco, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo anunció que prevé una pérdida de ingresos globales de 2 billones de dólares y la Organización Internacional del Trabajo estima que 25 millones de empleos en el mundo están en riesgo. En medio de la crisis, la salida de capitales de los países emergentes ya está en valor récord: 60.000 millones de dólares en menos de dos meses según el Instituto Internacional de Finanzas, números que superan a los registrados en la crisis de 2008.
El comercio transnacional también comienza a mostrar sus primeros repliegues. BMW y Volkswagen, las dos gigantes automotrices de Alemania, suspendieron la producción en la mayoría de sus plantas locales y en el extranjero. Además, Berlin, Roma y París no descartan la estatización de empresas.
La crisis provocada por el Coronavirus parecería cumplir con la idea de Donald Trump de revertir la globalización, discurso que definió su pujante comienzo de mandato. Pero las dimensiones del impacto serán aún mayores. Las cadenas de producción se cortarán y no será posible comercializar.
Trump está convencido de que el “Corona” es un “virus chino” así lo llamó en un tuit. También le pidió más explicaciones a Pekín sobre el desarrollo de la pandemia. Días atrás, un portavoz de la cancillería china sustuvo que el ejército de EE.UU. podría haber llevado el virus a Wuhan en octubre de 2019. Llamativamente, el secretario de Comercio de EE.UU, Wilbur Ross, dijo en febrero pasado al diario chino Global Times, que veía al virus como “una oportunidad” ya que podría ayudar a la recuperación de empleos en Estados Unidos en medio de la “guerra comercial” con China.
Sobre todas las incertidumbres que genera el presente, flota la cuestión sobre si estamos ante el principio del fin de un sistema económico que se desconoce aún, si podrá sobrevivir a este golpe. Un nuevo orden mundial quizás esté asomando en un futuro no muy lejano.